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Iñigo Fernández de Lucio, Jon Garay, Terry Basterra y Félix Montero
Lunes, 8 de abril 2024, 13:26
Marta Collado estaba ayer a primera hora de la mañana lista para tomar la salida en la media maratón de Getxo. Era una de las ... liebres que lanzaba la carrera. Había dormido poco. Es futbolera, pero sobre todo es del Athletic. Unas horas antes estaba celebrando en casa el título de Copa.
Cuando Alex Berenguer se disponía a lanzar el penalti definitivo tenía a su hija pequeña de dos años en brazos. La dejó en el suelo. Era un momento de máxima tensión. El '7' rojiblanco golpeó con pierna derecha. Fuerte. Rasa. Ajustada a la cepa del poste izquierdo. Gol. El Athletic era campeón de Copa 40 años después. «Es una alegría enorme. Vaya tensión de partido. Qué mal lo pasamos», recordaba ayer.
Collado, de 39 años, fue varios años socia del Athletic, pero con los niños y la falta de tiempo libre que deja la crianza se dio de baja, aunque no por ello su amor por estos colores ha ido a menos. «He estado en varias finales. En algunas con entrada y en otras sin ella», recordaba. La de este sábado la vivió desde su domicilio, pero con una gran emoción y alegría.
«Siempre he sido muy del Athletic. Soy de aquellas niñas que teníamos a Julen Guerrero como nuestro jugador favorito», comentaba entre risas. Quizá por ello uno de los momentos que recuerda con más «rabia» fue cuando el 'Cholo' Simeone pisó y le clavó un taco en el muslo al '8' portugalujo.
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En las trenzas
Ayer, en Getxo, Marta era liebre de la prueba y en vez de la camiseta del Athletic, lució los colores de los leones de otra manera. Se hizo dos trenzas, cada de ellas terminada con un lazo con rojo y blanco.
Ahora queda casi lo más esperado por todos: la salida de la gabarra. «El jueves nos estamos organizando para verla con los niños. Aún no sabemos dónde nos vamos a colocar. Nosotros vivimos por la zona del Casco Viejo e imaginamos que en ese entorno puede haber mucha gente», comentaba. Va a buscar un lugar en el que la aglomeración de gente no sea excesiva con el fin de que los niños puedan disfrutar de ella sin grandes agobios. «El mayor tiene 5 años y está súper emocionado con el Athletic. Yo tampoco he visto nunca la gabarra. El jueves va a ser un día muy bonito del que nos acordaremos siempre».
Cuando el Athletic levantó la Copa de 1984 el ahora reputado cocinero Fernando Canales tenía 22 años. El momento en el que Dani alzó el trofeo en el Bernabéu dejó en él una sensación «indescriptible». Una imagen imborrable que comparte protagonismo en el imaginario colectivo de entonces con la gabarra surcando la ría de Bilbao. «Por mucho que lo explicara, era imposible que alguien que no lo vivió lo entendiera. Es como una boda, no entiendes lo que ocurre hasta que pasa».
«El sábado, por fin, las nuevas generaciones pudieron ver un equipo ganador, un club que se reconcilió con su historia», presume Canales, que asistió a La Cartuja junto a sus dos hijas. La más joven de ellas, Mercedes, ha visto ganar al Athletic una Copa por primera vez a sus 22 años, los mismos que tenía su padre cuando se conquistó el anterior título. Sin voz tras un fin de semana «alucinante» explica que «no teníamos otra opción que ser athleticzales, nuestros padres son 'superhinchas' y nos lo han inculcado desde pequeñas».
Tanto que, a la hora de elegir la ropa con la que ir a Sevilla, solo seleccionó tres camisetas del Athletic. Para qué más. «Lo vivido en La Cartuja es un premio para quienes vamos a sufrir todas las jornadas a San Mames. También para los jóvenes que solo hemos visto perder finales», añade su hermana Giulia, de 26 años.
«No nos lo creemos»
Los tres atienden a este periódico mientras regresan en coche de Sevilla. Lo hacen con tareas pendientes. El primero, mentalizarse de haber ganado la Copa. «Todavía no nos lo creemos». El segundo también tiene algo de trascendental: prepararse para vivir la gabarra. Las más pequeñas lo han visto en fotos, vídeos y se lo han imaginado. Pero, advierte su padre, la realidad en este caso supera a la ficción. «Va a ser un momento en el que se va a desbordar Bilbao. Si la última vez fue una locura, no me quiero imaginar el jueves. Esta victoria es una recompensa para todos aquellos menores de 40 que no lo han vivido».
Pero, pongámonos catastrofistas, ¿qué hubiera ocurrido en el caso de perder la final? Pues, dicen, el sentimiento seguiría intacto. «Aunque sea difícil de entender, hay que separar el resultado del partido. Lo que vivimos el sábado en Sevilla es apoteósico. Son momentos que nadie nos va a poder quitar independientemente de lo que pase sobre el césped», coinciden.
