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Alberto Pérez y Christian Armengol frente al inmueble, donde todavía siguen trabajando los operarios. Pedro Urresti

«Me imagino la vuelta a casa con lágrimas en los ojos»

Un año después del incendio que arrasó el número 80 de la Gran Vía de Sestao, los afectados empiezan a ver la luz. Confían en poder volver a sus hogares este verano

eneko pérez

Domingo, 25 de marzo 2018

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Acaba de cumplirse el primer aniversario del incendio que devoró las plantas superiores del número 80 de la Gran Vía de Sestao. Y los afectados hacen balance. Aquel 12 de marzo de 2017, el fuego los dejó literalmente en la calle en pleno invierno. El edificio quedó destruido por las llamas. Y aunque los técnicos no vieron necesario derribarlo, sí ha habido que ejecutar una intensa reforma para hacerlo de nuevo habitable. «Los trabajos podrían estar terminadas a finales de primavera», asegura el alcalde, Josu Bergara. Mientras, los más de 60 vecinos del inmueble siguen con sus vidas de prestado. «Hay que agradecer a las familias la paciencia que han tenido en este tiempo», reconoce el regidor.

Con las partes más dañadas prácticamente recuperadas, las obras de rehabilitación se centran estos días en detalles del interior de las viviendas y los patios. Algunas voces especulan con un regreso antes del verano, pero no todo el mundo quiere hacerse ilusiones. Es el caso de Alberto Pérez: «Prefiero no poner plazos porque las cosas pueden fastidiarse. Hemos hablado entre nosotros y lo ideal sería que pudiéramos volver todos a la vez». Pérez ha seguido muy de cerca los trabajos y confía «en estar ya instalado en julio».

Han sido meses de mucho trajín, de reuniones interminables , de llamadas a todas horas... «Estoy muy contento con el trato que nos ha brindado la compañía de seguros», agradece Pérez. Estos días, en los que ya parece que nada puede salir mal, hay una escena que no se quita de la cabeza: «Me supera el momento de volver a mi casa». Cruzar el umbral que dejó atrás aquel 12 de marzo y encontrarse otra vez con su hogar. Aunque esta vez vacío. Por hacer. «Me imagino con lágrimas en los ojos mirando a mi hijo», relata con la voz temblorosa. Todos estos meses alejado de esas cuatro paredes han sido una batalla. Y la clave para no rendirse, «adaptarse».

La pesadilla y el agua

Como Pérez, Christian Armengol también sueña con regresar a su hogar. «Va a ser un momento raro. Pero me hace mucha ilusión, sobre todo para poner fin de una vez a esta pesadilla», subraya. Un año después, Armengol sigue sin olvidar el momento en que le dijeron que había fuego en el edificio –él no se encontraba en aquellos momentos allí–. «Me tuve que sentar de la impresión», recuerda. En su caso, no fueron las llamas las que dejaron su piso deshecho. «Fue todo el agua que cayó después. Tanto de los bomberos como de la propia lluvia. Lo destrozó todo», argumenta.

El aspecto del inmueble ahora no tiene nada que ver con el del día después de la tragedia. «Está sano». La transformación más radical se ha dado en la cubierta y en las dos últimas plantas. «Tengo la convicción de que se ha hecho un muy buen trabajo, y tenemos que estar satisfechos», apunta Pérez enarbolando la bandera del optimismo.

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