La Azoka que crece con los jóvenes
Entre libros, escenarios y charlas, la juventud encuentra su lugar en Durango, que se convierte en un refugio, un altavoz y un punto de encuentro para las nuevas generaciones
La Azoka de Durango vuelve a ser, un año más, un cruce de caminos para las generaciones jóvenes. En los pasillos, entre firmas y conciertos ... imposibles de abarcar, Amaiur Estonba (24) y Ane Arrubarrena (25) caminan sin prisa, hojean libros, escuchan a grupos emergentes y aprovechan el ambiente para reencontrarse con amistades. Ambas coinciden en que la feria es «una excusa para juntarse», pero también un lugar donde la cultura en euskera se vive de verdad.
Amaiur reconoce que no siempre ha venido: «De pequeña sí que teníamos más costumbre, pero con los años ya no tanto. Ahora, como mi novio es de aquí, vengo más… También para estar en el pueblo y en el ambiente». Aun así, mantiene un ritual: «Cuando veo que llevo un tiempo sin leer en euskera intento buscar un libro y retomar la costumbre», cuenta. Para ella, la Azoka «representa bastante bien la realidad cultural de mi generación», con propuestas innovadoras y adaptadas a cada edad.
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Ane, en cambio, llega desde fuera de Bizkaia: «No suelo venir todos los años… Cuando era más pequeña sí que venía con amigas y pasábamos el día aquí». Hoy busca un disco o un libro que le haga volver a casa con algo más que una bolsa. Cree que la feria acierta «fichando a creadores de contenido o trayendo géneros nuevos como el pódcast». Y aunque admite que su generación consume mucha cultura en castellano, reconoce que «los grupos y autoras que traen sí que atraen a nuestra generación».
Vivir en euskera
La conversación sobre la juventud en la Azoka también se cuela en las mesas redondas. En la charla 'Euskara Euskal Herriko gazteen bizitzetan', Leire Casamajou, Peio Enbeita e Iraia de la Torre hablan sin rodeos sobre la fragilidad del euskera en el día a día y el peso que sienten los jóvenes para sostenerlo.
Leire, periodista y originaria de Iparralde, lo ha expresado con crudeza: «La situación allí es bastante mala. Solo el 20% es euskaldun. Es una sensación de ahogamiento». Explicó que estudiar completamente en euskera es casi imposible en la pública francesa: «Si no tienes nivel económico para pagarte una concertada, es muy difícil aprender euskera». Fuera de los círculos militantes, afirma, «muy poca gente te va a hablar en euskera». La falta de espacios genera incluso vergüenza: jóvenes que conocen la lengua pero no encuentran dónde usarla.
Peio, de Gernika, comparte una visión más comunitaria: «Intentamos dejar de lado el discurso simple de «si sabes euskera tienes que hablarlo». Hay muchas realidades diferentes». Para él, vivir en euskera es una decisión política: «Los vascos debemos poder vivir en nuestro idioma, pero que el peso no solo recaiga en los jóvenes».
Iraia, politóloga navarra, denuncia ese mismo desplazamiento de responsabilidad: «Las instituciones han cogido un discurso en el que si sabes euskera lo tienes que hablar, y eso ha hecho que la carga caiga en la gente joven». Ella misma tuvo que acudir a AEK para formarse: «No tuve la oportunidad de estudiar al 100% en euskera, pero formaba parte de mi identidad y tenía que ser así».
Jóvenes creadores
La feria también es el escenario donde la juventud creadora muestra su vulnerabilidad, su fuerza y su deseo de experimentación. En su primera Azoka como artista en solitario, el músico vizcaíno Jonkass vive el vértigo de pasar «al otro lado». «Yo venía todos los años… y es la primera vez vendiendo mi disco 'DAM'. La experiencia es maravillosa», confiesa después de saludar a conocidos y desconocidos que se acercan. «La gente te dice cosas bonitas y es una subida de autoestima a saco».
Aunque reconoce que el camino no es sencillo, destaca la importancia de los apoyos: «Saqué este disco gracias a la Beca Paradisu Zinema». Se siente parte de una generación que avanza sin prisa pero con identidad propia: «No tienes una cola como la de otros artistas grandes, pero te llena igual».
La voz joven también ha resonado en la presentación del libro de la autora veinteañera Sara Uribe Etxeberria, premiado con el DK de Poesía. Su poemario, 'Kuntzak eta kerak', se mueve entre la ciencia, el cuerpo y los conflictos de una generación que vive entre heridas, ternura y contradicciones. «Hoy paseamos por el cuerpo de una joven hablando de conflictos sociales, personales y existenciales, de eso va mi libro», ha dicho la autora.
Sara reivindica también «la mediocridad» como espacio posible, lejos de la exigencia constante de la juventud: la aceptación de lo que somos y de lo que no llegamos a ser. Sus poemas buscan un lenguaje que acompañe las contradicciones, la presión de estar en todas partes y la necesidad de aceptar lo vivido sin compararse.
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