Europa, nos debes una
El Athletic, como institución, merece un sitio en ese selecto club. Para ello se ha construido un estadio cinco estrellas. Lezama funciona y la desbandada de algunas estrellas que optaron por cruzar el río generó otro pero de millones. La palabra clave es compromiso
Patxi Alonso
Domingo, 3 de abril 2016, 17:59
Europa es un soldado dormido sobre su mochila. Una definición más vigente que nunca. La escuché hace años en Buenos Aires, y viene ahora a ... mi mente paseando por la castigada y siempre seductora París. La ciudad que se resiste a perder su luz trata de mantenerse en pie frente a la barbarie. Erguida, altiva en ocasiones, hermosa siempre, y absolutamente embriagadora cuando en sus bulevares y avenidas estalla, literalmente, la primavera. Europa, esa palabra mágica, una promesa de libertad y progreso hace no tanto, y que afronta sin saberlo, adormilada y autocomplaciente, un momento crucial en su (nuestra) existencia.
Si hablamos de fútbol, Europa es también la tierra prometida. Para los futbolistas de pies descalzos que retratara Eduardo Galeano, y que se aferran a una pelota de trapo como a un esférico salvavidas en potreros sudamericanos o en descampados africanos. A nivel de clubes, es el ser o no ser. La delgada línea roja que separa a los grandes del resto se está convirtiendo en un auténtico muro, que se agiganta conforme se agrandan las diferencias de presupuestos, consecuencia directa del reparto de la gigantesca y golosa tarta de los derechos de televisión.
El Athletic, como institución, merece un sitio en ese selecto club. Para ello se ha construido un estadio cinco estrellas. Lezama funciona y la desbandada de algunas estrellas que optaron por cruzar el río generó otro pero de millones. La palabra clave es compromiso. Sobre ella construye su discurso Iker Muniain en una entrevista concedida a la revista oficial del club en su último número. No es casual. Ni el medio elegido para hacerlo (que nos llega a los socios a domicilio) ni el jugador que enarbola la bandera. Un futbolista por el que el presidente Urrutia siente un aprecio especial y al que escogió como mascarón de proa para defender el fuerte. En un momento crucial, cuando se acerca una nueva ofensiva de los tiburones del mercado (con el lesionado Laporte e Iñaki Williams en un candelero en el que les pone su extraordinario talento). El fichaje de Raúl García nos recuerda que el club exhibe una imagen de fortaleza de puertas afuera pero que conviene ser pragmáticos. Por ello se sigue con interés el proceso de negociaciones de Iñigo Martínez en la Real. Siendo conscientes de que su contrato concluye en 2017, y que Aperribay puede apelar a la cláusula de treinta millones con la misma rotundidad con la que exigirá el Athletic cincuenta por Laporte, al final será siempre el jugador (el compromiso, ya saben) el que acabe inclinando la balanza hacia un lado u otro.
Aunque nadie quiera afrontar un precio tan alto como el que pagó Fernando Llorente, cuyo regreso este jueves a La Catedral queda eclipsado por su propio rol (a la sombra de un Gameiro deslumbrante) y por la importancia de un partido de enorme calado para nuestro club. Athletic y Sevilla se han convertido en enemigos íntimos. Pelean por lo mismo. Tumbar al campeón y plantarse en semifinales sería abrir las puertas del cielo. Siendo plenamente conscientes de la dificultad de la empresa, dos antecedentes invitan al optimismo. Tres de marzo de 2009. El Athletic regresó a una final de Copa 24 años después, tras comerse vivo a un Sevilla cuyo presidente pasó a la historia por un atracón de rabo. Fue una noche mágica. En el césped, en la grada y en las calles. El agur oficial a los años de plomo. Luego llegarían el genio de Marcelo Bielsa y la seducción tranquila de Ernesto Valverde, con el que un 27 de abril de 2004 los leones consiguieron la clasificación virtual para la Champions derrotando de nuevo al equipo andaluz. Fue por 3-1 en un San Mamés en obras (al menos nadie se mojaba en el fondo sur) y con goles de Susaeta, Muniain y un Herrera que podría ser otro nombre a sumar al de Iñigo Martínez en un mercado muy limitado por razones obvias.
En ambas ocasiones ellos partían como favoritos (aunque en la segunda acusaran el desgaste de las rotaciones al disputar esos días las semifinales de la Europa League ante el Valencia). No hay dos sin tres. El desafio es hermoso. Europa nos debe una. A por ellos. A por ella.
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