Los concursos suelen jugar un papel importante en los inicios de grandes carreras musicales. La de Martín García García despegó en 2021 con su victoria ... en el de Cleveland y el tercer premio en el Chopin de Varsovia, y ahora se enfrenta al reto de consolidarse en un mundo que salta de un éxito efímero a otro.
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En este arranque de la temporada de la BOS volvió a lucir, como en sus anteriores visitas al Euskalduna, una técnica sin fisuras que le permitió redondear un poderoso y bastante ortodoxo 'Concierto para piano nº 1' de Chaikovski. Directo al grano, sin extravagancias ni gestos forzados, con la partitura siempre como referencia. A ello contribuyeron la magnífica proyección del sonido del nuevo Steinway & Sons, que se estrenaba en sus manos, su afinidad con lo ruso y su seguridad ante las diabólicas dificultades que encierra la pieza, octavas incluidas.
Elena Schwarz se mantuvo siempre atenta, con confianza plena en un García al que lanzaba ocasionales miradas de complicidad, aunque la orquesta mostró un sonido más diáfano y equilibrado, a ratos casi camerístico, en las dos obras que enmarcaban el programa. En 'Oceans', de la islandesa Sigfúsdóttir, Schwarz invocó un paisaje frío e inmenso, una atmósfera, la sensación de que la música describía una fuerza oceánica lenta pero indomable. En la 'Tercera sinfonía' de Saint-Saëns se unió a la orquesta el gran órgano del Euskalduna, lo que aseguró la opulencia y la majestuosidad del final. Con todo, uno se quedaría más con el refinamiento alcanzado en el Poco adagio, con ese cuidado casi artesanal por el sonido que es tan propio de la tradición francesa y con esa sutileza que conmovía sin necesidad de alzar la voz.
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