El primer centro para menores condenados por pegar a sus padres abre en Areatza con 16 adolescentes
Un antiguo convento de las Clarisas acoge un recurso digirido directamente a atajar un tipo de violencia que no deja de crecer. «Lo que quiero es estar bien en casa otra vez», explica uno de los internos
«Lo que quiero es estar bien en casa otra vez». Imanol tiene 17 años y lleva dos semanas interno en el centro educativo ... Arratia, el primer recurso específico de Euskadi para que cumplan condena los menores sentenciados por los jueces por agredir a sus padres. Imanol tiene 10 meses por delante de internamiento. Los primeros días fueron duros. De pronto, le obligaron a abandonar su casa por incumplir una medida cautelar de un juez y se vio durmiendo en un antiguo convento en Areatza donde priman las reglas y la disciplina, algo a lo que no estaba acostumbrado. Poco a poco lo lleva mejor y este adolescente de Sondika empieza a hacer autocrítica y a mirar al futuro con más optimismo. «Cuando salga de aquí lo que me gustaría es pasar el mayor tiempo posible con mi familia», insiste.
Imanol es uno de los 16 jóvenes internados ahora mismo en el centro Arratia, construido en el convento de Santa Isabel, de la orden de las Clarisas, que data del siglo XVII. Como ya adelantó EL CORREO, esta instalación religiosa fue comprada por la asociación Berriztu y ha pasado a formar parte de la red de centros educativos del Departamento de Trabajo y Justicia del Gobierno vasco. Berriztu compró el convento por unos 600.000 euros y el Ejecutivo autonómico aportó unos 480.000 euros para sufragar las obras de remodelación de un recinto de tres plantas, 1.200 metros cuadrados y amplios espacios exteriores. Además, la consejería que dirige María Jesús San José destinará unos dos millones de euros al año para mantener un recurso que tiene capacidad para acoger a 20 adolescentes y que está orientado de forma específica a atajar los casos de la denominada «violencia filio-parental».
La consejera, altos cargos del departamento y responsables de Berriztu han abierto este martes a los medios de comunicación las puertas de una instalación que ha empezado ahora a funcionar a pleno rendimiento, a pesar de que en abril ya acogió a los 10 primeros adolescentes. La inauguración oficial se celebrará el próximo día 2 y será presidida por el lehendakari Iñigo Urkullu.
Ver fotos
La necesidad de contar con un recurso de estas características era también una de las demandas de la Fiscalía del País Vasco. Hablamos de uno de los delitos que más ha crecido en Euskadi en la última década. Y que, además, está experimentando un repunte este año. De hecho, hasta octubre, los juzgados de menores habían dictado en el País Vasco 115 condenas relacionadas con la también denominada violencia ascendente. En cambio, en todo 2018 las medidas firmes que se impusieron fueron 92. Además de liberar plazas en otros centros de la red de Justicia juvenil, este centro, que también acogerá de forma secundaria a menores condenados por violencia de género, permitirá trabajar los casos de violencia filio-parental de forma específica. El equipamiento está considerado de nivel 2, donde los jóvenes cumplen medidas de reclusión en régimen semiabierto y abierto, y permanencias de fin de semana. En Euskadi hay un único centro de máxima seguridad, de nivel 1. Es el de Zumarraga, donde cumplen condena los jóvenes que han cometido los delitos más graves, como homicidios y violaciones.
Casi todos pegaron a sus madres
Luis Miguel Uruñuela, director de Berriztu, explica que no existe un perfil socio económico determinado que explique este tipo de violencia, a pesar de los estereotipos que la vinculan con los entornos marginales. Lo que sí se se observa -insiste- es que muchos de estos jóvenes no tienen desarrollada una mínima capacidad de «frustración» cuando se les niega algo. También se observa falta de normas en el día a día. La mayoría tiene entre 16 y 17 años y suelen cumplir penas de unos 6 ó 7 meses de internamiento, aunque también hay chicos de más de 18 años que fueron condenados cuando eran menores.
Uruñuela aporta un dato preocupante: prácticamente el 100% de los chavales condenados golpearon a sus madres frente al 50% que también agredieron a sus padres. «Muchas veces son las madres las que ponen límites. Y también hay padres con vergüenza de reconocer que no puede controlar a su hijo», explica, antes de apuntar que algunos de estos chavales también han sido víctimas de acoso escolar.
En este contexto, la receta con la que trabajan en el centro de Areatza es sencilla: «autoridad y cercanía». Se trata de que aprendan hábitos «básicos, que conozcan que hay límites y normas» que deben cumplir. A partir de ahí, los programas son «individuales», orientados a cada caso. Se realiza una intervención «terapéutica» con los chicos de forma individual, con grupos y con las propias familias. «Nosotros somos como sherpas que acompañamos a un montañero. Lo que se trata es de que les vaya bien fuera», recalca Patxi López, técnico del Departamento de Justicia.
Para lograr estos objetivos, el centro está compuesto por una plantilla de 35 trabajadores, la mayoría educadores, aunque también hay personal de seguridad. Además de 20 habitaciones individuales, el antiguo convento tiene un aula escolar, un taller donde trabajan la madera y una cocina profesional. Ayer cocinaron menestra de verduras y costilla asada. Se trata de que los chicos aprendan también a valerse por sí mismos. Cuenta además con un gimnasio, una huerta y una cancha de futbito. Si su comportamiento es bueno van progresando y pueden salir del convento para formarse en centros educativos normales.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión