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Después de «casi toda la vida pensando, leyendo, tomando notas» sobre Cervantes, de ponerse a escribir en serio hace ya doce años y de haber ... escrito, al final y en total, unas tres mil páginas sobre la vida y la obra del autor del Quijote, cabe preguntarle a Álvaro Espina cómo se siente ahora que ha publicado la tercera y última parte de la trilogía 'Cerbantes' (editada por Suma de letras). Dice que «relajado». No es para menos. Lo cual no significa que su relación literaria con uno de los grandes de las letras universales haya llegado a su fin por completo. Aún le queda, para publicar sin prisas, el «Quijote primigenio, los borradores y el esqueleto que terminarían siendo el Quijote que conocemos. Estoy añadiendo textos y quiero publicarlo con las ilustraciones de Gustave Doré», adelanta. Pero eso será tema de otra entrevista, porque ahora es el turno de 'Cerbantes. El combate de las letras' con un Miguel bastante menos viajero que en las dos primeras entregas y que no para de escribir aunque sea solo en los ratos que le deja la necesidad de ganarse la vida.
- ¿Cómo resumiría la figura de Cervantes que presenta en cada uno de los tomos? Vemos tres etapas muy diferentes...
- En el primero es un estudiante avezado que llega a Madrid con su familia y al que su maestro, Juan López de Hoyos, pone como preceptor de la hija de los Príncipes de Éboli. Es lógico pensar que fuera así aunque sea todo ficción, dado que era el trabajo de aquellos estudiantes. Este trabajo le permite ver lo que pasa... y es obligado a huir de España. En el segundo tomo, es un viajero que realiza actividades muy variadas: es cambista, por ejemplo, conecta con conversos judíos que tienen un banco; es marino y va a Lepanto, Navarino, Túnez, Lisboa; visita las distintas Cortes italianas. Se ven algunas historias que ya venía escribiendo. Y justo cuando le dicen que puede volver a España antes de los diez años a los que le habían condenado, es hecho prisionero por los berberiscos y pasa en Argel cinco años. Y va a ser espía en Orán.
- En esta última parte es menos viajero, está más asentado.
- Inicialmente estaba pensada como una tetralogía, así que tenía más páginas para narrar sus últimos 35 años de vida, que son los que están aquí. Lo que vemos es un Miguel que está de vuelta en España y que tiene que conciliar sus trabajos con su pasión por la escritura.
- ¿Ese es uno de los sentidos del título, el combate de las letras?
- El primero es esa escisión literaria entre Lope y Quevedo por un lado y Miguel y Góngora por el otro; Lope y Quevedo son hombres del régimen, empleados de duques y marqueses, pese a que Lope bien podría haber vivido de su obra, y Miguel y Góngora (que era un prebendado de la Catedral) son muy críticos en todos los aspectos. El segundo sentido es esa lucha por escribir, porque Cervantes vive a salto de mata y no siempre puede hacerlo. No puede dedicarse a la novela larga porque no tiene tiempo, está siempre yendo a embargar una cosecha o recaudar unas alcabalas. Solo puede escribir a trocitos.
- Es interesante ese aspecto de su vida que describe en la novela.
- Tiene que ir con la mula por toda Andalucía y hasta Extremadura en el desempeño de su trabajo y en las mismas latas en las que mete los documentos oficiales va metiendo sus notas, trocitos de papel con sus indagaciones; le gusta preguntar a la gente por sus vidas, escuchar, y eso hace que su creatividad sea más rica. Cuando vuelve a casa en Esquivias, Catalina le ayuda a ponerlo todo en orden. Y por eso pasa veinte años sin poder componer una novela tras 'La Galatea', porque no puede conciliar su oficio de recaudador con su papel de escritor.
- Y encima ahí está el impresor exigiendo más pliegos. ¿Como un editor hoy?
- Yo eso no lo he conocido, pero sí, Miguel tiene que ir ampliando las historias como le pide el impresor.
- Ya desde las primeras páginas se sabe que esta es una novela que va a hablar de literatura: los personajes pasean por Salamanca y dicen que allí está la cuna de la novela española.
- Hablan del Lazarillo y la Celestina, y además allí estaba el núcleo más importante de literatos de la época y Miguel dándose de hocicos con ellos con Fray Luis de León como maestro. Este les dio un mandato: el de fijarse en los clásicos -griegos, romanos, hebraicos- y hacer de ellos otra cosa anclada en la gran tradición. Y mientras que Lope de Vega romperá por completo con ese mandato, Miguel de Cervantes lo seguirá al pie de la letra. Le costará despegarse, pero es tal su genialidad que va a llevar los clásicos a algo diferente.
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