La Vuelta
La ambición de Vingegaard desata la tormenta en el UAEEl danés doblega a Almeida, que lamenta la falta de ayuda de sus compañeros, revienta a Ciccone y acecha el liderato de Traeen el día que Valdezcaray descubre el potencial de Markel Beloki
En la salida de Alfaro, Vingegaard dejó en manos de «algo inusual» el lanzar su primer ataque de La Vuelta. «No es el tipo de ... final en el que se vean grandes cambios en la clasificación general», dijo sobre Valdezcaray. Antes, se pasaba por Santo Domingo de la Calzada, el pueblo en el que el santo revivió a un ahorcado y luego a una gallina asada. Pocas cosas más extraordinarias. Inusuales. Más que suficiente para que sus palabras quedaran en papel mojado bajo el aguacero que caía en la subida a la estación de esquí riojana. Aunque más que con la lengua, los ciclistas hablan con las piernas. Las del danés proclamaban su fortaleza al inicio del puerto. «Ahí he decidido hacer del día una lucha para la general».
💥 Jorgenson launches Vingegaard with a big acceleration! Only Ciccone can follow
— La Vuelta (@lavuelta) August 31, 2025
⚡️ ¡Lanzamiento de Jorgenson y ataque de Jonas Vingegaard! Ciccone, el único que puede seguirle#LaVuelta25 pic.twitter.com/kYqVVLHF38
Tiraba el Lidl-Trek, como en cada etapa. «No nos rendiremos a la primeras de cambio», pregona Pedersen. La victoria se les volvió a escurrir. A 11 kilómetros de meta, Vingegaard vuelve a hablar. ¿Podéis acelerar? Le respondieron sin hablar. Se vivió un deja-vu.En el Tour, Pogacar sentenció la carrera en Hautacam tras una aceleración brutal de Narvaez y el ataque del esloveno. El Visma usó la misma táctica, salvo que en un puerto con pendientes menos inclinadas. Jorgenson entró como elefante en una cacharrería, con el danés soldado a su rueda. Solo Ciccone pudo aguantar la embestida. Vine lo intentaba por detrás. Giró la cabeza y vio a su líder, ya el único, Almeida varios metros más atrás. «No nos lo esperábamos. Salieron fortísimos y no conseguimos cerrar el hueco de inicio».
El motor del luso es diesel. Le falta reprís. Es de los que se queda en los cambios de ritmo y vuelve. Pero cuando se acabó el amparo de los árboles, Vingegaard atacó con todo. Improvisó. «Pensaba que estaba más cerca del final cuando ataqué. Me sorprendí de ver la pancarta de los últimos 10 kilómetros». Los últimos eran muy tendidos. Ahí es donde tenían que hacer la diferencia. Ciccone aguntó un kilómetro a su rueda antes de quedar ahogado. Reventó tanto que no pudo subirse al tren que comandaba Almeida. Pidcock, Gall y Bernal le escuchaban maldecir. Los fuegos artificiales pillaron mal situado a Marc Soler, mientras que Ayuso se había dejado llevar sin ni siquiera haber empezar el puerto. Llegó a 21 minutos. Para el valenciano, no tenía sentido «apretar por apretar». «Estaba cansado y no iba a poder ayudar mucho». Al de Caldas da Rainha no le gustó verse solo 10 kilómetros. «Eché menos a mis compañeros. Al final nadie estuvo conmigo», expresó en meta algo más calmado que en la ascensión.
Pidcock, que fue segundo en la meta, desveló que el luso le pidió que le echara agallas. «Si hubiera ido más lento, le hubiera dado más relevos», justificó. El británico fue el único que aguntó como pudo el ritmo furioso del lusitano, pero esperaba otro desenlace, uno como el del 88, la primera vez que se subió a Valdezcaray. Hubo un sprint de 27 ciclistas y ganó Sean Kelly, del KAS. Por eso su equipo, el invitado Q36.5 colaboró con el Lidl durante la parte horizontal de la etapa. De salida creía que podía resistir en un puerto largo (13 kilómetros) pero sin grandes rampas (una media del 5%). «Sobre todo con la velocidad a la que subimos». Eso fue lo inusual.
El duelo entre Vingegaard y Almeida fue precioso. Dos ciclistas a escasos metros de diferencia, con la mirada al frente, los dientes apretados y las piernas humeando. La ascensión, repleta de gente, y la aparición de la lluvia mejoró la decoración. El mejor ciclismo. Almeida también reventó a Bernal, cortó a Gall y estuvo muy cerca de la estela de Vingegaard. A 10, a 8 segundos. Así cuatro kilómetros. Hasta que el portugués necesitó aire. Levantó un poco el pie. Pidcock tampoco tenía fuerzas para pisar el acelerador que les llevara a Vingegaard, desencadenado. 24 segundos al dúo, un minuto a Gall, y 1:46 al resto de favoritos en dónde llega Traeen, que llega líder a la jornada de descanso pero ya solo con 37 segundos. 38 le saca el danés a Almeida, aunque el danés insiste en que no corría por el maillot rojo. Como en Alfaro.
Esta ciudad del este riojano reserva el penúltimo fin de semana de agosto para despedir a las cigüeñas. En la Colegiata de San Miguel Arcángel barroca, imponente ya de por sí, anida la mayor colonia de Europa de estas aves migratorias. Tienen su propia ronda, 3.000 kilómetros en solo 15 días de vuelta a Senegal, donde pasan el invierno. Para los ciclistas fue un visto y no visto. Atravesaron como un rayo la Rioja Baja en busca de formar una fuga que tenía visos de triunfar. Después de 60 kilómetros, al paso por Arnedo, el pueblo de los zapatos, hicieron camino Archie Ryan, Kwiatkowski, Hessman, Slock y Vermaerke, que vendieron cara su piel hasta Ezcaray, que en el siglo XVI fue sede de una importante industria textil.
Al poco del giro a la izquierda del inicio de la subida, Vingegaard se desató. «Para ser honesto, creo que no hice del todo mis deberes para esta etapa. Ataqué sin ser consciente de la distancia que faltaba, pero solo me queda seguir pedaleando». El resto lo hizo tras él. Sin entendimiento ni fuerzas para cazar. En el grupo de atrás, La Vuelta descubrió el potencial de Markel Beloki. El vitoriano mostró sus mejores piernas y fue de los más activos. Fue octavo en meta, en la que estaba más contento que Almeida. «Eché de menos a mis compañeros. Al final nadie estuvo conmigo. Es lo que hay». Mientras dejaba de llover, se desataba la tormenta. Mañana jornada de descanso para calmar las aguas y darse un capricho. «Tengo ganas de comer una hamburguesa esta noche», reconoce el líder Traeen, del que tiraron Jogenson y Kuss. «Parecía como si no quisieran que Jonas tuviera el maillot todavía».
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