El segundo corte por protestas palestinas pone en jaque el futuro de La Vuelta

Javier Guillén pide «colaboración» para acabar la ronda el domingo en Madrid y advierte que «no se contempla un plan B»

Martes, 9 de septiembre 2025

Pasan los días y las protestas propalestinas impiden cualquier jornada de transición en La Vuelta. El polvorín en el que se ha convertido la edición ... en la que se cumplen 90 años volvió a deparar, ayer en Galicia, otro final de etapa deshonroso. Una manifestación multitudinaria, «más de mil personas» según fuentes de la organización, ubicada a tres kilómetros de meta fue incontrolable para la Policía cuando «unas 150 personas» invadieron la calzada. El dispositivo de seguridad redoblado tras los incidentes del pasado miércoles en Bilbao no pudo contener el agolpamiento. «Prever eso y tener fuerzas para evacuarlo es impensable», admite el director de la carrera Javier Guillén, que compareció para mostrar su «rechazo» a un nuevo corte de la carrera, que tuvo que terminar ocho kilómetros antes y privarse del desenlace más apetecible, en lo alto de Castro Herville (Vigo) tras superar rampas duras.

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«No se pueden cortar las etapas. Es ilegal porque lo tipifica tanto el Código Penal como la Ley del Deporte», reprocha Guillén, que no da su brazo a torcer. Hoy La Vuelta sigue su curso. «Nuestro propósito es llevar la carrera hasta Madrid», asegura. Aunque nadie sabe con qué se pueden encontrar por el camino. Ayer, poco antes del inicio de la penúltima subida, la Guardia Civil tuvo que retirar un árbol cruzado en la carretera, talado adrede minutos antes. Los ciclistas siguieron su curso, pero no pudieron hacerlo hasta el final. El caldo de cultivo toma ya una dimensión con el que parece complicado llegar sin incidencias el domingo a Madrid. Máxime cuando no paran de surgir convocatorias para protestar durante las dos últimas etapas, en la Bola del Mundo y en las calles de la capital, que este año además del circuito tradicional por La Castellana y la Gran Vía pretende pasar por la Puerta del Sol y la calle Mayor.

Pero para llegar al fin de semana aún quedan días. El pelotón deberá atravesar hoy Ourense y El Bierzo leonés, mañana Valladolid, en una prueba contrarreloj, y pasado Salamanca, dónde nada parece augurar que la situación vaya a ser más fácil de controlar que en Galicia, Asturias o País Vasco, cuando el movimiento social comenzó a ser arrollador para La Vuelta. «Se están haciendo grandísimos esfuerzos y pedimos colaboración para sacar adelante la carrera, expuso ayer Guillén.

Por el momento, sus socios de ASO, el organizador del Tour, son los únicos que parecen echarles una mano. Su director general, Yann Le Moenner, pidió al equipo de Israel que abandonara la prueba al igual que ha hecho La Vuelta en varias ocasiones. El poder para expulsarle tras ganarse el derecho a participar por méritos deportivos lo tiene la Unión Ciclista Internacional, que descarta esa posibilidad bajo el amparo de la postura del Comité Olímpico Internacional, que no ha apartado al país hebreo de ninguna competición como sí hiciera en su momento con Rusia.

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El equipo tampoco atiende a razones de los organizadores para marcharse, ya que sentaría un precedente por el que entienden que apenas podrían competir en el futuro. «Entonces ocurriría lo mismo en todas las competiciones. ¿Sería mejor que no estemos aquí? Seguramente sí, pero me gustaría también que se pusieran en nuestro lugar», expuso Óscar Guerrero, director deportivo del equipo israelí. Así que la patata caliente la tiene La Vuelta, mientras que en el seno de los equipos hace una semana ya que cunde la preocupación. En ellos se asienta la sensación de que en cualquier momento puede ocurrir «una tragedia», como calificó Javi Romo lo que pudo suceder cuando un manifestante trató el domingo de entrar en la carretera y provocó la caída que ayer le hizo abandonar.

