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Edición
Santiago Lorenzo (Portugalete, 1964) lleva vendidas diez ediciones de 'Los asquerosos' (Ed. Blackie Books), pero todavía pasa mal rato cuando alguien le reconoce por la calle en Madrid. Lorenzo llegó a la literatura desengañado de los tejemanejes del mundo del cine tras dos películas –'Mamá es boba' y 'Un buen día lo tiene cualquiera'–, que coincidieron con su marcha a una aldea segoviana de 16 habitantes, donde hay que llamarle al fijo.
Su cuarta novela cuenta la historia de un Robinson Crusoe que hace la compra en el Lidl, un don nadie que huye de Madrid a un pueblo abandonado de Castilla tras agredir a un policía y que descubre la felicidad en la soledad y la falta de posesiones. El humor y el rico lenguaje que maneja Lorenzo han hecho que la crítica le compare con Jardiel Poncela y Mihura. La reivindicación humanista y tronchante de 'Los asquerosos', su mensaje en pos de la austeridad y del silencio en la era del griterío en las redes sociales ha calado en miles de lectores.
– Acaba de ganar el Premio Cálamo. ¿Cómo lleva lo de convertirse en autor literario de éxito?
– Yo a ese premio no me presenté, soy anticompetición. Estoy aquí, en mi aldea. He pasado por Madrid y me ha ocurrido que me han parado por la calle un par de veces. Y ese mismo día me vuelvo a mi chiscón. Eso de la fama callejera no va conmigo; en Madrid procuro ir por Valverde en vez de por Fuencarral.
– Pero usted sigue sintiéndose a gusto en Madrid, allí tiene muchos recuerdos.
– Sí, pero voy muy poco. Adoro esa ciudad, uno vive un poco mirando hacia ella, pero cuando me faltan 48 horas para ir me entra una especie de mareo. Y más ahora, que igual te paran por la calle.
– Manuel, el protagonista de 'Los asquerosos', es un asceta de nuestros días, un hombre que se encuentra a sí mismo negándose a los demás.
– Es un avaricioso de la soledad, mucho antes que un avaricioso de la austeridad. Un sujeto que ensaya lo que sería estar sin nadie mucho antes que estar sin nada. Es un tío raro que ensaya la soledad pura y dura.
–¿Hay algo de usted en ese personaje? Vive desde hace años en una aldea de Segovia que se niega a desvelar para que no vaya la gente.
– Sí, pero Manuel es mucho más valiente e interesante que yo. Tenemos en común que a ninguno de los dos nos gusta dormir y que a los dos nos encanta leer libros. Y que somos tan moñas que cada vez que escribimos el título de una película o de una novela en un mail nos tomamos la molestia de ponerlo en cursiva. Él merece una novela y yo no; él lleva hasta las últimas consecuencias una cosa en lo que yo solo he metido la puntita.
– Comparten cierta desconfianza ante el progreso, lo que le hace estar ausente de las redes sociales, algo que hoy parece indispensable para un escritor.
– Las redes sociales son mucho antes una práctica humana que una tecnología. Siempre ha habido redes sociales. Yo, cada tres meses me propongo darme de alta -no sé si se dice así- en Twitter. Pasa el trimestre y nunca lo hago, quizá es que no me interesa. La novela no es ludita, porque yo hay máquinas que adoro. Estoy enamorado de mi ordenador y de mi conexión a internet, a pesar de no estar en Facebook. Yo vivo retirado.
– ¿Sigue sin televisión?
– Sí. Durante gran parte de mi vida devoré horas y horas de televisión como una práctica humanística antes que tecnológica. Te llevabas tus disgustos y tus alegrías, pero la culpa nunca era de la tele. En una misma cadena se puede hacer el 'Pasapalabra' y la sucia marranada del 'Sálvame'.
– ¿Le molestaría si alguien contempla su libro como un manual de autoayuda? Ser feliz con lo esencial, cuanto menos tengamos, mejor...
