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Las últimas horas de Javi Salgado como capitán
Salgado ofreció la rueda de prensa, cumplió con un compromiso con el club y posó para este periódico en Santutxu, su casa, su barrio
Javi Salgado vivió ayer un día frenético. A las doce de la mañana, tenía una cita en Miribilla. Iba a comunicar una de las decisiones ... más determinantes de su carrera; que lo dejaba. Llegó bastante antes. A las 11.30 horas, el capitán estaba sentado en uno de los sofás de la sala en la que habitualmente los familiares esperan a los jugadores después de los partidos. Repasaba la nota que luego iba a leer. Bueno, para ser exactos, un esbozo, los puntos clave, de lo que deseaba decir en su último servicio como figura del Bilbao Basket.
Y llegó el momento de sentarse ante la prensa. En primera fila, sus familiares, con Olaia, su esposa, su pareja de toda la vida, en el centro. Detrás, un enorme cartel que le agradecía los servicios prestados. Ocho minutos después de arrancar rompió a llorar. Le ganó la emoción. Como pudo acabó. Y, tras la comparencia, charló con unos y otros, se sacó fotografías y a eso de la una se marchó rápido a comer a casa. ¿Por qué?
Debido a que las dos tenía una cita, un compromiso con el club. Lo cumplió y, ya más calmado, atendió a la llamada de este periódico. Con chanclas, pantalones cortos, una ropa más cómoda que la de la mañana, se retrató en el corazón de su barrio, en la calle El Karmelo, por la que tantas veces ha paseado. A continuación, acudió a Miribilla, otra vez, para recoger a sus hijos del Campus del Bilbao Basket y acudir a Bakio, a ese lugar en el que se evade y disfruta.
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