Baskonia

Cien días de silencio en el 'caso Pierriá Henry'

¿Cómo se declara el jugador? Inocente. ¿Cómo está? «Desolado. Es una tragedia», reconocen desde su entorno. ¿Dónde está el estadounidense? En su país natal. Allí se refugia en el cariño de su familia y la felicidad que le transmite estar con su hija. Pero lo más importante queda aún por determinar. ¿Qué sanción le impondrá el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS)? ¿Cuándo va a volver a jugar? Y, sobre todo, si no hay todavía una resolución que amenaza con hacerse esperar, ¿cómo va el proceso?

En los estamentos involucrados impera el silencio. La Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), encargada de la lucha contra el dopaje en todas las competiciones y de suspender a los jugadores, no ha querido arrojar luz ante el requerimiento de este periódico. «No comentamos casos en curso», alegan. La Federación Española está bajo su paraguas, mientras que la Agencia Antidopaje hace por colaborar pero alega que el estadounidense no tiene abierto ningún procedimiento en su comisión, por lo que no expone ninguna postura. El Baskonia, por su parte, se remite al final de su comunicado de enero. «Cualquier novedad sobre la cuestión será notificada oportunamente». Eso sí, el club mantiene el apoyo a Henry aunque, de momento, aparca la idea de trasladar el caso a la justicia ordinaria. Todo queda en manos del TAS.

El entorno del singular timonel de Virginia asume que el caso «va para largo». «No hay mucho que podamos hacer más que esperar», aceptan con lamento. Simplemente definir su defensa en un proceso judicial extenso y farragoso, cuya clave reside en cómo demuestra cada una de las partes las acusaciones que vierten una sobre otra.

Por un lado está la FIBA, que denuncia que la orina del control antidopaje al que se sometió Henry el pasado 3 de noviembre es sintética, que tiene un componente incompatible con la de un ser humano. No es un positivo en una sustancia prohibida. Es peor ya que hay una supuesta manipulación de la muestra. Se expone a una sanción de cuatro años. Y cumplió 30 en enero. Sería casi el final de su carrera.

En el bando contrario quedan Henry y el Baskonia, que invierten el caso. Ambos esgrimen que durante la toma de orina el interventor de la FIBA no detectó ninguna irregularidad. No hay pruebas de que la orina recogida no saliera del cuerpo de Henry. Si no hay indicios del acto punible que presuntamente se cometió en la sala del Buesa Arena en la que se hacen los controles, su alegato es que el problema está en la cadena de custodia. En el proceso de trasladar las dos muestras recogidas en Vitoria hasta el laboratorio ubicado en Ginebra, en la sede de la Federación Internacional. Allí se analizó la primera toma y el resultado fue inconcluyente, ni positivo ni negativo. Luego determinaron que era orina sintética y suspendieron al jugador. También se le negó medida cautelar alguna. En el análisis del otro bote, más de lo mismo. Lo único claro es que algo se ha hecho mal y es al TAS al que le corresponde decidir el culpable.

En este punto surge otra pregunta. ¿Por qué va todo tan lento? Ayer se cumplieron seis meses desde que Henry se sometió al fatídico control. «Hay un colapso brutal y son casos muy metódicos y minuciosos», explica un especialista en justicia deportiva consultado por este periódico que prefiere mantener el anonimato. «Primero los análisis, ahora llegará el momento de los testimonios, que es un volumen muy alto, luego los fallos, las apelaciones y la decisión final», resume. Pierriá Henry, el otro jugador elegido para el control, Tadas Sedekerskis, el médico del club, Luis González y el interventor de la FIBA, el 'vampiro', son los primeros en declarar como testigos.

«Algunos casos de cadena de custodia sí se han ganado», dice el experto consultado. Un ejemplo es el del nadador colombiano Omar Pinzón. Dio positivo por cocaína el 10 de noviembre de 2012. Fue absuelto el 7 de abril de 2014. Pasó año y medio en el que de inicio fue culpable, sin presunción de inocencia. Una tragedia similar a la del jugador del Baskonia. Suspendido de empleo y sueldo, pero defendido por el club y presente en todas las creatividades del departamento de marketing. Su imagen, bien grande, se mantiene en el exterior de la tienda de General Álava. Es el retrato de una persona ahora ausente que, tras muchas vueltas por Europa, se ha tenido que alejar de la ciudad en la que, según sus palabras, le permitía ser como es y en la que se ha quedado parte de su despedazado corazón.