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Inmaculada T.S., 'Ada', de 38 años, pasará a la historia por ser la primera vizcaína condenada a prisión permanente revisable por cometer uno ... de los delitos más execrables, matar a su propia hija, de 9 años, según la sentencia hecha pública por la Sección Sexta de la Audiencia vizcaína. La niña, Kiara, nunca esperó que su madre, la persona que hasta ese momento la cuidaba, iba a suministrarle en la bebida un cóctel letal de hasta seis medicamentos de los que ella tomaba para paliar el dolor por una doble hernia discal, entre otros problemas de salud. Después, cuando estaba «amodorrada» y sin ninguna posibilidad de defensa, la mujer le colocó una almohada en la boca para asegurarse el resultado que buscaba y que dejara de respirar.
La magistrada Nekane San Miguel apenas ha tardado una semana, en plena Navidad, para fijar la pena en base al implacable veredicto de culpabilidad que dictó por unanimidad el jurado el pasado jueves, 19 de diciembre. La jueza incluye en la sentencia una crítica explícita a esta medida, aprobada en 2015 y que aún está pendiente de recurso ante el Tribunal Constitucional. San Miguel se refiere a ella como «cadena perpetua, eufemísticamente llamada prisión permanente revisable», y advierte que no le queda «otra alternativa» que aplicarla, ya que se trata de «una pena única de imposición imperativa en los casos previstos en la norma». Según la jueza, la medida carece de definición y flexibilidad. En este caso, la condena será revisada una vez que haya cumplido 25 años de cárcel.
'Ada' fue declarada culpable de asesinato agravado, por tratarse la víctima de una niña de 9 años, con la agravante de parentesco y una atenuante «poco relevante» de confesión. Al despertar, la mujer admitió ante los ertzainas que había sido ella quien le había dado los barbitúricos a la niña. Sin embargo, la mujer siempre ha mantenido que fue una tercera persona, un hombre vestido de negro, que en su declaración en el juicio llegó a identificar con nombre y apellidos, quien le había obligado a matar a la cría y después a intentar suicidarse.
La magistrada reprocha en la resolución que la defensa no aportara «ni un solo dato» que permitiera albergar «dudas razonables» sobre la falta de voluntad de matar de la madre, ni tampoco justificara una «situación de miedo insuperable» a la que le pudo llevar ese individuo, que nunca ha llegado a estar acusado en el proceso. La letrada tan sólo «sembró dudas» al hallarse una huella sin identificar en la carta manuscrita que dejó 'Ada' a modo exculpatorio y restos de ADN de un varón en el rostro de la niña, que podrían corresponder a alguno de los sanitarios o ertzainas que acudieron a la vivienda a auxiliarla.
El fallo concede una indemnización de 20.000 euros a la hermana mayor de Kiara, quien la encontró muerta en la cama el pasado 16 de enero, aunque la pérdida de un ser querido sea siempre «irreparable», añade la magistrada. Por contra, rechaza conceder cantidad alguna al padre, Valeriano Borja, que ejercía la acusación particular, junto con la asociación Clara Campoamor, que llevaba la acción popular. El hombre ha interpuesto una demanda de paternidad ante el juez, ya que cuando nació la niña no la reconoció, según alega, porque 'Ada' le pidió que no lo hiciera por miedo a perder una ayuda social. Valeriano se siente «satisfecho» con la condena a prisión permanente revisable. «Es lo que quería. Al menos va a estar 25 años sin pisar la calle y no me voy a encontrar con ella. Nos separaba sólo el puente de San Antón. El dinero no me importa», explica y anuncia que no va a recurrir el fallo. También el padre de la hija mayor, Aritz, tuvo que recurrir a los tribunales para poder ponerle los apellidos, una sentencia que la madre desoyó.
Según los hechos considerados probados, aquel 16 de enero, Josune llegó con su hija a la vivienda de la calle George Stern de Atxuri sobre las nueve de la noche. Kiara ya estaba muerta y su madre mantenía aún un hilo de vida, aunque sufría una intoxicación por ingesta masiva de medicamentos en medidas superiores a las terapéuticas, algunas de ellas letales, el mismo cóctel que le había suministrado a su hija pequeña.
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