ETA y sus papeles arrugados
Jesús Prieto Mendaza
Martes, 21 de marzo 2017, 02:03
Ha querido la desdicha, o quizás la fortuna, que reflexionara yo sobre el ofrecimiento de desarme de la organización terrorista ETA mientras asistía en la ... vitoriana iglesia de San Miguel al funeral por Fernando Altuna, una víctima del terrorismo, una víctima de un proceso de duelo que se ha demostrado imposible de cerrar. El templo abarrotado, la misa celebrada por el obispo de la diócesis y numerosa presencia de representantes de distintas ideologías, además de amistades y ciudadanos anónimos. Una gran diferencia con respecto de los funerales que en la década de los años ochenta debían celebrarse en la soledad y el destierro. Tan solo un obstinado decorado persistía en aquel escenario, pues a pocos metros de la iglesia pancartas recordando a colaboradores de la banda, personas que reivindicaban el acercamiento de los presos y ertzainas que se desplegaban por el entorno nos colocaban ante una fotografía que parecía anclada en el pasado.
No puedo contemplar este anuncio de desarme sino como una excelente noticia, una buena nueva que se suma a un ya significativo número de ellas producidas en los últimos años. Aun así, y teniendo en cuenta fracasos anteriores, representaciones que resultaron más hilarantes que serias e intervenciones de la RAID francesa junto a la Guardia Civil, no vendría mal atemperar nuestra ilusión y reflexionar sobre algunas certezas y también sobre varias incertidumbres que podrían sobrevolar este nuevo proceso.
Ciertamente resulta clarificadora la aceptación de la organización en un punto importante que desestimó en la anterior ocasión. Me refiero a las demandas de los gobiernos español y francés para que señale las coordenadas de sus zulos. Después de años de fracasos y acoso policial, cuando su renuncia a la disolución ha fracturado al conglomerado de la izquierda abertzale, en un momento en que determinados repuntes de kale borroka han concitado una condena casi unánime y en un ámbito de apatía generalizada ante la posibilidad de un nuevo show mediático, está claro que ETA debía mover ficha ante la eventualidad de perder el último tren que le queda.
No parece tan clara ni la gestión de este desarme ni el protocolo a seguir hasta el 8 de abril. Esta iniciativa que se ofrece desde la «sociedad civil» no parece representar sino a una parte de la misma, una parte no precisamente mayoritaria y tan solo reducida al ámbito de actuación del País Vasco-francés. Si como se ha adelantado, es el 'grupo de Louhossoa' el encargado de este desmantelamiento, se podrían prever ciertas dudas, pues son las policías francesa y española las que debieran ser testigos de esa entrega y también de la ausencia de manipulación del arsenal. Es por lo tanto esta seriedad un factor importante, tanto que incluso la presidenta de Navarra, Uxue Barkos, ha pedido que este desarme sea de una vez riguroso.
Hay un tercer punto que no parece menor, no al menos para una gran mayoría de víctimas del terror, cual es determinar si ETA también se disolverá y si los militantes que quedan se entregarán a las autoridades francesas o españolas dispuestos a colaborar en el esclarecimiento de los crímenes que quedan sin aclarar con objeto de ofrecer algo de paz a las familias de sus asesinados, esa misma paz que no pudo hallar la familia Altuna.
En nuestras aulas se suele utilizar, en la prevención del bullying o acoso escolar, una dinámica que yo titulo «los papeles arrugados». Se trata de coger a un alumno o alumna su hoja de ejercicios y, de forma brusca, justificando una mala caligrafía en la misma, hacer una pelota con ella y arrojarla a la papelera. Ante la mirada incrédula del adolescente, y de toda la clase, el docente toma la bola de papel y, después de pedir perdón por su violenta actuación, ofrece sus disculpas al alumnado además de entregar el malparado ejercicio a su autor. El mismo toma ese amasijo e intenta desplegarlo. Es en ese momento cuando el profesor una vez más le pide disculpas, toma de nuevo la hoja e intenta plancharla con su mano. Algo recuperado el papel, pero con las evidentes arrugas producidas por la actuación del educador, le es entregado de nuevo al alumno y se le pregunta si ya está contento, si está conforme y si se siente reparado en la ofensa. Habitualmente los alumnos responden que no, que cómo van a entregar ese examen tan deteriorado, tan estropeado, que se sienten en inferioridad de condiciones con sus otros compañeros. Es en ese momento, cuando el profesor recupera su autoridad epistemológica para comentar a sus alumnos que no basta con pedir disculpas después de agredir o humillar a un semejante, que la violencia deja siempre huellas, arrugas en el alma, cicatrices interiores, que en numerosas ocasiones, a pesar de mostrar una voluntad reparadora es muy difícil recomponer, como nos ha ocurrido en el papel. Es una llamada a autorregularse antes de hacer daño a nadie, no después de haberlo hecho.
Quizás ETA entregue sus armas, pero en mi opinión el reto es mucho más importante en clave de país reconstruido, de perdones ofrecidos y otorgados, de reconciliación sincera Se encuentra en la obligación inexcusable para los terroristas de tomar conciencia de los papeles arrugados que han dejado, por doquier, en esta tierra.
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