El clima de tensión empezó a ser palpable desde que los ciclistas puso un pie en España. Hasta entonces, al igual que en el Giro y el Tour, la protestas habían sido pacíficas o disueltas, sin afectar al desarrollo de la prueba. Todo cambió en la quinta etapa, una contrarreloj por equipos en Figueras, en la que un grupo cortó la carretera al paso del equipo del Israel. Si bien los siguientes días se desarrollaron con relativa normalidad, la intensidad de las protestas se intensificaron con la llegada a Euskadi.En Navarra los manifestantes provocaron la caída de Petilli (Intermarché). Al día siguiente, en Bilbao, la tensión se multiplicó y provocó la suspensión del final de etapa. Hubo intentos de bloqueo en Enekuri, el Vivero, el Angliru, en Galicia. Además, varios días se ha hackeado la emisión de Radio Vuelta, la frecuencia en la que los equipos y la organización están al tanto de todo lo que ocurre. Lo mismo escuchan que el ataque de un corredor que un 'Palestina, libertad' o 'Boikot a Israel'. De nada sirve que el Israel se borre el nombre del maillot si su propietario Sylvan Adams y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, hacen gala de su cercanía. La clase política española debate sobre lo que es y lo que no un «genocidio». En medio queda La Vuelta, que lanza un grito desesperado de complicidad por su supervivencia.

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Las protestas propalestinas obligaron a que Landa se jugara una victoria de etapa al sprint. No era el mejor desenlace. Ni para La Vuelta ni para el alavés. Mano a mano con Egan Bernal. El colombiano también ha perdido mucha explosividad, pero tiene más chispa. Lo que más echa en falta el de Murgia a las puertas de cumplir los 36. Le pasa como a otros ídolos, Vicente Trueba o a Marino Lejarreta. Si llegaban en un grupo de siete ciclistas, quedaban séptimos. Si eran diez, décimo.

Ayer Landa solo podía ser primero o segundo. Y después de seis años sin un triunfo parcial (cuatro desde su victoria en la general en la Vuelta a Burgos), de dinamitar la escapada con un ataque a 60 kilómetros de meta, de verse recuperado de piernas tras la dura caída del Giro, más cerca que nunca de volver a levantar los brazos, de repente todo se le volvió a poner en contra. Una vez más. A 14 kilómetros del final, en el alto de Castro Herville, le dijeron que se 'bajaba' la meta a Mos. Solo quedaban entonces 6.000 metros, todos en bajada. Colaboró con Bernal para que Rolland no les diera caza. Solo podía ser primero o segundo. Fue segundo.

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Landa lo intentó. Fue el primero en levantarse de la bici y lanzar el sprint. Pero Bernal le rebasó enseguida en la cuesta en la que la organización trazó una raya blanca en el asfalto, que equivalía a la meta. En el lado derecho, a la puerta de un garaje, se situó un juez, carpeta en mano, para apuntar los tiempos. A diferencia de Bilbao, La Vuelta estableció que sí habría ganador de etapa pese a que el panorama deportivo quedaba eclipsado. Y ese vencedor fue Bernal. Se quedó sin levantar los brazos por la inquietud de sí esa línea que había cruzado era la meta o estaba en la pancarta de 8 kilómetros que veían unos metros más adelante. Por si acaso, fue el primero en los dos puntos.

«Pese al final, lo considero una victoria sí. Un buen día para recordar», aseguró. Hace cuatro años se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de Bogotá. Entrenando, se estampó contra un autobús. Pudo quedarse tetrapléjico. No paró de trabajar para volver a competir, aún sin alcanzar el nivel con el que ganó el Giro y el Tour. Ahora ya tiene triunfos en las tres grandes. Además, también victorias etapas recortadas. Por razones climáticas en el Tour de 2019 y en el Giro de 2021. Ahora por la matanza de 63.000 personas en la Franja de Gaza. A casi seis minutos llegaron los favoritos, que desperdició otro día para marcar diferencias.

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A casi seis minutos llegó el pelotón de los favoritos encabezado por el misma. Eran los únicos con buena cara. Bromeaban incluso a la espera de ser recogidos, juntos al resto, por los autobuses de los equipos. Los únicos que rodaron por los ocho kilómetros finales. En sentido inverso a una Vuelta de La Revuelta. La que todo le sale del revés.

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