Lucio Ortiz celebró este sábado sus 74 años de la mejor forma posible, con la Copa del Athletic. Le cantaron el 'zorionak, zuri' con la camiseta puesta. Veterano de guerra en cuestiones rojiblancas, estuvo en la final de 1984, la ganada contra el Barcelona de Maradona, y la de 1977, perdida contra el Betis con los penaltis fallados por Dani e Iribar. Por el detalle con el que las recuerda, parece que se jugaron ayer mismo. Pero han pasado cuarenta años. La de este sábado la vivió en San Mamés, pero no en el estadio, sino en el barrio de Zierbena a medio camino entre La Cuesta y la playa de La Arena. «Seguí el partido en casa con mi compañera. Fue jodido, lo pasé muy mal», recuerda sobre un encuentro que no se resolvió hasta la tanda de penaltis tras tener que remontar el Athletic el gol inicial de los mallorquines. ¡Cómo olvidarlo!
Pese a que los rojiblancos comenzaron por detrás en el marcador, «la primera parte estuve más tranquilo». «Me puse más nervioso en la segunda, a partir del gol de Sancet. '¡Ay madre, ahora nos los comemos!', pensé. Pero luego aguantaron bien», subraya analizando el duelo. Con muchos partidos a sus espaldas -se nota que sabe de fútbol y que habla de ello todas las mañanas con sus amigos de toda la vida en Zierbena mientras toman un café-, en seguida vio que el paso de los minutos beneficiaba al Athletic. «Ellos llegaron peor a la prórroga. Estaban deseando alcanzar los penalties».
Un momento crítico fueron los cambios introducidos por Valverde. «Pensaba que estaba tirando el partido, sobre todo por el cambio de Ruiz de Galarreta, que estaba jugando bien. Pero resultó que tres de los cambios acabaron por tirar los penaltis». Y marcaron.
«Lo de 1984 fue tremendo»
Cuando Berenguer marcó la pena máxima decisiva, «fue tremendo, el no va más. Se veía que tenía confianza aunque el portero adivinó por dónde lo tiró. Pero le pegó fuerte», afirma saboreando todavía el dulzor de la victoria. El mismo que hace 40 años, cuando fue testigo directo de la histórica final de la tangana contra el Barça. «Estuve en Madrid. Aquello también fue tremendo. El Athletic tenía entonces muy buen equipo. Recuerdo que Clemente dejó fuera a Sarabia y a Gallego y entraron Endika y Patxi Salinas. Endika fue el que marcó el gol y Salinas hizo muy buen partido. Nos llevamos la Copa, que es lo que vale».
Borja y Elena recordarán de por vida y con cariño todo lo vivido este pasado fin de semana en La Cartuja. «Mi madre estuvo en la otra final, la del año 84, y ahora yo también he podido ver esto. Me hace mucha ilusión», cuenta ella. Pese a este precedente, explica que en su casa no han sido nunca unos fanáticos del Athletic. «Hasta que me enamoré de un talibán y me enganché. Ahora te sé decir toda la alineación de carrerilla».
Cuestionada acerca de qué significa el Athletic para ellos, esta joven pareja bilbaína explica lo que han visto estos días en la ciudad andaluza. «Había mucha gente (joven) que llevaba en la camiseta 'aita' o 'aitite'». Porque la comunidad zurigorri también la conforman los que ya no están. «Cada uno ve el partido con su mochila. Y cuando ganamos cada uno lo celebró por lo suyo y por los suyos», reflexionan. «La gente que es del Real Madrid o del Barça están acostumbrados a ganar títulos. Pero cuando eres del Athletic y han pasado 40 años desde la última Copa, sube la adrenalina».
En cualquier caso, han sido unos días para recordar en la capital andaluza. «¡Qué ambientazo! ¡Qué buen rollo! Había una cantidad de gente brutal, a veces era un poco agobiante pero ha sido espectacular». El partido y, sobre todo, los penaltis fueron momentos de máxima tensión. Tenían al lado a un amigo «que no quería ni mirar».
Luego llegó el golpeo de Berenguer, el éxtasis y el resto es historia. Un momentazo. «Todo el mundo saltando, abrazando a los de delante, a los de detrás... Fue la leche». «Ya tocaba ganar», se felicitan. También fue un momento para acordarse de la familia, que vibraba a 800 kilómetros de distancia. «Lo primero que hice fue mandar un audio a mis aitas, fue un momento de mucha alegría», explica Borja, con una evidente afonía. La voz que le falta se le quedó en la ciudad andaluza, entre la Athletic Hiria y La Cartuja.
Ver la gabarra «donde sea»
Organizaron el viaje vía Madrid, adonde llegaron en coche y de ahí a Sevilla, en tren. Cuentan que la ida por carretera desde Bilbao fue una peregrinación de athleticzales. «Todo eran coches del Athletic, con bufandas, banderas, camisetas... Salimos ya de Bilbao con ambiente festivo, fue una pasada».
¿Y el jueves qué? «Estamos maquinando algo». Todavía no lo tienen muy claro porque a ambos les toca trabajar «mañana y tarde» pero confían en que en la oficina tengan manga ancha. «Cuando salgamos habrá que buscar algún hueco en las márgenes de la ría, donde sea. O verlo desde casa de alguien», barruntan. A fin de cuentas, se trata de obtener otro recuerdo juntos para la posteridad.
