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Kiko de la Rica, exultante el sábado en la entrega de los Goya. efe

«Está bien que te guste el cine, pero lo importante es saber vivir y saber mirar»

El bilbaíno Kiko de la Rica, director de fotografía de 'Mediterráneo', mantiene su talante independiente y versátil. «Mi sistema es el tradicional UPB: Un Puto Boli»

Martes, 15 de febrero 2022, 01:15

Séptimo de nueve hermanos, tiene claro que los más brillantes de la familia eran los mayores. «Ellos optaban por las buenas carreras, sabían inglés y ... todo lo demás. Cuando se llegaba a mí, empezaba el desastre», confiesa Kiko de la Rica (Bilbao, 1965), con un punto socarrón muy propio. Flamante ganador de un Goya a la mejor fotografía por 'Mediterráneo', de Marcel Barrena, mantiene a raya el ego y la vanidad. Tiene casi 30 años de carrera y en 2013 ya recibió un cabezón por 'Blancanieves', de Pablo Berger. En esta última pulió un blanco y negro de tintes goyescos para recrear una fábula de sangre y arena, mientras que en la segunda afinó el foco a ras de tierra y a ras de mar para ser fiel a la epopeya de los socorristas que viajan hasta Lesbos para ayudar a los refugiados que cruzan el Mediterráneo.

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Son proyectos muy distintos, de los que le gustan. En su filmografía, lo mismo destaca 'Las brujas de Zugarramurdi' que 'Días de fútbol', 'Kiki, el amor se hace' o 'Ma ma'. «Busco la variedad. Los cineastas te cuentan su historia y tú debes adaptarte. ¿En qué consiste nuestro trabajo? En hacer bien tu labor y no ser protagonistas. Que no se note, que no deje a nadie con la boca abierta. La fotografía es la caligrafía y el acento del lenguaje cinematográfico. ¡Nunca debemos estar por encima!». La calidad se encuentra en el equilibrio y la identificación entre fondo y forma. Nada más triste que los espectadores aplaudan la fotografía y piensen que la película flojea. «Eso es terrible y algo totalmente ilógico. ¡Un desastre! No tiene ningún sentido. Los directores son los creadores y si la historia no llega, entonces nada funciona. Ni la fotografía, ni nada».

Vocación muy temprana

Orgullosamente autodidacta, Kiko de la Rica descubrió su vocación a los 12 años, cuando acompañaba a uno de sus hermanos mayores, que estudiaba Bellas Artes y pintaba paisajes. «Nos íbamos de excursión por todo el País Vasco en su Volkswagen. Yo hacía fotos y luego él plasmaba las imágenes en un lienzo. Teníamos un laboratorio para revelar en casa y aquello me parecía magia». Más adelante, no dudó en elegir la rama de Imagen y Sonido en FP, en Erandio, de donde salió «con ganas de trabajar pero sin sueños de fama y gloria». En sus inicios se dedicaba a poner focos en las misas de los domingos y partidos de pelota que programaba la ETB. «Eran unos muy potentes que me compré gracias a una subvención del Gobierno vasco», recuerda con orgullo. Muy pronto empezó a formar piña con jóvenes directores como Álex de la Iglesia, Julio Medem, Esteban Ibarretxe, Juanma Bajo Ulloa...

Ya entonces era un verso suelto, independiente «y muy poco contaminado». No se adscribía a ninguna corriente estética o nacional. Poco le importaba lo que se cocía en Francia, Alemania o el resto de España. Él se limitaba a escuchar al realizador de marras «para cogerle de la mano y avanzar juntos». Nunca le ha obsesionado la tecnología, pese a que fue el primero en sacar adelante una película española en formato digital de alta definición: «Aquello fue en 'Lucía y el sexo', en gran parte porque Julio Medem quería largos planos sin cortar y le pesaba el engranaje del rodaje. Buscaba continuidad, sin límites». Por lo demás, él defiende el «sistema tradicional de toda la vida» que resume con las siglas UPB: «Un puto boli».

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Amante del monte y sobre todo del mar, conserva su casa familiar en Getxo y siempre que puede vuelve al norte. Vive en Madrid desde hace 17 años y, aunque le han tentado, no piensa echar raíces en Estados Unidos. Es académico de Hollywood, pero no cree que en Los Ángeles haya más estrellas que en el cielo. «Está bien que te guste el cine, pero lo importante es saber vivir y saber mirar». Lo que más valora de su oficio es el rodaje y no tanto el resultado; igual que en la vida, «lo que deja poso es el camino».

Ahora está terminando un musical de David Serrano y en breve empezará una película de Jaime Chávarri basada en la novela 'Ávidas pretensiones', de Fernado Aramburu. «Yo no me quedo encerrado. Necesito salir y buscar...». Hay cosas que no cambian. Todo comenzó en aquel Volkswagen de su hermano, buscando paisajes por Euskadi, con una cámara colgada al cuello.

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