Jean-Michel Jarre y cómo sacar partido de la creación con la realidad virtual
A nadie le sorprenderá saber que Jean-Michel Jarre (Lyon, 1948) sigue sacándole chispas a la tecnología. Hijo del compositor de bandas sonoras Maurice Jarre, ... irrumpió en la música a principios de los años setenta con todo un deslumbrante sonido electrónico hecho a partir de sus experimentos con una modesta grabadora de ocho pistas colocada en el comedor de su casa. Aprovechó los sintetizadores todo lo posible en su época y con ellos facturó 'Oxygene' (1976) y 'Equinoxe' (1978), del que se han vendido siete millones de copias. Sólo con ellos ya se convirtió en leyenda.
El músico finlandés y experto en innovación Turo Pekari le entrevistó ayer online dentro del programa del BIME Pro. «La industria musical no ha sabido reaccionar ante el empuje de la tecnología. Han tenido una visión prepotente que les ha hecho perder mucho dinero. Pensaban que todo consistía en ir de guays y en hacer vídeos chulos. No han entendido el nuevo sistema tecnológico y eso les ha condenado a tener que ir siempre por detrás», sostuvo el músico.
Creación de pago
Como consecuencia, el dinero de la música se ha quedado en manos de los gigantes de las plataformas y «a los creadores no nos da ni para sobrevivir». ¿Solución? Tomar el poder. «Tenemos que estar al frente del negocio. Tenemos que saber reconocer ese mundo y ponerlo de nuestra parte». Dicho en términos más concretos, el francés abogó por que los músicos elevaran su cultura tecnológica y fuesen capaces de producir sus creaciones para presentarlas ellos mismos al público, sin intermediarios que se apropien de la mayor parte de su trabajo.
«Debemos aprender a monetizar nuestra creatividad. Hace poco leí que un 21% de los que habían respondido a una encuesta sobre estos asuntos estaban dispuestos a pagar por canales de presentación propios de los músicos y ese porcentaje me parece que está bastante bien», comentó Jarre.
Una de las tecnologías a las que se podría sacar mayor partido es la realidad virtual. «Parece como si la tuviéramos miedo y eso nos hace ir otra vez por detrás. El cine se empezó a proyectar en los circos, como si fuera una parte del espectáculo. Hubo mucha gente que lo miró con desprecio, como un vulgar truco de magia. Ahora se ve lo equivocados que estaban. El cine es un arte que no ha hecho sombra al teatro. Al revés, lo ha potenciado. Mucha gente ha conocido la obra de Shakespeare primero en las películas y luego en el teatro».
Como remedio, propone convertirse en un aliado de la tecnología, como cuando él instaló su grabadora de ocho pistas en el comedor de su casa. «Con un ordenador hoy tienes suficiente. Por unos cientos de euros puedes tener un acceso directo al público», concluyó.
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