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Lunes, 22 de abril 2019
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Hizo falta que llegaran los bloques de política territorial y de pactos postelectorales para que el debate entre
El debate fue
Tampoco hubo muchos golpes de efecto. Quizás el del silencio que recorrió el plató cuando Sánchez se enfrentó cara a cara con Casado, acercamiento físico incluido, y le reprochó que en el PP haya firmado 127 iniciativas con la izquierda abertzale en el Parlamento vasco.
El debate, por lo demás, se ajustó a los cánones de otros duelos dialécticos y la tensión fue de menos a más. La chispa fue la acusación del líder del PSOE a sus pares del PP y Ciudadanos de mentir. «Más que un detector de mentiras hay que poner un detector de verdades» ante sus discursos. Era su respuesta a los intentos de Rivera y Casado de acorralar al candidato socialista por sus supuestos acuerdos secretos con los independentistas catalanes y por dejarse influir por los proetarras de EH Bildu.
Casado, más comedido que en la campaña, y Rivera al alimón denunciaron que la unidad de España estará en peligro si en la próxima legislatura gobiernan los socialistas. Respondieron Sánchez e Iglesias, también de la mano, que la única respuesta para afrontar el conflicto catalán es «diálogo y diálogo». En esa madeja se enredaron los cuatro en el bloque de política territorial.
Un capítulo que sirvió para que los candidatos de PP y Ciudadanos ahondaran su ofensiva contra el socialista por sus supuestos tratos y acuerdos con los independentistas. Extremo que Sánchez negó sin convencer en ningún momento a sus adversarios.
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