«Juan Carlos I se cree intocable, pensaba que podía hacerlo todo»
Ramón Fontserè, el hombre que se metió en la piel de Franco, Pujol o Dalí, encarna al emérito en 'El rey que fue', el regreso de Els Joglars al Arriaga: «Se van a reír hasta los republicanos»
Ramón Fontserè (Torelló, Barcelona, 1956) calca en 'El rey que fue' la voz y gestualidad de Juan Carlos I, un monarca en el exilio dorado, ... que a pesar de mil escándalos sigue exigiendo genuflexiones y tocando el culo a las camareras. Así le representan Els Joglars, con Albert Boadella dirigiendo tras doce años ausente, en la cubierta de la goleta 'Superbotín', emperrado en cocinar una paella en el Golfo Pérsico. Tres funciones en el teatro Arriaga desde este viernes 13 de junio al domingo 15.
–El Joglars es la compañía teatral privada más antigua de Europa.
–En 2026 cumpliremos 65 años. La compañía se fundó a finales de 1961 y el primer espectáculo fue al año siguiente. Yo debuté con 'Teledeum' en el 83. Pensaba que iba a quedarme un año, pero la obra provocó una gran convulsión en la sociedad, con el primer gobierno de Felipe González. Tuvimos una gira estupenda por toda España llena de atentados, misas de desagravio, denuncias por blasfemia... Y pensé, caray, esto del teatro sí que tiene potencia. Aquí sigo 42 años después.
–De la misma manera que en la obra se repasa la historia de España con la vida de Juan Carlos I, las obras de Els Joglars trazan un retrato de este país los últimos sesenta años.
–Sí. Recuerdo 'Virtuosos de Fontainebleau', estrenada cuando España entró en el Mercado Común, aquellos intelectuales que acababan abrazando la cultura española, las moscas y el flamenco. Y no hablemos de los 'Ubús', 'Yo tengo un tío en América' en el 92... Nuestro teatro se inspira en la realidad circundante, somos notarios de un tramo de vida.
–La sátira de 'El rey que fue' no esconde las cualidades de su protagonista.
–Le damos la oportunidad de que se defienda, que explique por qué actuó de esa manera en los asuntos por todos conocidos: sexo, dinero... Lo hacemos a través de la figura de un bufón que viaja en el barco, el hijo de un amigo que le canta las cuarenta. No obviamos los trapos sucios, pero debajo de la corona está la condición humana. Esta es una tragicomedia más que una sátira. Repasamos momentos pasados de su vida desde el presente.
–¿Y ha llegado a alguna conclusión sobre la condición humana del personaje?
–Sí. Puedes ser rey y tener privilegios, pero los sentimientos de soledad y ostracismo son comunes a todos los seres mortales. Pienso que ser rey no es una bicoca, desde que nacen están condenados, no tienen escapatoria. El peso de una dinastía es terrible, deben aguantar y procrear para que se perpetúe; de eso el rey viejo ha hecho bastante en todas partes... Es como el 'hereu' de las masías catalanas, que tenía que mantener las tierras y la casa.
–Lo que está claro es que ni él ni los españoles hubiésemos querido este final.
–No. Juan Carlos es un rey a la antigua, no se recicló. Las monarquías actuales son distintas. Él se considera un rey absoluto, su referente es Luis XIV. A pesar de ser un hombre campechano y abierto es el rey y lo sabe. Se cree intocable y la ejemplaridad no fue lo suyo. Se pensaba que podía hacerlo todo.Su hijo, Felipe VI, es un hombre recto, parece un cartujo, todo lo contrario de su padre.

–Sostiene que muchas veces el público del teatro no se atreve a reír por la corrección política. ¿En 'El rey que fue' se va a reír?
–Claro, incluso se van a reír los republicanos. Hay situaciones hilarantes por los contrastes del personaje. Y otras muy trágicas, como su vida. Hablamos de una mirada shakesperiana, porque Shakespeare, Molière o Valle-Inclán le hubieran dedicado obras. Su vida, desde que nace hasta la actual soledad en el exilio, es un material dramático muy potente. Sí, Shakespeare, tan aficionado a las monarquías, se hubiera vuelto loco con Juan Carlos I.
–¿Cómo ha sido el reencuentro con Albert Boadella después de doce años?
–Mantiene el mismo espíritu libre y la valentía de antes. A pesar de su edad (a punto de cumplir 82 años), conserva una energía y vitalidad sorprendentes. En los ensayos acabábamos pidiendo tiempo, porque no paraba. Es un artista del Renacimiento, un hombre con el que puedes hablar de todo y que escucha.
–Ha sido Franco, Pujol, Dalí, Pla, Juan Carlos I... ¿Cómo logra captar el alma de estos personajes?
–El secreto es trabajar muchas horas. Me apasiona mi oficio, intento profundizar en estos personajes y jugar como un niño. Cuando representas a gente real tienes que dar en la diana, resultar verosímil, porque si no, la obra se cae. Has de absorber los estímulos rítmicos del personaje, poseerlo de una manera casi física. Durante hora y media juegas a ser Dalí, Franco...



–A Els Joglars les han tirado huevos, ametrallado en el teatro, apuñalado a un actor, querellado por blasfemos... Ahora usted lamenta que la gran inquisición está en las redes sociales.
–Hay una pandemia de ofendidos. El teatro tiene que servir para hacer reflexionar y molestar. Pero si no puedes hacer nada porque todo el mundo se molesta se acabó la comedia, Aristófanes, la sátira, la comedia del arte, los Monty Python, Dario Fo. Las redes sociales son magníficas, puedes leer a tus columnistas favoritos, pero tienen una parte bandarra y despreciable de insultos.
–Habrá quien diga que blanquean a Juan Carlos I.
–Ha habido gente que lo considera un retrato muy justo. Y monárquicos que nos recuerdan que estuvo rodeado de malos consejeros. Y otros, sí, han dicho que blanqueamos al emérito y que nos hemos vuelto dóciles. A estos últimos les diría que hagan su contrarrepresentación. Nosotros no nos hemos autocensurado, creo que es un retrato justo y realista de la intimidad de un rey.
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