El Evangelio según san Markus
El último triple de Howard demuestra su capacidad para traducir los milagros sobrenaturales en hecho cotidianos
Markus Howard se ha convertido, o venía ya así de Denver Nuggets, en una atracción del circo del sol. En el mejor sentido del término, ... naturalmente. Es el trapecista que perfecciona un poco más su número en cada representación ante el público. Si los espectadores pensaban que quizá ya habían paladeado el repertorio completo del escolta comprimido en el cuerpo de un base, resulta que no. Aún el tipo va más allá, envida a grande y suelta su penúltima hazaña. Porque de tal modo cabe definir su triple sobrenatural contra el Valencia. Y es que contemplándolo como un visionario sobre el parqué quién sabe si a esa mano celestial e 'imposible' no le sucederá otra según el lema circense del 'más difícil todavía'.
Sonará reiterado, pero siempre gusta rememorar las gestas. Quince segundos para el final del arduo duelo contra el Valencia, saque de fondo baskonista desde la canasta propia, sólo un punto arriba y arrinconamiento taronja a Costello en un 'dos contra uno' bien estudiado. Agobio, sensación de perder la pelota con el reloj supurando arena y búsqueda de un redentor. ¿Quién? Las adivinanzas valen poco cuando resultan tan fáciles. El cuero queda en las manos salvadoras de Howard que, medio cuerpo fuera del campo, tira un córner con vocación de gol olímpico y la iglesia entera de Zurbano estalla en aleluyas y salmos de gloria. Sí, lo ha vuelto a hacer con un lanzamiento que reta el vademécum completo de la física.
La fe del creyente
En el caso del hombre que viste la camiseta número 0 del club azulgrana cobra vigencia acentuada la disyuntiva entre el huevo y la gallina. Aludo a qué confianza plena antecede a la otra. Se conoce, y proclamado de primera boca por el mismo hacedor de los milagros, que la fe religiosa conduce la vida de este baloncestista de 1,78 metros que no destacaría en la fila del supermercado. Pero piensa uno que no existe mayor creyente en sí mismo que él.
Es tal la seguridad que difunde a sus compañeros y seguidores que pocos dudan sobre su don de colar tiros inverosímiles. Teoría a la que también se abonan, para su desgracia, los conjuntos adversarios. Porque las pizarras rivales van repletas de señuelos, pero aún no muestran las trampas con las que encarcelar a Howard. Como bien dijo un técnico visitante del Fernando Buesa Arena, la única forma eficaz consiste en encerrarlo en el vestuario y tirar la llave después. No hay antídoto contra su veneno aniquilador.
Es el promedio de acierto en triples que tiene Howard, 98 de 213, entre ACB y Euroliga
Para exteriores como Markus debió de venirles el cielo a ver -y nunca más a cuento en su caso- cuando el desarrollo evolutivo de este deporte se dirigió al establecimiento del arco de tres puntos. Desde el 6,75 al 7,25 en la NBA hasta la ampliación en medio metro de la FIBA para transformar los 6,25 que arrasó Saulius Stombergas en Atenas en los 6,75 actuales. Gente de la estirpe de Howard debía de pensar que habría de primarse más un misil lejano que un mate rasgando el aro de cuajo.
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El tirador
Así que la secretaría técnica del Baskonia, con el husmeador Alfredo Salazar al frente, reparó en un chico castigado por los prejuicios físicos que dominan la NBA. Allí no les vale un escolta tan pequeño al que los contrarios atacan desde el poste bajo aprovechando la diferencia de estatura. Incluso aquí se vio con recelo el advenimiento de un hombre así de bajo para un deporte de gigantes. Más cuando en una de sus primeras ruedas de prensa, Joan Peñarroya apuntó a la diana de la realidad. «Markus no es un base». Lo comentó cuando se le interrogaba sobre una auténtica batuta (Thompson, otra bendición en forma de fichaje) y un 'pichichi' formidable.
Rango infinito
En el argot del baloncesto suele hablarse del rango de tiro para establecer hasta qué distancia puede un especialista mantener un alto porcentaje de acierto. También en este apartado derriba Markus el castillo entero de los naipes. Sencillamente no se le conocen límites, como el remedo 'europeo' del divino Stephen Curry norteamericano. El azulgrana puede anotar en penetración, contra el cristal, al borde de la línea o desde diez metros. Poco antes de su obra maestra y definitiva contra el Valencia, el fenómeno ya había robado una pelota con manos rápidas, corrido la pista y clavado un triple en transición que muerde el ánimo rival más consistente.
Anota en penetraciones o tiros lejanos saliendo de bloqueos, a partir del bote eléctrico y en transición
Sus escasos 1,80 metros le obligan a arquear los lanzamientos para eludir los tapones de pares bastante más altos y pegados a él. De ahí ese tiro bombeado, preciso, certero, elegante y veloz a la vez. Una especie de misil tierra-aire desde su corta estatura para el baloncesto hasta la canasta elevada a 3,05 metros sobre el parqué. ¿Tipos de tiro? En carrera, saliendo de bloqueos o generándoselos él mismo tras esos eléctricos botes por delante que recuerdan la táctica del trilero. El célebre 'dónde está la bolita' en las fauces mismas del abatido defensor.
En el desván imperecedero de la memoria quedan las exhibiciones sensacionales contra Betis, Gran Canaria (9 de 12 triples con ovación ajena y vuelta al ruedo), Fuenlabrada, Granada y el Valencia que vio la mano de Dios. Ya en el frente continental, las hazañas ante los serbios Partizán y Estrella Roja, Maccabi en la noche más redonda y lúdica del equipo alavés y Real Madrid. Entre ambas competiciones, 98 de 213 triples o un 46%. Versículos del Evangelio según san Markus.
descollantes del escolta azulgrana en los 32 compromisos oficiales jugados
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