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Arriba, de izquierda a derecha, Lorena Guréndez, la entrenadora María Fernández, la seleccionadora Emilia Boneva y Tania Lamarca. Abajo, Estíbaliz Martínez y Almudena Cid. Fotografía realizada en el gimnasio Moscardó de Madrid en junio de 1996, tras un entrenamiento. JAVIER MINGUEZA

El legado de Emilia Boneva

Cuatro gimnastas alavesas estuvieron bajo las órdenes de la seleccionadora búlgara, fallecida a los 81 años, que más éxitos dio a la rítmica española

Olga Jiménez

Martes, 15 de octubre 2019

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La norteamericana Simone Biles ha puesto ahora a la gimnasia de moda con sus 25 medallas, pero antes, en la década de los noventa, hubo una seleccionadora, la búlgara Emilia Boneva, que colocó a España en lo más alto. Tenía esa retranca más española que búlgara. Severa en su gesto y en sus métodos, fue capaz de distinguir la relación personal de la profesional para hacer de la disciplina y el conocimiento una revolución en la gimnasia artística. Boneva fallecía en septiembre a los 81 años, tras un largo periodo de salud delicada, con un corazón frágil pero pleno de emociones que se llevó para siempre. Cuando en 1996 tuvo que pasar por el quirófano para recomponerlo, una parte de ese corazón se quedó en España, su segunda casa, donde echaron raíces ella y su familia.

Desde Sofia, su residencia habitual, vio discurrir los fotogramas de una gimnasia que se convirtió en desconocida para la ex seleccionadora. «La gimnasia de Emilia emocionaba, trascendía. Era uno de sus puntos fuertes porque supo sacar partido del carácter español, esa garra y temperamento. Era increíble verlas actuar», explica emocionado Manel Martín, coautor del libro 'Pinceladas de rítmica' junto con su hermana Montse, integrante del equipo que ganó el Mundial en Atenas en 1991.

Este músico, apasionado de la gimnasia, tuvo una relación personal con Emilia Boneva, con la que estuvo el año pasado en Sofía, con motivo del homenaje que le tributaron muchas de sus gimnastas aprovechando la celebración del mundial de la especialidad. «Para muchas niñas fue como su segunda madre. De ahí ese cariño que perduró. Ella supo gestionar la dureza del entrenamiento con el cuidado afectivo y emocional de la gimnasia, una vez finalizado el entrenamiento. No era fácil conseguirlo».

Lo saben las cuatro gimnastas alavesas que convivieron con ella en aquel famoso chalé de Canillejas, donde vivían y se refugiaban tras horas interminables de entrenamiento en el gimnasio Moscardó. Las 'niñas de oro' que lograron el oro olímpico en Atlanta, son hoy en día mujeres, madres, profesionales en diferentes ámbitos laborales, pero sus recuerdos están marcados por la búlgara. «Emilia confió en mí cuando llegué al equipo nacional. Yo no medía la estatura que pedían y Emilia decidió que me quería dar la oportunidad, a pesar de ser bajita. Siempre confió en mí y decidió que yo fuera titular en aquel equipo. La relación que siempre tuve con ella fue como de una madre. De puertas a fuera era estricta y en casa sentía que me protegía», recuerda Tania Lamarca, que tuvo una relación más cercana en los últimos meses de vida de Boneva.

Las 'niñas de oro' de Atlanta 96. De izquierda a derecha, Nuria Cabanillas, Tania Lamarca, Lorena Guréndez, Estíbaliz Martínez, Marta Baldó y Estela Giménez. Todas tenían entre 15 y 17 años. E. C.

Su apuesta fue tan firme, que las vitorianas encajaron a la perfección en aquel equipo diseñado para triunfar. En plena inocencia, Lorena Guréndez fue llamada por la selección. Sólo tenía 14 años y venía de haberse proclamado campeona de España junior. «Además de grandísima entrenadora, sabía ver más allá de lo que es el aspecto puramente gimnástico. La cabeza es importante en este deporte, y sabía elegir perfiles de gimnastas con la cabeza bien amueblada para luego saber competir. Era disciplinada, y apostó por la diferencia. Metió a nivel técnico esa dificultad terrible que otros países no tenían. Mezclado todo, lograba obras de arte en el tapiz», explica la vitoriana, desvinculada ya de la gimnasia y centrada en su centro de fisioterapia.

El bolígrafo y la báscula

Estíbaliz Martínez tuvo la ocasión de viajar a Sofia en 2018. Sabía que iba a ser la despedida y quiso acompañarla. De sus recuerdos, rescata con cariño las vivencias del chalé de Canillejas. «El tema de la báscula siempre lo teníamos presente. Era una pelea particular. Tengo el recuerdo de apuntar el peso, y apuntarme con el boli tieso y preguntarme qué había pesado. Yo siempre me tenía que cuidar el peso. 'El capítulo de Emilia y la báscula' lo llamaba. Pero no tengo mal recuerdo. Emilia hacía que no se enteraba, pero era difícil engañarla. Lo que ocurrió en aquel chalet de Canillejas forma parte de nuestras vidas y recuerdos», apunta la exgimnasta, ahora instructora de pilates.

Si la formación por equipos tuvo un sello inconfundible en aquellos años dorados, la gimnasta referente en categoría individual fue Almudena Cid. La vitoriana llegó a disputar cuatro finales olímpicas retirándose en 2008 en la cita de Pekín. A través de sus redes sociales, escribía hace unos días una emotiva despedida en la que destacaba «el cambio generacional que hiciste, dándome la oportunidad de ir a mis primeros Juegos Olímpicos. De ti aprendí que la disciplina y el respeto te daban un premio así. Recuerdo cómo se quejaba tu corazón intentando llegar a la clausura de los Juegos Olímpicos. Ahí sentí que también debíamos cuidarte. Porque, ¡sí!, ocupabas el lugar de persona invencible endosando ese chándal de líder. Mi carrera no hubiera sido tan extensa de no ser por tu apoyo. No habrá agradecimiento suficiente para ensalzar tu amor, tu apoyo y tu aportación a la historia de nuestro deporte», concluía en su mensaje.

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