De la mano de Harry Allen en el club
El saxofonista tradicionalista yanqui condujo una sesión doble y especial en el JazzOn Aretoa trufada de standards con la calidad de las angulas
El saxofonista tradicionalista estadounidense Harry Allen actuó ayer sábado en el JazzOn Aretoa, en una sesión especial, no sólo por encuadrarse en la serie 'Berezia'. Y aunque el suyo fuese uno de los conciertos de jazz que más nos apetecía ver desde hace mucho, sólo hubo 60 almas en el club. Pocas para lo merecido y esperable. Óscar Cine lo atribuyó al precio (30-33 €), pero más bien faltaron algunas decenas de espectadores porque a la misma hora, las 8 de la tarde, actuaba en el Teatro Barakaldo el pianista Marco Mezquida, amigo del club. Y no se fíen, pero quizá el derbi madrileño de las 9 restó público, pues en el concierto de los catalanes Love Of Lesbian lo estaban viendo por pantallas portátiles los técnicos y los vendedores de merchandisig. El fútbol es lo que más moviliza hoy día.
Harry Allen, nacido en Washington D. C. en 1966, criado entre Los Ángeles (California) y Burrillville (Rhode Island) y licenciado en música en 1988 por la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey), donde reside actualmente, vino en 'sustitución' de uno de sus maestros, otro habitual del club, el benemérito Scott Hamilton (Providence, Rhode Island, 1954), que ha tenido problemas cardíacos y anda de reposo.
Harry arribó en cuarteto con acreditados músicos de la escena barcelonesa, los tres vestidos con americanas, como debe ser: Ignasi González al contrabajo, Gerard Nieto al piano y Xavi Hinojosa a la batería. En el primer pase, de 5 piezas en 49 minutos, todo marchó como la seda: la implicación y el conocimiento de los músicos sobre el repertorio (basado en standards), la inspiración de los escuderos (esos solos tan sesgados del pianista Gerard Nieto, y los del baterista Gerard Hinojosa —el más pendiente con la mirada del líder yanqui—, quien se mostró encantado de la vida y de su trabajo en un solo batucada y luego en otro cuasi violento a lo Gene Krupa que levantó silbidos y algún '¡dale!'), y la acústica siempre estupenda del JazzOn Aretoa.
Allen presentó los cinco temas del primer set. Abrieron por todo lo alto con el estándar 'Who can I turn to?', con el que Allen nos llevó de la mano sobre un manto de swing muy Jack Lemmon (este año se cumple su centenario) y con una cadencia tradicionalista que claramente le vinculó a Scott Hamilton. La acabó, dijo muchas gracias en castellano, en inglés pidió disculpas por no hablar español, y siguió con 'Tickle toe' de Leter Young (una suerte de neoswing a lo Royal Crown Revue con solo de piano muy del gusto de los Hermanos Coen), con 'But beatiful' del que dijo es uno de sus músicos favoritos, de los que le animaron a ser músico, de Jimmy Van Heusen (una balada con escobillas y otro solo de piano muy blusero, una piaza premiada con una gran ovación por lo sentimental) y con 'One note samba' de Antonio Carlos Jobim, cuyo nombre citó por entero (y la música alternando la alegría brasileira con el agudo picoteo de su tenor). Y, tras avisar que tenías CDs a la venta al precio especial de 10 euros, cerró este primer pase con el standard 'Tea for two', asaltado con el vigor del bop.
El segundo pase el que suscribe se lo perdió para hacer doblete con los poperos indies catalanes Love Of Lesbian en la sala Santana 27 (el aforo de 1.500 se agotó en la anticipada, a 40 € la entrada), pero lo pudo atestiguar Óscar Cine, que informaba así por wasap: «Una hora y un minuto ha durado la segunda parte para cinco temas más un bis (seis en total). Juraría que han sido todo standards, salvo la cuarta pieza, la delicada y aplaudidísima 'The unexpected kiss'. Este concierto de sábado no ha sido como los de esos días en que calientan en la primera parte y en la segunda estallan: aquí se ha comprobado que el menú era de angulas desde el minuto uno. En la quinta, 'Everyday I have the blues' de Count Basie, estaban tan cómodos que el pianista ha pulsado las cuerdas metiendo la mano debajo de la tapa, como si fuera un arpa, mientras Allen le decía 'higher, higher' y el contrabajista y el baterista se reían. Han estado tremendos, rozando el sobresaliente». O sea notable alto, muy bien.