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Sergio llamas
Lunes, 31 de diciembre 2018, 00:59
Las fiestas navideñas han hecho que estos días convivan dos ciudades dentro de Bilbao. Una es la diurna, con los colores grises y metálicos que ... caracterizan a la capital vizcaína. La otra despierta a las seis de la tarde, cuando se encienden los millares de pequeñas bombillas que decoran árboles y fachadas. Aunque la moda de los selfies no es nueva, este año más que nunca vecinos, visitantes y turistas inmortalizan esta otra Bilbao a través de sus cámaras y teléfonos móviles. A menudo lo hacen ocupando la carretera para conseguir el mejor ángulo, lo que ha derivado en unas cuantas pitadas de cláxones y no pocos sustos.
«La gente se pone en medio a hacerse las fotos y es bastante peligroso. Se quedan paralizados con las luces», advierte Carlos López, uno de los conductores de Bilbobus cuya ruta recorre la Gran Vía. Y es que ni los 120 árboles decorados del bosque de luces instalado en El Arenal, ni la ballena de doce metros junto al edificio consistorial, ni la bola gigante del muelle de Ripa alcanzan la notoriedad de la principal arteria bilbaína. Desde hace años las 850.000 luces azules que decoran sus árboles hacen que los visitantes levanten la vista. «El que viene aquí no deja de sacarse la foto. Son unas fechas en las que te lo tienes que tomar así», afirma con filosofía la taxista Mar Delgado.
Los vehículos tienen limitada la velocidad a 30 kilómetros por hora, por lo que los conductores tienen tiempo de reaccionar a las constantes irrupciones de peatones en la calzada. Con todo, en el Ayuntamiento de Bilbao señalan que no consta que la Policía Local haya tenido que atender ningún incidente reseñable por esta causa. «Ya llevamos varios años así. Algunos se ponen en medio y ni miran, pero lo principal es toda la gente que hay. Es como un apartamento de 50 metros cuadrados con cien personas», compara Fernando, otro taxista.
Los muskiztarras Mikel Abascal y Janire García aprovechan su visita a Bilbao para hacerse la reconocida fotografía. «Lo de ponerse en medio es para que salga más bonita», explica el joven, que reconoce que hay que tener un ojo en la cámara y otro en la carretera. No son los únicos que aprovechan el tráfico restringido de la Gran Vía. Miguel Ángel Terceño, de Logroño, también inmortaliza la salida que ha hecho junto a su mujer y su hija. «Estamos aprovechando que ha venido de Chile para visitar Bilbao. El sitio está muy chulo. He visto toda la gente que se está sacando la foto y me ha gustado la idea», apunta. Otros son más precavidos. «Suelen esperar a que se ponga en verde el semáforo para salir a la carretera y hacerse la foto», afirma Steven Acedo, que desde su puesto de castañas tiene una vista permanente de la Gran Vía.
Los portugalujos Inmaculada Barrasa y Joseba Arrillaga aprovechan el sábado para tomarse una imagen multitudinaria junto al resto de su familia, a la altura de la Diputación. «Hemos venido para la comida familiar de todos los años y hemos aprovechado para sacarnos aquí la foto. Justo estábamos comentando la cantidad de gente que está haciendo lo mismo», detalla Joseba. Inmaculada explica que su selfie más habitual suele ser al terminar las compras, junto a la cortina de luces que cubre la fachada de El Corte Inglés. Ésta es la que también deciden tener de fondo Solange Costa y su hijo de nueve años Ibai, de Arenaza. «Es la primera vez que nos sacamos la foto. Es una exageración la de gente que lo está haciendo, pero es que la ciudad está superbonita». Lo hacen al borde de la carretera, sin invadir la calzada. Begoña Fernández, de Algorta, también fotografía a sus hijas Naia y Carlota, de 14 y 9 años. «El año pasado ya la hicimos, pero este año nos ha quedado mejor. Yo lo veo todo más bonito». A pocos metros, apenas termina de pasar un taxi, un grupo se lanza a la carretera para tener la foto más centrada. A lo lejos suena un claxon.
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