Manic Street Preachers: los estribillos pueden más que la lluvia
El trío galés repasó su carrera discográfica de más de treinta años, repleta de melodías memorables
Ya empieza a ser tradición que en alguno de los conciertos principales del Azkena caiga un buen aguacero. Mira que John Fogerty no habría sido ... mala elección, con esa tendencia suya a citar la meteorología en sus canciones y ese hit que se titula 'quién va a parar la lluvia', pero qué va, les tocó ayer a Manic Street Preachers: cuando salieron al escenario, el público era una confusa mezcla de paraguas que bloqueaban la visión, de esos chubasqueros inconcebibles que solo parecen existir en los festivales y, en fin, de nobles cabezas roqueras que ya empezaban a reblandecerse del remojón. Elevar los espíritus bajo la lluvia siempre es un desafío peliagudo, pero los Manics lo consiguieron ya en los primeros diez segundos de la primera canción: empezar con 'Motorcycle Emptiness' es un acto valiente, porque se trata de uno de sus temas más incontestables, pero ayer vino muy bien. Llueve, vale, bailemos.
Es difícil analizar la autenticidad, identificar qué factores hacen que unos artistas nos parezcan más genuinos que otros, pero con los Manics sucede. El trío galés parece una banda de verdad, con tres tipos a los que -a pesar del éxito masivo- uno se imagina quedando para ensayar: quizá influya que la desgracia de perder a su cuarto miembro (Richey James Edwards, desaparecido misteriosamente en 1995) los volvió inmunes a las tonterías y veleidades del show business, pero el cantante y guitarrista James Dean Bradfield, su primo el batería Sean Moore y el bajista Nicky Wire dan la impresión de mantenerse leales a su ideario original como banda obrera. Tampoco ha cambiado tanto su sonido: el repaso que dieron a su obra «desde los primeros 90 hasta ahora», como anunció Bradfield, sonó coherente, sin vaivenes estilísticos, fiel a su combinación de lírica, épica y política en estribillos memorables.
«Perdón por la lluvia. No es culpa nuestra», saludó el vocalista, vestido como para ir a cualquier curro: fábrica, oficina, multitudinario festival de rock... En cambio, a su lado, con los amplis del bajo cubiertos por dos banderas de Gales, Wire lucía look y actitud de estrella glam, con camiseta de Bowie y americana rosa con parches. El 'setlist' fue combinando clásicos ('Enola/Alone', 'La tristesse durera', 'From Despair to Where'...) con temas nuevos (ahí destacó 'Decline & Fall', ultramelódica pero con más garra guitarrera en directo), que Bradfield cantaba con voz segura, potente y expresiva, sin titubeos en los frecuentes agudos y falsetes. Tras los músicos, la pantalla combinaba veloces sucesiones de imágenes con versos de sus canciones, que parecían enigmáticas claves filosóficas, y también alguna cita ajena, muy al estilo Manics: «Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos desescribirlo», dijo Anthony Burgess.
Un problema ahí atrás
Hay que citar tres momentos. En los primeros compases de la sexta canción, 'You Stole the Sun from My Heart', algo falló con los ritmos electrónicos (lo que Bradfield describió poéticamente como «algún puto problema ahí atrás») y tuvieron que cambiar el paso: se la saltaron y tocaron 'Let Robeson Sing', aunque al final solventaron la avería y repescaron el tema, que fue uno de los más coreados de la noche. Justo después llegó el 'ratito Wire', cuando el bajista entona canción y media acompañándose a la acústica: primero vino la media, un trocito del 'Bring on the Dancing Horses' de Echo & The Bunnymen, uno de esos referentes cuya huella puede detectarse en su sonido, y después la nueva 'Hiding in Plain Sight', en la que se acabaron incorporando los demás. Fue un bonito paréntesis de aire setentero y, encima, dejó por fin de llover.
Y, como es habitual, también el vocalista tuvo su miniactuación en solitario. Empezó, el muy guasón, con el clásico 'Raindrops Keep Fallin' on My Head', las gotas de lluvia me siguen cayendo en la cabeza, para pasar después a 'Ocean Spray' y, cambiando la acústica por la eléctrica, una espléndida 'The Everlasting'. Las canciones de los Manics se sostienen perfectamente con ese tratamiento austero y el público escuchó en silencio absorto. Bueno, todos menos el que le dijo seis veces a un colega que no se le encendía el móvil.
¿La cumbre del concierto? Seguramente 'A Design for Life', con su estribillo grandioso, y también las dos últimas del lote: la enérgica 'You Love Us', arrolladora píldora de glam-punk, y el cierre estelar con 'If You Tolerate This Your Children Will Be Next', la canción inspirada por la Guerra Civil española que estos días es inevitable referir a otras guerras y a otros niños.
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