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Ciencia y tecnología

El cerebro del cuervo

Ornitología ·

Gracias a diferentes estudios, hoy sabemos que estas aves son capaces de resolver problemas con cierto nivel de abstracción

mauricio-josé schwarz

Viernes, 5 de junio 2020, 16:34

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Una de las fábulas que se le atribuyen a Esopo relata la historia de un cuervo que encuentra una jarra de agua fresca que no puede alcanzar porque su nivel es demasiado bajo y el cuello de la jarra demasiado estrecho como para meter la cabeza. Luego de intentar tirar la jarra, el cuervo empieza a echar guijarros dentro, de modo que suba el nivel de agua hasta donde puede beber.

A primera vista, esta fábula es otro ejemplo de una fantasía que da a los animales características humanas (como la comprensión de cómo un sólido puede desplazar el agua, ni más ni menos que el principio de Arquímedes) para enseñarnos moralejas como 'la necesidad es la madre de la invención' o 'vale más maña que fuerza'. Parecería quizás una elaboración sobre la proverbial inteligencia de los cuervos con fines meramente literarios.

Pero en 2009 un grupo de investigadores decidió ver si la fábula tenía alguna base real. Enseñaron a unos cuervos a levantar piedras y los enfrentaron a un desafío: en un tubo había un apetitoso trozo de comida flotando en agua a un nivel demasiado bajo para que lo alcanzaran. Pronto, los cuervos empezaron a poner piedras en el tubo para que subiera el nivel y poder alcanz antes las piedras más grandes que las pequeñas, como si (esto no lo podemos saber con certeza) supieran que así subiría más rápido el nivel del agua. Luego probaron que eran capaces de elegir preferentemente objetos sólidos que huecos y que flotaran.

Quizás el fabulista había visto a un cuervo llevar a cabo la hazaña. Después de todo, hoy sabemos, gracias a estudios minuciosos sobre estas aves, que su inteligencia no es una fábula. Son capaces de resolver problemas con cierto nivel de abstracción, de encontrar soluciones ingeniosas como dejar caer en la carretera nueces demasiado duras para sus picos y esperar a que los autos las aplasten abriéndolas, o de crear y usar herramientas (por ejemplo, doblar un alambre para crear un gancho con el cual alcanzar un trozo de comida). Entre los córvidos, familia a la que pertenecen varios tipos de cuervos, cornejos, grajos, grajillas, rabilargos, arrendajos y urracas, son especialmente inteligentes los pertenecientes al genus corvus, como el muy estudiado Corvus moneduloides o cuervo de Nueva Caledonia, del que se ha dicho que es al resto de los córvidos lo que nosotros somos a nuestros parientes primates.

Lo que hace tan inteligentes a los cuervos es evidentemente su cerebro. Aunque uno pensaría que en términos absolutos el cerebro de un cuervo es mucho más pequeño que el de otros animales que consideramos inteligentes, como los delfines o los elefantes, los estudiosos han podido determinar que lo importante es el tamaño relativo del cerebro respecto del tamaño del cuerpo, lo que se conoce como 'cociente de encefalización' o CE. Esta medida, aunque no exacta, nos permite saber algo sobre las capacidades cerebrales de distintos animales. El CE humano es de entre 7,4 y 7,8; el del delfín más común, 4,14; el de los miembros de corvus es de 2,49, prácticamente el mismo que el del chimpancé, mientras que una oveja tiene solo 0,8.

Gran densidad neuronal

Otra medida indicativa de la inteligencia es la densidad neuronal, es decir, el número de neuronas por gramo de cerebro. Las aves en general tienen una densidad por encima de la de los primates, de modo que sus cerebros tienen una alta capacidad de procesamiento para su tamaño. Los córvidos cuentan con una densidad mayor y la más alta que conocemos es la humana.

El cuervo, sin embargo, no tiene neocórtex, la parte de la corteza cerebral de los mamíferos implicada en las funciones de alto orden, entre ellas la cognición, el razonamiento espacial y el idioma. En su lugar, las aves tienen una estructura llamada 'nidopallium caudolaterale', que se ocupa también de las funciones cognitivas y que en el cuervo está especialmente desarrollada y tiene plasticidad neuronal, es decir, que sus células cambian durante las tareas de aprendizaje. Esta estructura es un ejemplo de evolución convergente, que ocurre cuando dos rutas evolutivas totalmente distintas llevan a una solución similar. El ejemplo más conocido de evolución convergente es el ojo con cámara, que evolucionó de modo independiente en cefalópodos como el pulpo y el calamar, en cnidarias como las medusas de mar y en los vertebrados. Cuando hace 300 millones de años se separaron los caminos evolutivos de aves y mamíferos, no habían aparecido aún las estructuras cerebrales complejas, de modo que el neocórtex y el nidopallium se desarrollaron independientemente para abordar tareas cognitivas y ejecutivas.

La evolución de estos peculiares cerebros tiene su propia historia. Un estudio reciente que analizó los tamaños de los cerebros de las aves y los dinosaurios no aviares era comparable hasta el momento de la gran extinción del cretácico. Después de esta, proliferaron las aves ocupando nichos ecológicos que habían quedado vacantes y la misma presión de selección que favoreció los tamaños pequeños de los cuerpos de las aves comparados con los dinosaurios impulsó el tamaño de los cerebros.

Los homínidos de las aves

O, más exactamente, en palabras de uno de los investigadores, muchas familias de aves «evolucionaron cerebros proporcionalmente más grandes reduciendo el tamaño de su cuerpo mientras el tamaño de sus cerebros se mantuvo cercano al de sus ancestros», haciendo aumentar así su cociente de encefalización.

Pero, mientras en algunos casos los cerebros de los dinosaurios avanzados y las aves primitivas son comparables, dos grupos experimentaron un crecimiento cerebral notable en épocas relativamente recientes: los loros y los córvidos. Al unirse la reducción del cuerpo con el crecimiento cerebral, tenemos aves enormemente inteligentes. El doctor Jeroen Smaers de la Universidad Stony Brook, uno de los descubridores de este proceso evolutivo, afirma que los cuervos son los homínidos del reino de las aves. «Como nuestros ancestros, experimentaron la evolución de cerebros proporcionalmente masivos».

Lo suficiente como para asombrar a algún fabulista de hace más de 2.000 años con su truco de la jarra de agua.

Una inmerecida mala fama

Solo por su color, los cuervos se han asociado con malos presagios y con brujas y aquelarres. Pero además, al ser depredadores, tienen fama de robar huevos de otras aves y reducir sus poblaciones. Un metaestudio de 2015 que analizó los impactos de distintos cuervos sobre 67 especies de aves que son sus presas, usando 42 investigaciones diferentes, demostró que también esta mala fama es inmerecida. En el 81% de los casos, los córvidos no tuvieron impactos observables en la población de sus presas, e incluso en 6% de los casos, la relación presa parece tener relaciones beneficiosas para las presas. Otro mito demolido.

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