Los demonios íntimos de Cesare Pavese
El escritor italiano, que marcó toda una época, se suicidó hace 75 años, días después de recibir un prestigioso premio. Su vida fue un continuo sufrimiento
Este miércoles se cumplen 75 años de la muerte de Cesare Pavese, el extraordinario poeta y narrador italiano que marcó toda una época después de ... la Segunda Guerra Mundial. Tras los grandes autores italianos de la primera mitad del siglo XX, como Eugenio Montale y Giuseppe Ungaretti, esta nueva etapa fue la suya, la de una poesía y una narrativa que actuaron de bisagra entre los mencionados autores y los que dominaron el panorama literario posterior.
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Su vida fue un continuo sufrimiento al que puso fin suicidándose en 1950 a los 42 años, pocos días después de recibir el prestigioso premio Strega con 'El bello verano' (1949) y, supuestamente, por el amor no correspondido de la actriz estadounidense Constance Dowling, para la que escribió los poemas de 'Vendrá la muerte y tendrá tus ojos' (1950).
Aunque esta circunstancia vital influyera en su decisión, su vida de solitario impenitente, su tempestuosa vida interior y las dificultades que tenía para relacionarse con los demás hicieron de la muerte una compañera fiel que nunca le abandonó y que plasmaba, una y otra vez, en su diario, escritos y notas. Finalmente, «el vicio absurdo», como lo llamaba él, con el que había fantaseado toda su vida se convirtió en realidad. Claro que, aunque fue un hombre callado, melancólico, pesimista y solitario, nos mostró «cómo estar en el mundo» y tal y como señaló Italo Calvino se «quitó la vida para que nosotros aprendiéramos a vivir».
Después de unos inicios centrados en la poesía, a la que sólo regresó poco antes de morir, se pasó a la prosa. Fue el precursor de la novela realista de la posguerra, aunque en realidad su principal preocupación fuera establecer cómo sus personajes se reconciliaban con el mundo. También comprendió tempranamente la importancia de las letras estadounidenses y de ahí sus traducciones de Anderson, Dos Passos, Hemingway, Melville, Stein, Steinbeck, y Faulkner durante los años del fascismo ascendente ('La literatura norteamericana y otros ensayos', 1951).
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La obra de Pavese tiene una unidad estética y moral que acrecienta su valor cuanto más se la considera en conjunto. Empezando por la poesía ('Trabajar cansa', 1931-1935) y volviendo a ella más adelante ( 'Vendrá la muerte y tendrá tus ojos'), el verso para él es sólo una forma preparatoria, una primera etapa en su trabajo literario y, por otra parte, la materia de su reflexión estética. Su diario, 'El oficio de vivir' (1935-1950), es un libro capital, como testimonio de una experiencia humana y como legado de un pensamiento crítico de excepcional profundidad. La obsesión por el suicidio lo impregna desde las primeras páginas y como diario no es muy normal por su crudeza, sequedad y sinceridad.
Respecto a su obra narrativa, observamos en ella el esfuerzo por poseer la propia vida, por salvar, comprendiéndolo y recordándolo, el pasado, en la ausencia de toda otra salvación, todo ello bajo el instinto de la página bien escrita y la obra bien hecha. Su obra es autobiográfica, apenas velada en 'La luna y las hogueras' (1950), su último libro y su mejor novela, en el que hay un vago intento de novelar al modo clásico. Cada una de sus creaciones está dotada de una arquitectura propia, de un tono y una velocidad adecuados, desde los fragmentos de 'Feria de Agosto' (1946) a las novelas cortas como 'De tu tierra' (1941) o las dos que componen 'Antes que cante el gallo' (1949).
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Poder de seducción
La contemplación objetiva de la realidad vivida, el ajuste intraducible de los matices al hecho, la concisión de los medios expresivos, la deliberada superficialidad y simplicidad y la imaginación simbolista e histórica oculta tras esta simplicidad se manifiestan también en 'La playa' (1942), 'Los diálogos de Leucó' (1946), 'El camarada' (1947) y 'El diablo de las colinas' (1948).
La obra de Pavese representa quizá un punto terminal en una experiencia decisiva de la literatura moderna italiana y de ahí que, transcurridos quince lustros desde su muerte, siga ejerciendo una colosal seducción, además de por su poesía desgarradora y su gran narrativa, por ser un escritor generacional. Como ya no tiene para sus destinatarios dicho carácter, en pocos años ya no quedarán lectores de su obra y es entonces, y sólo entonces, cuando los demonios íntimos que lo llevaron al suicidio habrán logrado su objetivo.
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