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Santiago Lorenzo (Portugalete, 1964) está desesperado porque la 'mochufa' ha llegado a la aldea segoviana de 17 habitantes en la que vive desde hace diez años. Los que disfrutaron 'Los asquerosos', un fenómeno editorial que vendió 200.000 ejemplares, saben qué significa 'mochufa', molestos urbanitas que llegan al campo para perturbarlo todo. Lorenzo sufre los ruidos de la reforma de la casa contigua, tomada por una familia «con una empleada de hogar en uniforme y una diseñadora de interiores con fotos horribles en Instagram».
Al escritor, que ya está pensando en largarse a un pueblo más pequeño, también le agobia tener que bajar a Madrid estos días para promocionar 'Tostonazo', el mayor lanzamiento en la historia de la editorial Blackie Books. Su protagonista es un don nadie que se ve metido como becario en el rodaje de una película, un mundo que le fascina a pesar de sufrir a un productor, Sixto, un zoquete con ínfulas como los que debió padecer Santiago Lorenzo en su pasado como director de dos largometrajes. La segunda parte de la novela transcurre en uno de los escenarios favoritos del autor, una ciudad de provincias, Ávila, a la que nuestro héroe llega para cuidar de un anciano insoportable.
–¿'Tostonazo' es un ajuste de cuentas con el mundo del cine?
–Todo lo que he escrito es un ajuste de cuentas, lo cual está muy bien porque es un acto de contrición postizo. Una vez que tú conviertes algo en materia literaria no te queda sino agradecerlo. Por ejemplo, la 'mochufa' de 'Los asquerosos que viene a mi pueblo. Un asco de gente, pero les estoy muy agradecido porque me escribieron medio libro. Gracias por vuestras putadas.
–Muestra el cine como infierno, pero también como paraíso. Usted lo ha experimentado de las dos formas.
–Ya lo creo. Me puedo poner a llorar de emoción y nostalgia recordando cosas que me han pasado en el cine. Cuando hacía cortos o cuando logramos acabar 'Mamá es boba' gracias a una panda de bilbaínos. Recuerdo un viaje en coche Bilbao-Lekeitio por la costa, con 'Sitting on the dock of the bay' de Otis Redding sonando en la radio, como uno de los momentos más brillantes de mi vida.
–¿Sixto se basa en alguien en concreto?
–En varias personas. Existen los Sixtos sin posibilidad de cambio. Escribir esto tiene que valer para preguntarte para quién eres tú un Sixto y tomar medidas. Yo lo he sido alguna vez, el otro día fui un Sixto en una tienda en Segovia.
–Vuelve a la provincia como estado mental. En Ávila también se puede ser feliz.
–Absolutamente. Yo ni siquiera vivo en una ciudad de provincias, sino en un núcleo poblacional poco más grande que el de 'Los asquerosos'. Igual es que soy idiota, pero aquí me siento profundamente feliz. Siempre me llamó la atención la vida en provincias con sus miserias y sus grandezas. Ávila es una ciudad que mi padre adoraba y que uno ha frecuentado, como Segovia, Valladolid o Algorta. En esos sitios puedes encontrar actitudes paletas, pero después escuchas a la presidenta de la comunidad de Madrid y te preguntas cómo se puede ser tan gañán y estar tan dormido en la vida. Luego vas a un villorrio y descubres actitudes capitalinas. Ávila fue una de las primeras ciudades en declararse Patrimonio de la Humanidad. Es un estado de ánimo, como Cuenca, Segovia... También me pasa en el barrio de Las Musas en San Blas.
–De nuevo muestra gente mayor, que no suele existir para la ficción.
–En este caso para hablar mal de ellos... Creo que la tercera edad no sale bien parada en 'Tostonazo'. Cuando escribía el libro me fijaba en un tipo de ochenta años que viene todos los veranos a mi aldea, un facha perdido. Y también veía por televisión a los pensionistas manifestándose en Bilbao. Un día le subieron la pensión al pobre diablo de mi pueblo y dio las gracias al gobierno. Están las dos caras: gente valiosa y gente dormida.
–¿Le pesa la presión de una nueva obra tras el fenómeno literario de 'Los asquerosos'?
–En absoluto. Yo salgo muy poco de aquí, conozco el éxito que tuvo el libro, pero no lo siento en la piel. No ha habido ninguna presión, más allá de que te tiene que gustar mucho lo que escribes cada día. Y mucho menos por parte de Blackie Books. De hecho, parto de la base de que por muy bien que vaya 'Tostonazo', no se repetirá lo que ocurrió con 'Los asquerosos'.
–Los urbanitas que se van al campo es un tema recurrente en varias películas españolas recientes. A usted le ha funcionado.
–Para mí está siendo fantástico. Vivo en un pueblo de 17 habitantes, y si me voy, me iré a otro más pequeño. Fue una estupenda idea, lo que no quiere decir que sea igual para todo el mundo. Conozco mucha gente a la que irse a una ciudad no le funcionó en absoluto, gente a la que se la comió Madrid. También está el que ve 'Casa y Jardín' y se le antoja irse a vivir al campo. Y ves cómo empieza a beber, porque está lleno el contenedor de vidrio verde y el césped amarillea. Hay quien viene y a los seis meses ya no sabe qué hacer.
–¿Lo suyo tuvo algo de huída?
–No. Yo sentí que las cosas se iban a poner feas a partir de junio de 2003. Empezaba a haber unos movimientos muy guarros en materia de política, el 'tamayazo'. Empiezo a notar los efectos en Telemadrid, la vida pública se iba convirtiendo en un lodazal.
–El término 'tostonazo' solo aparece una vez en el libro, en las últimas páginas, cuando se cuela la realidad política actual.
–Toda la novela viene a ser una explicación de un proceso al que yo estoy asistiendo, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Todo el libro existe para esa última página. No hacemos spoiler, ¿no?
–Hasta su aldea segoviana llegan los ecos de la polarización que vivimos.
–Yo aquí me entero de todo. Todo el mundo me cuenta sus problemas, soy un captor de noticias privadas y públicas. No permanezco ajeno a lo que pasa en mi país.
–¿Qué maqueta tiene entre manos?
–Un crucero de la guerra ruso-japonesa de 1904-1905. Los japoneses destrozan la flota rusa del Pacífico. Queda la flota del Báltico, pero los ingleses no les dejan pasar por Suez y tienen que bordear todo el puto África. Llegan destrozados tras ocho meses de travesía. Y el barco en el que iba el almirante ruso es el que me estoy haciendo a una escala 1:350.
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