«Una enfermera gritó que la madre estaba con vida, pero al final no se pudo hacer nada»

Una enfermera que se alojaba en el camping salió a socorrerla. Lo recuerda Arturo Fernández, vecino de Amorebieta y cliente habitual del establecimiento, en el que pasan sus vacaciones desde hace más de tres años. «Vi que se acercaba a la mujer y que gritó que estaba con vida, pero al final no se pudo hacer nada por desgracia», detalló. Junto a él estaba su mujer, Nerea, muy afectada. Ambos tienen una niña de 13 años que es «muy amiga del hijo menor de Erika, que tiene la misma edad», cuenta ella. «Ha sido horroroso, nadie se merece esto».

Todos se conocen del camping «porque esto es un sitio pequeño, como un barrio». Coinciden en la piscina, en la cafetería... Dicen que las víctimas eran encantadoras, y que el impacto es mayor cuando tras lo ocurrido «ves sus cuerpos tendidos ahí, en la carretera, muertos».

A la mujer no se le borra de la cabeza la imagen del hijo pequeño de Erika, arrodillado sobre el asfalto de la C-433, abrazando a su hermano Ethan fallecido. «Es un niño muy pequeño y ha tenido que pasar por esto». Su padre, entretanto, estaba con su esposa, a unos metros de distancia, donde la proyectó el impacto del coche. «El pobre niño ha pasado la noche llorando y gritando», lamentaba ella.

Exhaustos tras una noche en la que no han pegado ojo, tratando de sacudirse las imágenes y los sonidos del atropello, que se reproducen en un bucle traumático en su cabeza, trabajadores y residentes del camping Somo Parque, en Suesa, intentaban en la mañana de ayer recomponerse de lo ocurrido. «Estamos destrozados, esa imagen no se nos va a olvidar nunca», confesó el dueño del camping, Emilio Valle.

La tristeza se sentía en todas partes, pero teñida de indignación. «No es algo que nos sorprenda. El conductor que ha provocado todo este desastre, es conocido en el municipio. Ha tenido ya otros problemas y mo es la primera vez que conduce de manera temeraria. Tarde o temprano, podía ocurrir», abundó Valle.

El asfalto mostraba las cicatrices del atropello. Dibujadas en el suelo estaban silueteadas por la Guardia Civil las figuras de los vehículos implicados, y las de las víctimas. A lo largo de varios metros, también, se trazaban con claridad las marcas oscuras de una frenada interminable, la del Ssangyong Power 4W que segó las vidas de Erika Rey de Pérea Muñoz, de 42 años, su hijo, Ethan Río Rey, de 19 (ambos de Sestao); y de María Teresa Ramos, de 68 años y natural de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja).

«Aquí todos nos conocemos. A ver, si llevan viniendo veinte años, no es que sean familia, pero son mucho más que clientes», confesaba Emilio Valle, que pasó la mañana pendiente del teléfono, de las llamadas de la Guardia Civil para ampliar las pesquisas, de los clientes que recurren a él para resolver dudas, de los medios de comunicación que le acribillaron a entrevistas y hasta del propio alcalde, Francisco Asón, que decretó tres días de luto oficial por las víctimas del triple atropello. Desde ayer y hasta mañana, Viernes Santo, las banderas del Ayuntamiento ondearán a media asta.