Qué barbaridad la de Los Brazos
El power-trio getxotarra electrificó la Fever con intenso rock americano en un bolo patrocinado por el programa 'Beste Bat!'
Unas 150 almas asistieron felices y contentas al bolazo de Los Brazos getxotarras el sábado en la Fever, un show auténtico patrocinado por el gobierno vasco a través del programa más bien institucional 'Beste Bat!' (¡un día que se han usado bien nuestros impuestos!). Los Brazos, en este su tercer concierto ofrecido durante la pandemia, repasaron con evidente hambre de escenario 17 canciones en 91 minutos tan eléctricos y americanófilos como épicos y optimistas. Y comentó un espectador al salir: «¡Qué barbaridad, qué forma de tocar!».
Sí, Koki Chamorro, el batería, parece que ha crecido con el tiempo libre del covid y no resulta tan rígido en la pegada y hasta es más flexible en los redobles. Y los dos miembros de delante, el bajista Txemi Gandara y el guitarrista, vocalista y líder William Gutiérrez, además de tocar perfectamente integrados regalaron bastantes coreografías para dar vidilla a la vista: alzaron los mástiles, dieron saltos al unísono (Azpiazu les disparó en un brinco y al acabar el bolazo enseñaba a todo el mundo la fotografía), giraron sobre sí mismos, se juntaron sin dejar de tocar, se inclinaron, pasearon igual de chulitos que Lil' Ed el líder de los Blues Imperials, se colocaron al borde del tablado, galoparon asiendo sus instrumentos como cabalgaduras…
Y todo sin fallar, sonando como un power-trio poderoso de esos que suenan como si fuesen más músicos, con William punteando de modo variado y cantando con muchos dejes y recursos. Cercano al respetable expectante que salió encantado y sonriente de la fever, propuso William: «Vamos a pasar un buen rato a pesar de las circunstancias» (y luego dijo: «estamos atados de pies y manos, pero hay que seguir viviendo»). En la sala se respiraba el buen rollo. Un espectador les pidió dos o tres veces su canción 'Magic', y de repente presentó William: «Está Koki Chamorro a la batería, esto no pasa todos los días», y le replicó otro del público: «Pero que salga en las fotografías», solidarizándose con los bateristas, que salen en menos fotos de las que se merecen.
El concierto fue intenso de principio a fin, eléctrico sin paliativos, y americano de corazón. Si Los Brazos comenzaron su carrera en plan bluseros hosteleros y dieron un paso adelante al asimilar el rock sureño de estadio, ahora parece que quieren abrir mercado, dar el gran salto mediante temas de hard rock melódico, a veces frisando el AOR, que el sábado evocaron a Bon Jovi, a Aerosmith («la de 'Miedo a la luz'», señaló Azpi), a Van Halen… Pero a la primera canción, en plan boogie, el que suscribe pensó que si cantaran en castellano en vez de en inglés podrían ser tan grandes como Los Zigarros.
Hambrientos de escenario, ya se ha dicho, y espoleados por un público presto a dar palmas y a corear 'ya-ya' y 'lololoooo' a la mínima oportunidad, Los Brazos rocanrolearon como unos Airbourne sin metalizar ('Have mercy'), estrenaron varias canciones del álbum que tienen grabado y guardado a que se aclare la pandemia para poder salir de gira con mayores aforos (un blues blanco lento a lo Gary Moore con grito final a lo Janis Joplin titulado 'Give a chance' o algo así, y de seguido otro boogie, éste con mucho swing), intercalaron un par de versiones ('Higher ground' de Stevie Wonder muy en la onda de los Kinsey Report hendrixianos -«los Red Hot Chili Peppers tienen una versión igual», comparó a la derecha el barbado Ricky- y 'Broke Down on the Brazos' de Gov't Mule, los getxotarras con más tensión que estos estadounidenses, créanlo), por fin concedieron la reiterada petición de 'Magic' (en modo country rock melódico como siempre optimista en el caso de Will, Txemi y Koki), y por el epílogo rocanrolearon desbocados como Johnny Winter, densos como ZZ Top e indómitos como Ted Nugent, y en todo momento agradeciendo sinceros nuestra asistencia, la labor de su pipa de lujo el también barbado Mario Antolín (un tecnico de guitarras que no dejó de bailar en el lateral del escenario) o y la generosidad de Piru, la cual reconoció William desde el micrófono: «En serio, gracias a Piru que nos ha traído cervezas», y se las pasaba desde el foso de los fotógrafos, donde hubo al menos cinco (y uno más encima del escenario y el séptimo ladeado en la oscuridad).