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Manu Alvarez
Bilbao
Jueves, 27 de junio 2024, 14:56
«Las plantas del País Vasco han vuelto a ser rentables», ha asegurado este jueves el consejero delegado de la compañía alavesa Tubacex, Jesús Esmorís, ... momentos antes de iniciar la junta anual de accionistas en la que se ha repasado el desempeño de la compañía el pasado año, al tiempo que se ha aprobado el reparto de un dividendo de 14,5 millones de euros con cargo al resultado de ese ejercicio. Aparentemente, el mensaje apunta a la idea de que la empresa ha conseguido consolidar el resultado positivo de sus dos factorías vascas, algo que ya comenzó a ser evidente desde los primeros meses del pasado año.
La recuperación del mercado de tubos inoxidables sin soldadura y la mejoría de la competitividad de las dos factorías vascas, ubicadas en Llodio y Amurrio, son las dos claves sobre las que se asienta esa recuperación de la rentabilidad de estas dos instalaciones de cabecera en el proceso industrial de la firma. Tubacex vivió en ambas plantas una huelga total de nueve meses en 2021, que se saldó con un acuerdo de aumento de la jornada laboral y reducción de algunos beneficios sociales. Esmorís ha recordado este jueves que ese proceso de ajuste fue general en todo el grupo y ha permitido aprovechar la recuperación del mercado. De cara a la negociación del nuevo convenio, que comenzará en los próximos meses, se ha mostrado convencido de que «se desarrollará en términos razonables. Seguro que hay sentido común y responsabilidad», al tiempo que ha indicado que no estaría afectado por la decisión del Gobierno de rebajar la jornada laboral. Frente a las 1.712 horas anuales que ha fijado como objetivo la responsable de Trabajo, Yolanda Díaz, la plantilla de Tubacex tiene reconocida una jornada anuales de 1.656 horas. «Y estas fábricas siguen teniendo los salarios más altos del grupo en todo el mundo», ha recordado el consejero delegado.
El consejero delegado ha apuntado que este año será un «ejercicio de transición», en el que previsiblemente los resultados están en línea con los de 2023 -un beneficio neto de 36,3 millones, lo que supuso una mejora de casi el 80% en comparación con 2022-, para entrar en 2025 en una fase de «despegue», como lo ha calificado el presidente de la compañía, Manuel Mureau. Las razones de esa previsible evolución positiva están ligadas a la entrega de algunos pedidos que se han retrasado a Petrobras y sobre todo la entrada en producción de la factoría de Abu Dabi.
Por otra parte, Esmorís ha puesto el acento en señalar que la estrategia de la compañía sigue centrada en incrementar el valor añadido de los productos que fabrica -cuyo origen son tubos inoxidables sin soldadura-, para reducir aún más la dependencia del sector de hidrocarburos. En la actualidad ese amplio sector absorbe casi el 50% de las ventas del grupo de forma directa, pero la empresa quiere aumentar su presencia en nuevos procesos industriales ligados a la transición energética, también en la recuperación de la demanda para la generación de electricidad en centrales nucleares y en el sector aeronáutico y del espacio.
Esmorís también se ha quejado de la falta de reconocimiento por parte del mercado financiero en torno al valor de la compañía, ya que pese a la revalorización de 2023 desde comeinzos de este año mantiene una tendencia negativa, en contraposición al aumento del 8% del Ibex. Pese a las recmendaciones de muchas casas de análisis los inversores parecen actuar con reparos a la vista de la evolución del valor.
El consejo de administración de Tubacex se ha convertido en una fuente de inestabilidad para la compañía en los últimos meses aunque, en opinión de los máximos responsables de la empresa, ello no ha influido en el rumbo del negocio ni tampoco en la cotización de sus acciones. Unas acciones que, pese a ello, mantienen una tendencia errática -importantes subidas el pasado noviembre para iniciar un descenso sostenido desde el pasado enero- que en opinión del presidente, Manuel Moreau, se ha debido a que «todo el mundo esperaba unos mejores resultados en el primer trimestre, pero han sido flojos». El pasado mes de marzo fue el presidente, Francisco García Sanz, quien dimitió por sorpresa. «No conocemos las razones porque no las explicó», ha aclarado el actual presidente, aunque todo apunta a desavenencias importantes en el seno del propio consejo. Esta semana ha sido Gema Navarro, representante y esposa del principal accionista de referencia, el empresario guipuzcoano José María Aristrain, quien ha dimitido presionada por su marido. La razón es un proceso de divorcio en ciernes con mucho 'aparato eléctrico'. En la junta de accionistas, además, se ha desvelado otro punto de fricción, la dimisión como presidenta de la comisión de autoría hace varios meses de Gracia López Granados. Manuel Moreau ha reconocido que esa dimisión se produjo «por discrepancias con la auditoría interna» de la compañía.
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