Una «entrañable» visita al Bosque de Oma con resbalón por el barro incluido
Vargas Llosa visitó en 2007 junto a su mujer la obra de Agustín Ibarrola en Kortezubi
Es un hecho que Mario Vargas Llosa se prodigó mucho por el País Vasco –tenía raíces vizcaínas por parte de su madre– y, entre las ... muchas visitas que realizó, el escritor peruano escribió con pasión sobre su tour por el Bosque de Oma en 2007 –tres años antes de recibir el premio Nobel– y su encuentro con Agustín Ibarrola y su familia.
«Fue una visita muy agradable, entrañable», rememora el artista Jose Ibarrola, que recibió junto a su padre a Vargas Llosa, que llegó a Kortezubi con su mujer, Patricia, en un encuentro propiciado por el periodista y crítico de ópera Juan Ángel Vela del Campo, y que dejó un pequeño percance como anécdota. «Siendo él tan elegante, apareció con un abrigo de astracán y, como hacía mal tiempo, le prestamos una chamarra para que no se le estropeara el abrigo tan caro en el paseo».
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Y, claro, la previsión se cumplió a lo largo del paseo hasta el bosque que contiene la obra del artista fallecido en 2023. «Durante la bajada del monte, Vargas Llosa se tropezó y se cayó de manera tonta, resbalando por el barro», relata Jose Ibarrola. Afortunadamente, no sufrió ningún daño y la visita culminó con una cena en el caserío de los anfitriones en Oma.
«En la mesa, demostró ser un conversador nato. Mi mujer, Maite (Nájera) y él hablaron largo y tendido sobre un artículo que había escrito sobre el rey belga Leopoldo II y sus atrocidades coloniales en el Congo. Y comentamos también un trabajo que mi hijo Naiel había hecho en la universidad sobre la obra de Vargas Llosa».
En resumen, una velada en la que el autor peruano demostró «su cultura vastísima» y su «amplio conocimiento» sobre diversos temas. «Recuerdo también que nos anticipó la que iba a ser su siguiente novela, 'El sueño del celta'», concluye el hijo de Agustín Ibarrola.
Unos días más tarde, en diciembre de 2007, Vargas Llosa relató en un artículo en 'El País' su experiencia visitando la obra del escultor vizcaíno. «Ibarrola ha conseguido con esos trazos de colores convertir a ese monte en un caleidoscopio histórico, en el que presente y pasado se confunden como una unidad indisoluble, queda abolido el tiempo y por un instante nos sobrecoge de pavor esa palabra terrible: eternidad», resumió sobre la experiencia vivida en Kortezubi.
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