Una nueva decepción
MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN
Lunes, 5 de abril 2021, 02:52
El Athletic perdió una final que nunca supo cómo ganar. Ni siquiera queda el recuerdo de lo que pudo ser, nunca se vio la manera ... de que las cosas fueran diferentes. Fue un equipo inoperante que solo tiró una vez a portería, un chut con la pierna derecha de Íñigo Martínez.
Una final no suele ser el escenario de un fútbol brillante, son partidos jugados a cara de perro, en los que conviene parecerse a nuestra mejor versión, y sucedió todo lo contrario. Ni el Athletic fue a por la Real, salvo persiguiendo sombras, hiperventilado más que potente, ni la esperó para jugar sin complejos a la contra, seguramente lo que debió hacer aceptando la superioridad técnica del rival para cerrarse bien, anticiparse en cada jugada y salir de inmediato al contraataque.
El Athletic volvió a perder por culpa de un error puntual, si vamos a lo concreto. Yeray regala el balón a Merino, quien pone un pase en profundidad a Portu. Íñigo Martínez, que hasta entonces había estado muy contundente, va al bulto una vez más y hace un nuevo penalti que decidió el partido. Y eso fue todo. Los centrales, que hasta entonces habían estado bien, fueron en esta ocasión copartícipes del enésimo regalo al rival. La final fue en ese sentido una síntesis de la temporada. Un regalo flagrante al que siguió una decepcionante impotencia para mostrar siquiera maneras de que algo podría cambiar. El partido cayó herido de muerte, no volvió a suceder nada más. Se fue adormeciendo mientras sufríamos los chistes malos, las risas sin maldita la gracia de los comentaristas, tan lejanos, tan ajenos, tan insustanciales, tan poco conscientes de que estaban siendo desconsiderados con una gran afición (salvo los lerdos habituales) que merecía en la derrota un respeto mayor.
Íñigo Martínez fue el protagonista indeseado de la final. Había jugado dos partidos y medio en siete días con una selección en la que Ramos fue a batir un récord y subir el caché. Y luego está la aleatoria interpretación de un reglamento cada vez más confuso. Toda la vida las manos se pitaban cuando acudían en busca del balón en lugar de evadirse de su trayectoria. El dilema no debió ser si era dentro o fuera del área sino si había que pitar, o no, una mano absolutamente involuntaria, pero esa jugada y la larga espera al VAR sacaron de quicio a Íñigo Martínez, quien ya de por sí es propenso a las reacciones temperamentales. Después hizo un penalti tras el que fue expulsado y, a pesar de la rectificación, no se recuperó digamos de su contagioso nerviosismo.
A Vencedor le vino grande el partido, Yuri pasó desapercibido, Muniain no entró en juego, Raúl no cazó ninguna y la inoperancia de Williams no es noticia. Marcelino no estuvo lúcido en el planteamiento inicial ni supo reaccionar después. La banda derecha era la zona del campo a proteger, por donde se mueven Oyarzabal y Merino. Tal vez debió meter antes a Capa y adelantar a De Marcos por un errático Berenguer. Por allí llegó el gol.
El desmoronamiento del equipo fue muy decepcionante, extenuado de responsabilidad. Quedaba mucho tiempo y se fue malgastando entre desmayos de futbolistas de la Real y la impotencia del Athletic.
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