La felicidad fue blanca en San Mamés
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La ruidosa afición del Tottenham acabó por tapar las gargantas rojas de la del Manchester United y celebró por todo lo alto un título europeo tras más de cuatro décadas de esperaLa felicidad fue de etiqueta a San Mamés. Vestía de blanco impecable, en el terreno de juego y en la grada, donde más de 20.000 aficionados del Tottenham vieron ganar a su equipo un título europeo más de cuatro décadas después. La última vez lo hizo en 1984, en la antigua Copa de la UEFA, y este miércoles repitió en el mismo torneo con otro nombre el equipo de Londres, ni mejor ni peor que el Manchester United, cuyos seguidores enmudecieron y abandonaron el campo nada más acabar la final. No escucharon 'Freed From Desire' de Gala, que cantaron a capela los vencedores. Tampoco el 'Paradise' de Coldplay y el 'We Are The Champions' de Queen, reservados para los que Bilbao quedará grabado para siempre en su memoria y en la piel de más de un hincha de los Spurs. El rojo se diluyó en La Catedral, donde lloraron los 'diablos' y los londinenses ascendieron a los cielos.
Las puertas de San Mamés se abrieron a las seis de la tarde, con la gente afanada en pasar todos los controles y encontrar el acceso correspondiente. Hubo anillos de seguridad y verificación hasta el escenario de la batalla por el título, que tardó en llenarse por aquello de que los ingleses estaban de maravilla en la calle con una cerveza en mano u otra bebida espirituosa. Algunos apuraron el tiempo y las copas hasta enfilar el camino del estadio, convertido anoche en el epicentro del fútbol europeo y mundial. En el fondo norte y hasta aproximadamente mitad del campo, la afición del Manchester United tiñó las gradas de rojo; en el lado opuesto todo era blanco con los seguidores del Tottenham. Unos y otros abuchearon al equipo contrario cuando salió a calentar y aplaudieron al suyo como si no hubiera un mañana. Porque no todos los días se juega una final y menos entre dos clubes hundidos en la Premier, agarrados a la Europa League como un panda a su eucalipto. Era el partido que salvaba la temporada, el último as en la manga. Y era de los Spurs.
En el campo del Athletic desaparecieron todas las referencias al club bilbaíno porque el campo era de la UEFA, del United y Tottenham. Los 'speakers' animaban al público con referencias a los dos clubes, a su historia y logros, y la gente respondía con cánticos, gritos, silbidos o aplausos en función de quién se hablaba. Incluso se ponían canciones icónicas de ambos conjuntos, cantadas por unos y abucheadas por otros. A falta de diez minutos para el inicio del choque, los hinchas de Manchester desplegaron un 'tifo' –nada del otro mundo, aunque los de los Spurs ni siquiera enseñaron una sábana– en el que podía leerse 'We've seen it all' (lo hemos visto todo), con una imagen de varios jugadores levantado trofeos. Acto seguido apareció Aritz Aduriz, quien saltó al césped con el título. Cargaba con un premio de más de 15 kilos y sin asas. Lo acabaron por levantar los londinsenses entre gritos ensordecedores de los suyos.
Shaw y Van de Ven
Pasaba poco en el campo y en las gradas, en sintonía con el flojo fútbol desplegado. Siempre resulta curiosa la relación de los hinchas ingleses con los córners, celebrados como si fueran goles. Y no pasaba nada. 'Can't smile without you' –no puedo sonreír sin ti– decía una de las pancartas de los aficionados del Tottenham situada justo por detrás de la portería de Onana, quien vio cómo marcaba Johnson –dio la sensación de que era el autogol de Shaw– el tanto de la victoria. Se vino abajo el muro blanco, mientras que el rojo se quedó mudo. Al igual que el mito de los de Manchester como Alex Ferguson y los ex del United Rio Ferdinand, Paul Scholes y Dimitar Berbatov. Gareth Bale era la cara de la felicidad, como Glenn Hoddle, exfutbolista y extécnico del Tottenham.
En los vídeomarcadores se televisaba el partido y se repetían las jugadas. El público las comentaba con ruido, aplausos y silbidos. Y cantaba. No paraba de cantar. Cuando Van de Ven sacó el remate de Hojlund en la línea de gol, la marea blanca lo celebró incluso más que el tanto de Johnson. Los que vestían de rojo no se lo podían creer, rostros desencajados, miradas al cielo y al suelo. Revivieron con un tiro de Garnacho despejado por Vicario, y los de los Spurs tragaron saliva. También en el minuto 97, cuando el meta sacó un remate de Show que olía a empate.
No hubo para más. Sonrisas y lágrimas. La tristeza iba de rojo y la felicidad de blanco. El Tottenham levantó el título de la Europa League en San Mamés, desde ahora un lugar santo en sus 142 años de historia.
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