No sé si alguien recordará que unas semanas atrás me deshice en elogios hacia 'Anne with an E' y me declaré maravillada con la espontaneidad, ... la frescura y la ingobernable locuacidad de su pelirroja protagonista. En fin, ya dije entonces que acababa de empezar a ver la serie... Ahora he llegado a la tercera temporada y confieso que estoy por bajarme del carro. La adorable huerfanita del comienzo, que era una fantasiosa y una rebelde a su aire, se ha convertido en un panfleto ambulante de lo políticamente correcto. Y la serie en sí, en una especie de 'La casa de la pradera' del perfecto progresista. Como criticaba Boyero al referirse a la última de Almodóvar, aquí también se tocan todos los palos: racismo, homofobia, machismo, emancipación de la mujer, ecologismo, defensa de las minorías... A veces todo ello en el mismo capítulo.
Y si no se ha hecho referencia a las fosas del franquismo es porque la acción transcurre en el siglo XIX. Pero, a este paso, tampoco lo descarto... De verdad, vale ya de moralina. Estoy de acuerdo con la mayoría de esos postulados, pero dejen por favor de adoctrinarme. No conviertan en religión lo que muchos ya pensamos. Yo he creído ser progre toda mi vida, hasta que empezaron a imponérmelo como catecismo.
Y ya tuve bastante con el católico, como para tener que memorizar ahora «¿Eres de izquierdas? Sí, por la gracia de Marx», so pena de ser desterrada al infierno de los fachas. Hay quien está llevando la trinchera y la militancia a límites insoportables. Ahora resulta que hasta la muñeca Barbie tiene que ser activista... Anteponer la ideología a la realidad, limita, divide, enfrenta, y a la larga es peligroso. Qué ingenua he sido. Me ha costado comprender que esta Anne lleva una e de educadora social. O, peor, de evangelista.
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