Demoledores
La respuesta de los vencedores fue excelente, por su juego y por la manera que supieron leer la final
Punto final. Sé acabó el Campeonato de Parejas más atípico de la historia. El mismo se recordará por el del Covid-19 que vino alterar la vida de las gentes. Tiempos convulsos. El frontón Bizkaia de Miribilla acogió la puesta en escena del enfrentamiento entre Olaizola II y Urrutikoetxea contra Ezkurdia y Martija. Un cuarteto que posee unos caracteres genéticos completamente diferenciados.
Muy atrás en el tiempo quedan las victorias del gernikarra Onaindia, apodado el virtuoso, en los años 1941 y 1942, que junto a Urcelay pusieron por vez primera dos picas en todo lo alto de esta competición. Después en 1945 fue Txikito de Iraeta, acompañado de Lazkano, quienes lograron las 'txapelas'. Acabó este ciclo de la prehistoria en 1961 con el triunfo de los hermanos Arriaran –Paco y Pepito– sobre Ogueta y Echave X. En 1978 volvió a reeditarse ininterrumpidamente el torneo hasta hoy.
Las apuestas, que se llevan ahora mediante los móviles, se decantaban con una ligera ventaja a favor de los representantes de Baiko Pilota. «El dinero se mueve prácticamente a la par con un pequeño 'momio' a favor de Aimar y Urruti, que ya fueron campeones en 2008, aunque hay mucho dinero también a favor de los de Aspe», adelantaba Benjamín Lazkano, muchos años de corredor en los frontones industriales.
Sin embargo, los pronósticos los echaron por tierra y de una forma demoledora Ezkurdia y Martija, que terminaron doblegando (22-13) a Olaizola II y Urrutikoetxea. La respuesta de los vencedores fue excelente, por su juego y por la manera que supieron leer la final. El delantero de Arbizu ató en corto al de Goizueta, desbocado en ataque, y haciendo circular la pelota de una forma magistral. Lo suyo fue una actuación para el recuerdo.
Estuvo rápido, fino a la hora de acabar el tanto y sublime en defensa. Apenas concedió espacios, dejó las pelotas dulces a su zaguero, amagando a la perfección, y profundizó con su estilete rematador y el sotamano como un artista. A los saques de Aimar entró de volea dos paredes para desactivar el gancho letal de su oponente. Eso se llama inteligencia pelotística.
Me quedo de su recital con el repertorio que lució cuando el marcador registraba un inquietante empate a siete. Rompió el choque a lo grande. De una manera brutal e ingeniosa. Se fue hasta el cartón 13 con un ramillete de exquisiteces. Le contabilicé dos zurdazos a bote al ancho de ensueño. Esas aperturas me recordaron a José Mari Palacios Ogueta. Y dos paraditas al txoko de dibujos animados.
Martija estuvo muy ben en todas las facetas de juego. En el transcurso del peloteo fue muy superior al de Zaratamo, que una vez atravesado el ecuador del duelo dio la impresión que su derecha le funcionaba a espasmos.
Aunque en honor a la verdad hay que subrayar que su puesto para guardar los cuadros largos del frontón no está diseñado para él por una sencilla razón. Urrutikoetxea es un delantero puro, por mucho que se empeñen sus intendentes.
Y para terminar, felicitar al seleccionador de material por el material que eligió para la pelea.