La intensa Rozalén enmudece a más de 5.000 almas en Miribilla
Impecable, inapelable y terapéutica, la albaceteña lo cantó todo, desde el rap a la jota, y conectó constantemente en su conciertazo en ochote: en los momentos de 'sofocón' y en los de 'fiestón'. Un show de lo mejor del año
Segunda vez que vemos a Rozalén en la gira de su sexto disco, 'El abrazo'. La primera vez fue en agosto, en Huesca, en las ... fiestas de San Lorenzo, donde ante 6.000 espectadores que la vieron 'gratis' dio un buen concierto que siguió el mismo guión que el de este sábado en Miribilla, ante 5.600 espectadores de abono, todos sentados, también los de la pista. Pero esta cita bilbaína tuvo un sonido mucho mejor (si en Huesca pensamos que tres guitarras eran demasiadas, ayer cobraban sentido y se oían, sobre todo en el primer tercio, porque en la fiesta final se apreciaron menos) y las pantallas funcionaron con más efectividad (aunque probablemente se usaran las mismas visuales: más veces metafóricas que emitiendo el concierto en vivo).
Rozalén habló lo justo aunque soltó al menos dos parrafadas. En la primera, antes de la quinta canción, dijo que iba a hablar un 'poquico' para quitarse los nervios, deseó 'felices fiestas' (aunque su difunto padre fue cura durante diez años, antes de enamorarse de su madre), observó ante el gentío milenario que «empecé tocando en bares, y no quiero normalizar esto, porque esto no es normal» (en Huesca, ante la explanada llena, dijo: «Ver cabezas hasta el final me abruma, me da respeto»), halagó al paisanaje afirmando que «en vuestra tierra me siento muy acogida, se ha convertido en uno de mis casas, estoy feliz, feliz» (en Huesca aseguró que su lugar favorito del mundo es el Pirineo aragonés, aunque les da mucha rabia oírlo a los de Albacete, su tierra), avisó de que «sabéis que soy muy intensa y me vais a perdonar algunas cosas» (pues no se nos ocurre nada…), dio las gracias a su «equipo maravilloso y divertido, trabajar con ellos es un regalo de la vida».
Comunicó que por el precio de la entrada teníamos un 2x1, «terapia y concierto, de algo me tenía que servir haber estudiado Psicología, aunque haya acabado de titiritera», desveló que «tengo el propósito de hacer llorar a los vascos, a los de Bilbao, primero voy a vaciaros y luego llegará el fiestón», aseguró que «no hay personaje ni persona, lo que canto es mi vida», recordó que en su pueblo Letur, arrasado por la DANA, ha sido una Nochebuena triste, agradeció «el telón de oro que ha puesto vuestra paisana Maren» (sí, Maren en 20 minutos a dúo hizo 5 canciones), y presentó esa quinta canción 'La cara amable del mundo', donde da una serie de consejos a su sobrino de 10 años, Fran, para cuando sea adolescente.
Este fue el primer speech de María de los Ángeles Rozalén Ortuño, de 38 años, psicóloga con un master en Musicoterapia. El segundo llegó antes de la séptima canción. Exclamó: «¡Ay! Estoy a tope hoy, ¿eh? Qué a gusto…». Y pidió que se encendiera la luz del pabellón. Se aseguró de que todo el mundo estuviera a gusto, y terció: «Ahora viene el sofocón. Sin victimismo, ¿eh? Estas son emociones universales». Y explicó que vendrían cuatro canciones de duelo: una por la muerte de su abuela, en 2020 ('Ceniza'), otra 'sorpresita' de Chavela Vargas, la 'inimitable' a la que representará en el teatro ('Paloma negra'), una de sus favoritas del disco 'El abrazo', que por lo que ha vivido últimamente ha 'trascendido' ('Entonces', una añoranza de la infancia en familia), y la canción «más insoportable», escrita para su padre, «que se me fue de golpe en febrero hará tres años» ('Todo lo que amaste', en esta todo el pabellón enmudeció de la pura emoción). Ah, en Huesca explicó que el concierto sería una fiesta pero que iba a haber un momento «de sofocón, con tres canciones seguidas, pa, pa, pá, y quien no quiera oírlas que se vaya ese rato».
