Maite se jubila y el barrio de La Peña pierde su última zapatería: «Ha sido un honor»
Esta comerciante de 66 años echará el cierre este jueves de su emblemático comercio, que ha calzado a los vecinos durante medio siglo. «Yo siento que he hecho una labor social, porque siempre he estado ahí para atenderlos y escucharlos»
Maite García se jubila este jueves y con su marcha el barrio de La Peña pierde su única zapatería. Calzados García pone fin a ... su historia después de medio siglo calzando a varias generaciones de vecinos, que estos días no han parado de acercarse a este emblemático negocio familiar para llevarse los últimos pares, abrazar a Maite e incluso echarle la bronca por echar el cierre. Lo hacen desde el cariño y la confianza que dan los años. «'Ay, nos abandonas', me dicen los clientes. Pero no me voy, me verán haciendo las compras o paseando con mi madre por el parque. Al final, este barrio es como un pueblo, nos conocemos todos. Y después de tantos años, somos una familia, así que seguiré ahí para ellos», asegura esta mujer afable y cercana, «despistada para los nombres», pero con «mucho ojo» para saber los números que calza su clientela y la forma de sus pies. «Ya sabes quién necesita una anchura especial, quien los tiene muy estrechos... Tuvimos unas zapatillas de casa con dos tiras cruzadas que encajaban fenomenal a quienes todo les quedaba grande».

Maite, siempre atenta a las necesidades de sus clientes, ha sabido dar continuidad al negocio que abrieron sus padres, Leonardo y Eximia, a quienes los vecinos llamaban cariñosamente «los zapateros». «Yo creo que he hecho una labor social, porque siempre he intentado aconsejar y escuchar a los clientes. Muchas personas te cuentan su vida, porque igual no tienen con quien hablar o están con problemas familiares, de salud... y es de agradecer que confíen en ti para abrirte su corazón», dice emocionada mientras se acerca al escaparate para mostrar el premio que le entregó BilbaoDendak hace un par de años al «comercio más emblemático de la zona comercial». Le hizo mucha ilusión, casi tanta como las palabras llenas de cariño que está recibiendo estos días. «Si le toca por jubilación, pues muy bien, pero nos quedamos sin zapatos. Yo con estas deportivas llevo ya dos años largos y me han salido muy buenas», cuenta una vecina de 93 años que se ha acercado a la zapatería a por otras iguales, también con dos tiras de velcro, pero en negras.

También Mila, una vecina de 72 años, ha aprovechado que ahora está todo al 2x1 para coger dos pares de zapatos a su nieto, que vive en Barakaldo. «No hay nada igual en el barrio, así que estamos con mucha pena. A Maite y su familia les conocemos de toda la vida, son como de casa y siempre estamos muy bien atendidas», cuenta. Los García empezaron vendiendo zapatos y con el tiempo fueron ampliando su oferta y trayendo desde modelos para bebés hasta zapatillas de estar en casa del número 50. También vendían bolsos, paraguas, cinturones, carteras... Triunfaron con los complementos «coloridos y llenos de detalles» de la firma alicantina Anekke y se hicieron un hueco con marcas como Gioseppo, Yumas... «Hemos intentado traer un poco de todo: cosas modernas y clásicas, pero procurando siempre que fuesen asequibles. Las grandes firmas como Nike o Adidas las hemos dejado para las tiendas de deportes de los centros comerciales».

Maite enseguida intentaba hablar con los proveedores para traer un número más de algún modelo si alguien se había encaprichado con esos zapatos. Y no dudaba en prestar varios pares a las personas mayores o con problemas de movilidad para que pudiesen probárselos mejor en casa. «Los clientes que tienen a sus familiares en las residencias del barrio venían corriendo buscando algún zapato para sus padres o abuelos. Yo les dejaba llevarse varios modelos para que se probasen, ¡cómo no se los vas a dejar!». Y por gestos como este, a Maite le están devolviendo estos días todo lo que ha dado. «Me están mandando unos mensajes preciosos, me emocionan. No puedo estar más agradecida por la fidelidad y el cariño que me han demostrado todos estos años y por haberme dejado formar parte de sus familias, de sus casas».
Maite recuerda ahora el apoyo que su clientela le ha mostrado en los momentos más difíciles, como en las inundaciones de 1983, cuando la riada anegó su local, con todos los zapatos dentro. «Todo el barrio se volcó. Fue una pasada». Y tampoco olvida la pandemia, que le empujó a reciclarse. Maite ya había hecho un curso de Facebook, pero aún no se había lanzado con las redes sociales, así que le animó Zuriñe, su dependienta durante los últimos 19 años, aunque muchos clientes siguen pensando que es su hija. «Nos iba entrando el género y había que enseñarlo, que no iba a estar todo el rato la gente pasando por el escaparate, así que nos hicimos una cuenta en Facebook y otra en Instagram. Al principio, me veía un poco sosona en los vídeos, pero he ido ganando fluidez. Y en el barrio han gustado mucho», cuenta esta vecina de Santutxu de 42 años.
La pandereta de Navidad
También Zuriñe, que lleva casi media vida detrás del mostrador de la zapatería, va a echar de menos a su clientela. «Es un barrio tan familiar que el cariño que te tiene la gente es increíble. Alguna vez he traído a mi hija para probarle algún número y después siempre me preguntaban por ella: 'A ver cuando vuelves con la niña'. Eso sí, cuando la gente se va haciendo mayor e incluso va falleciendo te da mucha penita. A José María, por ejemplo, le teníamos mucho cariño. Nos traía bombones, chocolatinas...». Y también los niños, que son «unos salados», les han dado muchas alegrías. «Desde hace unos cuatro años, dejábamos en Navidad una pandereta encima de una balda para que los peques pudiesen tocarla y entretenerse un rato. Bueno, pues después de quitar los adornos, vinieron dos niñas preguntando por la pandereta. ¡La echaban en falta!», ríe Maite.

A sus 66 años, bajará este jueves definitivamente la persiana de Calzados García, en el número 47 de la calle Zamakola, para «vivir un poco, que ya toca». «Hace unos meses me apunté al programa Berriz-Enpresa, del Gobierno vasco, para ver si conseguía traspasar el negocio, pero no ha habido suerte», lamenta Maite, que no ha tenido descendencia. Eso sí, quiere dejar claro que ella no abandona a sus clientes, que seguirá en el barrio, que ya no podrán comprar sus zapatos, pero que la verán de paseo abrazada a su madre. «Mi ama tiene ya 95 años, pero no para quieta y solía venir a ayudar un poquito, le podía el estar aquí. 'Ya sabes que en este modelo tienes que llevar un poco más grande, que luego se te encoje', seguía aconsejando a la gente y sacaba las cajas, aunque ya no atendiese. Para nosotras, ha sido un honor».
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