El Chopo, alto, noble y formal
Primero como jugador y al final como embajador, Iribar ha sido y es la más exacta personificación de lo que el Athletic representa para su gente
Los futbolistas del Athletic se concentraban en mi pueblo, en el palacio de Muñatones, cuando yo era niño. Cuando iban camino de misa en las ... tardes de los sábados, nos apostábamos en su recorrido para verlos pasar, su paso era lo más parecido al desfile de los héroes. Iribar llevaba un misal. Era alto, noble y formal, de paisano igual que en el campo.
Me acordé de él cuando Ona Carbonell ganó la plata en un mundial bailando en el agua un discurso de Mandela, uno de los personajes favoritos de Iribar: «El deporte tiene el poder de cambiar el mundo. Tiene el poder de unir a la gente. Les habla a los jóvenes en un lenguaje que ellos entienden…» Mandela vio muchos partidos de fútbol en la prisión de Robben Island, los partidos de fútbol le ayudaron a mantenerse cuerdo.
El Athletic tiene el poder de unir a la gente como pocas cosas lo hacen en esta tierra nuestra. E Iribar ha sido y es su más exacta personificación, en su época de jugador inolvidable y después, como el más apropiado embajador del Club. Seguramente habría sido así, educado y humilde, en cualquier otra vida que le hubiera tocado vivir, pero sin duda su carácter se reafirmó en el Athletic, donde aprendió lecciones de compañerismo, dignidad y ejemplaridad, como predicaba con el ejemplo el primer capitán que tuvo, Orúe, que «era como un santo».
El Chopo Iribar fue un portero sobrio cuya fortaleza principal era la colocación. Hacía su trabajo sin incurrir en el adorno. Si podía sujetar el balón entre las manos, lo hacía, como si fuera lo más natural. No le gustaban las exhibiciones innecesarias. Solo volaba de poste a poste cuando resultaba absolutamente imprescindible, y entonces su vuelo era doblemente prodigioso. Era como si se avergonzara un poco de no tener otro remedio que recurrir a sus superpoderes. San Mamés le cantaba entonces, como un orfeón, el viejo pareado, y él, como si tuviera prisa por quitarse de en medio el protagonismo, sacaba rápido con el brazo, como si fuera un discóbolo, dirigiendo el balón al compañero desmarcado, aunque estuviera en medio del campo.
El fútbol es el mismo en lo esencial, pero han cambiado algunas cosas. Por ejemplo, ya no existe el antiguo derecho de retención, pero estoy seguro de que Iribar no echa de menos otros sueños. Hubiera podido ganar muchas cosas por ahí, dinero, campeonatos y fama mundial, pero habría perdido su condición mitológica entre nosotros. Siendo tan bueno como fue solo ganó el europeo de selecciones ante Rusia y dos Copas con el Athletic, ante el Elche y el Castellón. Otra de las cosas que ha cambiado es que los porteros titulares suelen ceder su puesto a los suplentes en la Copa. Da vértigo pensar que Iribar no habría ganado nada con el Athletic.
El tiempo va pasando, pero ahí sigue el Chopo como el más adecuado mascarón de proa del club, firme como siempre, alto, noble y formal, representando los valores esenciales del Athletic, la deportividad en el campo y en la vida, la elegancia moral y la ejemplaridad como un deber de los jugadores, entre ellos y con la afición en general.
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