Esos dos fueron los parlamentos más largos de un concierto de 22 temas (tres en popurrí) en 123 minutos desde que entraron a escena los ocho actuantes hasta que se largaron tras haber bailado por entero la canción de fondo, 'Flying free' de Pont Aeri. En el ochote destacó su inseparable Bea Romero, la traductora de signos, que bailó (hasta una jota a lo Lina Morgan, y el parangón es de Rozalén), que actuó teatral y que hasta desplegó la fisicidad de la mímica.
Y la jefa Rozalén lo cantó todo estupendamente (rap y jota, ritmos tropicales y pop Van Gogh, la rave y el pop de estadio…), tocó guitarras acústica y eléctrica y bandurria, el sonido fue magnífico, las visuales por las tres pantallas acompañaron y realzaron, y la cita empezó por todo lo alto y cursó en gradación. Como definió la manchega: fue un 'placerazo' (o sea como conciertazo, bolazo o temazo).
El disco nuevo, el sexto, se titula 'El abrazo', ya saben, y un parlamento grabado a modo de prólogo explicó que mediante los abrazos la vida mejora en todos los sentidos; que esos achuchones (así los llamaría el pícaro panchista Rafael Basurto) te transmiten serotonina, amor, felicidad, nostalgia… Y empezó la fiesta, con etno pop optimista ('Lo tengo claro'), síncope cumbiero ('Sácame la pena', llévame a bailar, con las tres guitarras diáfanas) y el primer popurrí (de pop-soul entre Malú y La Oreja de Van Gogh: 'Vuelves / Comiéndote a besos / Este tren'), fiesta pero dejando espacios para la autoayuda (en segunda persona 'Te cuidaré de lejos' y la citada 'La cara amable del mundo') y la introspección ('Y busqué').
Y al poco transitamos por el sofocón, resuelto con clase y emotividad, que no sentimentalismo: 'Ceniza' sonó a etno tecno y supimos que la abuela tenía 90 inviernos, la estupendísima ranchera 'Paloma negra' de Chavela Vargas la interpretó a dúo (Rozalén a la guitarra y la voz, y Bea a la traducción simultánea), el country soul nostálgico 'Entonces' fue el culmen solemne de la velada, y el pop 'Todo lo que amaste', dedicado a su padre, enmudeció al pabellón (de la pura emoción).
Y tras este sofocón Rozalén soltó los nudos de las gargantas con par de temas más folklóricos, en plan tuna 'Te quiero porque te quiero' y la jota original suya 'Es Albacete' (al acabarla jaleó «viva Albacete, gora Bilbo»), pero en medio volvió a emocionar con 'Xalbadorren Heriotzean' de Xabier Lete, que encendió luces de móviles por todo el pabellón y que recibió una ovación sincera. Y dijo ella, «los de Bilbao nacemos donde queremos, y yo he nacido en Albacete».
Luego se endureció en el rap empoderado de 'Mis infiernos' (ahí presentó a la banda y a mogollón de sus técnicos, cuyos nombres leyó de una lista; en Huesca añadió una frase que no dijo aquí: «Venga el autoaplauso, a ver cómo os queréis»), y se impregnó de fiesta sudamericana (el popurrí 'En una noche cualquiera / Vivir', con pasaje felliniano), asimiló el manonegrismo (el popurrí 'Que no, que no / 80 veces / La hadas existen', con más ráfagas fellinianas en esta de las hadas), facturó canciones latinas como las de Carlos Vives y/o Juanes ('Tres días en Cartagena', la cima alegre de la cita), y animó cotillones como los de Nochevieja ('El día que yo me muera') y saraos como los de Amparanoia ('Girasoles').
Y quedaba el bis, solicitado con insistencia. Y reapareció, ató un pañuelo palestino rojo al pie de micro (también lo hizo en Huesca, aunque allí casi nadie se dio cuenta, pero en Bilbao algunos cientos de feministas corearon 'Palestina askatu'; por cierto, la mayoría del público era femenino, al menos dos tercios), y procedió a acabar con un tridente: el pop de estadio 'Llévame', la inmersión entre el público para cantar 'La puerta violeta' con su estribillo muy coreado, y la despedida con la rave de 'Todo sigue igual', antes de la cual Rozalén, muy impresionada al hablar y ataviada con una bufanda del Athletic, afirmó sentirse 'sobrepasada' y agradeció «la historia de amor que tenemos con cada ciudad, con cada pueblo». De lo mejor del año. La actuación número 706 de lo que vamos de 2024.
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