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Tal vez lo más chocante de la temporada del Baskonia es que naufragios como el experimentado ante el Joventut ya no son una ... sorpresa. Aunque también es cierto que al aficionado azulgrana más optimista la derrota le recordó la total crudeza de la temporada que está cuajando su equipo. Ese hincha parecía haberse olvidado ligeramente de los dolores de cabeza a base de algunas victorias, llegaran como llegaran, y la tímida escalada del equipo en la batalla por el play off. La visita a Badalona parecía un buen momento para probar la robustez de ese crecimiento. Para ver, en definitiva, si el Baskonia llegaba al momento decisivo con las garantías competitivas que se le presumen, lo que al fin y al cabo es lo que cuenta. Pero ese sufridor hincha apagó el televisor con casi más dudas que nunca.
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No resultó solo una cuestión de falta de recursos baloncestísticos para anular a un rival superior desde el salto inicial. Fue también otra muestra de que el carácter que baña los recuerdos más gloriosos del equipo azulgrana es más un deseo que una realidad. Si el Baskonia buscaba saltar a la pista con el 'minipunto' del triunfo anímico antes de poder acometer la pelea por llevarse la victoria en el parqué, la realidad es que ese inicio marchó por el camino contrario. Un arranque blando e insulso que comenzaría a labrar una tendencia imposible de revertir durante el resto del metraje: el Baskonia no estuvo ni un solo segundo al frente del marcador en un partido que no solo necesitaba ganar, sino en el que era clave levantar el average en contra -tres puntos- para reforzar sus perspectivas en el play off.
Esa inexplicable falta de tensión competitiva, los problemas para calibrar la importancia del encuentro y obrar en consecuencia, son una constante para un equipo que ha desaprovechado varias oportunidades durante el curso de revertir una tendencia ya consolidada hacia el caos. Cuando tenía en su mano ir a por una victoria clave por meterse en la ya lejana Copa, el Baskonia cuajó una sonrojante actuación ante el Girona. Cuando buscaba como fuera mantener vivas sus opciones en la Euroliga, los azulgranas cayeron de forma inexplicable ante el colista, el Alba. El denominador común de estos tres tropiezos es la falta de ímpetu de una plantilla de fiabilidad reducida a la mínima expresión.
Que tras el partido Laso destacara a Raieste como el mejor jugador azulgrana ilustra esa falta de referentes. No tanto por el papel del estonio, correcto en su rol en los escasos minutos de los que dispuso, sino porque los que debían ocupar esa jerarquía protagonista fueron de nuevo tragados por el torbellino. Nada más que breves episodios de calidad individual, la que no se pone en duda que ostenten muchos de los azulgranas, pero insuficientes en un contexto donde el peso del colectivo y sus engranajes tiende a imponerse sobre actuaciones individuales destacadas.
Por eso las apariciones de Sedekerskis, la ligera tendencia al alza de Forrest o el buen final de partido de Samanic -trece de sus catorce puntos los anotó en un último cuarto ya con poco en juego- resultan insuficientes cuando son al menos diez los jugadores llamados a ser más que valiosos en un contexto doméstico donde el Baskonia está obligado a ser temible. De nada vale que todo se quede en chispazos. Sin energía, concentración ni continuidad es muy difícil que las cuentas del play off acaben arrojando un resultado positivo para ese hincha al que le cuesta mantener la ilusión.
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