– En el momento en que tú reproduces en un fanzine una frase, estás dando derecho a todo el mundo a que la use como le apetezca. Cada cual puede utilizar 'Los asquerosos' como le plazca, incluso para encender la chimenea, que es el uso que yo le doy a algún libro de vez en cuando. Ni siquiera me molestará que no se lea, mucho menos que se haga como un libro de autoayuda en negativo, como lo que no se debe hacer. Esas máximas que tú dices le funcionan al protagonista. A Manuel le valen para sobrevivir y a mí para acabar la novela. Yo sí extraigo del libro enseñanzas que luego me gusta aplicar, pero no sé si me llega la soberbia para pretender que le ocurra a algún lector. Si a alguien le vale, fenomenal.
– ¿Reivindicar la soledad en estos tiempos es una toma de postura política?
– Política viene de polis, ciudad. El libro no aconseja que nadie se vaya a vivir a un pueblo abandonado, pero invita a fantasear con ello.
– Defíname 'mochufa'. ¿Quiénes son o somos 'mochufas', como llama el protagonista del libro a los domingueros que invaden su quietud?
– Todos somos susceptibles de serlo, incluso el que ha inventado el término. 'Mochufas' son los que confían en un tío que necesitó siete años para sacar tres cursos de Derecho y uno para sacar dos de golpe, justo después de entrar en un partido político. Los que dicen que las cosas se hacen con dos cojones, que suelen ser muy cobardes. La Manada, incluso antes de perpetrar sus malditas heroicidades de cobardicas de sexualidad corrompida, como se ve por el aspecto de peleles que lucen. Los que dicen que les gusta Bertín Osborne porque es un señor...
– Se nota que se divierte escribiendo.
– Hay un versito de Lorca en el que a alguien le regalan un carmelo de limón, y se lo guarda porque mientras no te lo comes todavía te dura. Yo le echo jeta y prolongo el placer de escribir; en vez de terminar en dos años un libro tardo cuatro.
– En 'Los asquerosos' tampoco salen muy bien parados los padres actuales.
– No soy padre, y tengo amigos con unos hijos fenomenales. No creo que sea una corriente general lo de los niños antojadizos, memos y mimosos. A nuestros padres en los años 70 les debíamos parecer lo mismo, porque no habíamos pasado una guerra. En el libro hablo de actitudes paternofiliales que he visto y que me sacan de mis casillas: el exceso de protección, la evitación de los peligros, escamotear a un crío la posibilidad de cortarse con un cúter, que es algo muy educativo, el tómate un Actimel... Esas cosas que solo me calma el hecho de escribirlas sabiendo que las personas educadas en la memez tropezarán en ellas.
– Cuando lee las comparaciones con Jardiel Poncela o Mihura, ¿qué piensa?
– El departamento de prensa de la editorial funciona muy bien. Ya me gustaría a mí parecerme en algo a esos animales. Las solapas de los libros hay que leerlas con precaución.
– ¿La última vez que ha ido al cine?
– Me acuerdo qué año fue, pero voy a quedar mal si lo digo. Ahora hay gente haciendo unas películas fenomenales, les dejaría en mal lugar. Yo no tengo eso de Netflix, pero me inflo a ver películas. Nunca me ha gustado ir al cine acompañado, aunque sé que las comedias y películas como 'Tiburón' y 'El resplandor' es mejor verlas con público.
– ¿No echa de menos ponerse tras la cámara, aunque sea para rodar un corto?
– En absoluto. No creo que la historia del cine español haya perdido nada. No se me pasa nunca por la cabeza estar diciendo eso de 'corta', que era muy divertido. Y mucho menos todo lo que hay que hacer hasta llegar al 'corta'. Es mucho más rápido convertir esos guiones en novelas, todo lo haces tú o gente de la que te fías mucho.
– ¿Y si un productor le compra los derechos de 'Los asquerosos'?
– No hay huevos. Quedaría en una terraza con él y yo llegaría siete minutos tarde para echarle un vistazo. Enseguida sabría si va a pagar la comida.
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