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El Baskonia de Pablo Laso acumula una 'herencia genética' que le impide en este momento ser algo radicalmente distinto a lo que ha sido ... a lo largo de meses de competición. No esperemos rehabilitaciones súbitas ni giros extremos en un estilo de juego en el que no hay medias tintas, con virtudes y defectos localizados. En plena recta final de la fase regular ACB, imperan los estados de confianza en las filas azulgranas. Tenemos a un Trent Forrest que se sabe mariscal general al timón, imperturbable en ese ritmo tan lejano del vértigo e incansable ante la sobrecarga de minutos que impone la lesión de Kamar Baldwin. Está también Markus Howard, al fin decidido a no traicionar su personalidad de ejecutor y líder ofensivo del perímetro, rango asignado por condiciones y contrato.
Tras el aura deslumbrante con trazos de inconstancia de estos dos jugadores, se encuentra el tipo casi siempre fiable, con rostro angelical y que tiene por costumbre predicar con el ejemplo. Se trata de Tadas Sedekerskis, el hombre que ejerce de 'cinco' en la última prórroga de aquel triunfo digno de frenopático logrado en la cancha del Valencia Basket o el que pone temple, trabajo reboteador y determinación a la última victoria ante el Casademont Zaragoza. El capitán es de esos camaradas al que siempre se elige para cavar cualquier trinchera o para librar cualquier batalla.
A partir de aquí, los protagonistas vienen y van, suben o bajan, penan en el banquillo o se ganan su ración de protagonismo según el criterio de Pablo Laso y el momento de partido. Moneke tiende a ceder el balón a otros con una generosidad pasmosa y erupciones anotadoras más discretas. Hall y Diop siguen en un pulso por ser el 'cinco' principal, una partida que últimamente se anota Samanic para poner en evidencia cierta fragilidad en el puesto. Si a Luwawu-Cabarrot le duele la espalda, minutos para Raieste. Rogkavopoulos sigue poniendo su ardor y la puntería triple, pero ve el cierre de los partidos desde el banco si se dispersa.
El patrón de uso de jugadores que aplica Pablo Laso para nada es rígido en este momento de campaña. Su núcleo de intocables es muy reducido. Fuera del círculo de máxima confianza, la paciencia del técnico vitoriano tiene sus diferentes escalas de tolerancia con el error. Y también existen diferentes grados de frustración y receptividad entre los jugadores azulgranas ante las llamadas de atención de su entrenador. Ya estamos en mayo y ya se sabe lo que puede llegar a desgastar la convivencia.
Este Baskonia vive al día, sin perder demasiado tiempo en contemplar el camino ya transitado ni sobrecalentarse la cabeza con lo que le espera. Ahora, su presente es perfecto, aunque cuesta olvidar lo efímera que puede ser la alegría con este equipo azulgrana. El triunfo ante los maños y la segunda derrota consecutiva del Manresa le permitieron volver a pisar territorio de play off ACB después de más de un año de vagar por posiciones clasificatorias impropias de su estatus y su presupuesto. Escalar desde la novena hasta la octava posición actual fue como si se abrieran las puertas de un cielo que debería ser el horizonte mínimo del paisaje azulgrana. ¡Qué tiempos aquellos en los que a estas alturas de temporada se buscaba la vía para terminar entre los cuatro primeros de la fase regular de la ACB para asegurarse la ventaja de campo en la primera ronda de play off! Hoy, tiramos de calculadora para encontrar un asiento entre el sexto y el octavo puesto de la clasificación doméstica mientras escuchamos las batallas de los play off de la Euroliga como un ruido lejano.
Contemplar ahora la tabla ACB y ver colarse al equipo vitoriano entre los aspirantes enciende el espíritu retador. Que se preparen los de arriba ya que un cruce a las primeras de cambio con el inquilino del Buesa Arena tiene muy poco de premio a la regularidad mostrada a lo largo de la campaña regular. Este Baskonia puede ser incluso sexto si el sábado supera al Joventut en Badalona. Es la posición en la que se ha colocado el plantel azulgrana tras caer de pie en la Fonteta después de dos prórrogas y de superar a un Zaragoza que no perdió la cara al encuentro en ningún momento. Dos victorias para reapuntalar una fe siempre expuesta a reveses por aquello de que 'ya nos conocemos'. Llegados a este punto, ¿por qué no una tercera para firmar la mejor racha de la presente campaña?
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