Buenas prácticas

Es decir, tiene muy poco sentido que un gestor cultural sea al mismo tiempo responsable del gimnasio y la piscina, de las relaciones con los concesionarios de los cines y la hostelería o de la promoción y el marketing para el alquiler de los espacios. Por ello resulta lógica la división de las funciones en dos especialistas, en dos gestores, uno para el área cultural, sus actividades y su programación, incluyendo una posible coordinación con las actividades de BilboArte; y el otro, para el resto.

Naturalmente, aquí y en todas partes lo racional sería realizar una selección en base a un concurso público, ya que ello podría garantizar la independencia en la elección -con un jurado de expertos- y en la gestión de las instituciones culturales públicas, protegiéndolas así del contexto político. Esto es lo que no se ha hecho en el Palacio Euskalduna o incluso en la selección de la nueva responsable del Museo Guggenheim Bilbao, ya que en este último caso no solo se acudió a una empresa externa, sino que además se establecieron unas condiciones del perfil que limitaron la libre concurrencia.

El alcalde de Bilbao ha hablado de una convocatoria pública, en la que el ayuntamiento «pondría condiciones». Por supuesto que está en su derecho, pero, si esas condiciones limitaran el concurso de méritos, entonces ya no estaríamos ante el ejercicio de un código de buenas prácticas, sino sencillamente ante otro nombramiento 'político'.