Cuando Muniain alzó la Copa al cielo de La Cartuja a Javier Ponciano se le saltaron las lágrimas. A la euforia por conquistar el título 40 años después, ya de por sí suprema, se le sumaba la alegría porque fuera en Sevilla. Y es que Ponciano es el delegado de la zona suroeste de las peñas del Athletic. Originario de Bilbao, vive en Sanlúcar de Barrameda por motivos laborales.
«Es muy fácil ser del Athletic siendo de Bilbao, lo complicado -y admirable- son aquellos que se hacen athleticzales fuera del País Vasco», apunta. ¿Y qué puede llevar a un gaditano a seguir a los leones? «Pues que es una forma de ver la vida y el deporte. La mayoría se sienten identificados con la filosofía y se suman al carro», se extiende.
En este camino para expandir el club, más allá de las mística, faltaba algo fundamental hasta el pasado sábado. Sí, ganar un título importante. «La Copa reafirma que apostando por una filosofía única se pueden ganar cosas. Supone reafirmar, sin ninguna duda, que lo que hacemos es lo correcto. Esto, inevitablemente, atrae al club a nuevas generaciones. No es solo fútbol, es una forma de ver la vida», cree Ponciano.
A él le hicieron del Athletic sus padres. «Lo mamaba en casa todos los días». Y él ha trasmitido esa pasión por los colores rojiblancos a su hijo, con quien ayer vio el partido. «Fletamos un autobús desde Sanlúcar con 55 personas, muchos con entrada pero alguno sin ella. Salimos a las diez de la mañana y la vuelta estaba programada para las tres de la madrugada. Algunos me criticaron porque les parecía tarde, pero yo les advertí: ganaremos y habrá prórroga y penaltis. Y así fue».
Fantasmas del pasado
Aunque ahora presuma de su olfato futbolístico, Ponciano tuvo dudas durante el partido sobre cuál sería su devenir. «Con el gol del Mallorca era inevitable que aparecieran los fantasmas del pasado. Mestalla, Bucarest y el Camp Nou los tenemos grabados todos los athleticzales. Esa sensación de querer y no poder. Volvimos a ver a ese Athletic que duda en las grandes citas. En la grada había gente llorando de impotencia y rabia. Otros se daban la vuelta y preferían no mirar hasta el gol de Sancet. Las lágrimas, en cambio, acabaron siendo de alegría tras el penalti de Berenguer. Descargamos toda la tensión acumulada».
«A mí ser del Athletic me lo han inculcado desde pequeño», cuenta Asier Calvo, galdakoztarra de 33 años. «Siempre he estado con el equipo», afirma. Por eso, el momento vivido la pasada madrugada del domingo en el estadio de La Cartuja fue algo muy especial, incluso mágico. «Fue una cosa de locos. Cuando se acabó el partido, con el gol de Berenguer... Fue una locura. Me acordé de mi padre, que estaría mirando desde allí arriba».
La de esta edición ha sido la única vez en la que este aficionado de 33 años, miembro del coro de la asociación Fekoor, ha podido ver la final en directo. Hasta ahora solamente había podido acompañar al club de sus amores al partido que se disputó en 2012 en el entonces Vicente Calderón, en Madrid. Por ello, esta vez ha sido distinto. Cuenta cómo tenía ojos sólo para Valverde. «Verle ahí en directo fue la leche». ¿A qué se refiere exactamente? «Es un tío que está serio cada dos por tres, siempre viendo el partido de cuclillas y concentrado... Verle sonreír después de ganar fue un momentazo».
Como las decenas de miles de almas rojiblancas presentes en La Cartuja, vivió el choque con tensión y emoción. Cuenta que la entrada al campo de Raúl García en el minuto 90 por Guruzeta le tranquilizó. El partido estaba empatado, la prórroga era inevitable y 'Txingurri' optó por dar minutos al veterano.
«Vamos a ganar»
«Me tranquilizó bastante. Dije, 'me da igual que vayamos empate, vamos a ganar. Raúl va a hacer algo y vamos a ganar'». Efectivamente, aunque no tuvo una actuación destacada en el tiempo extra, 'Rulo', de quien Asier se confiesa ferviente admirador, tuvo el aplomo de tirar el primer penalti, cuando el Mallorca ya había anotado su primer disparo. Pura sangre fría. Después pararía Agirrezabala, los bermellones fallarían otro más, Berenguer anotó el cuarto para los bilbaínos y el resto es historia.
«Para mí ser del Athletic significa mucho», afirma Asier. No es socio pero «cada vez que puedo voy a animar al equipo al campo». Ahora tiene un recuerdo que guardará con cariño de por vida. Y anticipa que veremos algún que otro título más. «Las sensaciones son buenas», asevera. Espera con ansia al jueves para poder ir a ver la gabarra por primera vez y sustituir los recuerdos en blanco y negro por imágenes en color. «Ser del Athletic es la leche».
Gaizka Delera atiende la llamada de este periódico desde Ocaña, en Toledo. Hablamos en la parada que hizo ayer para comer en el largo camino de regreso a casa tras vivir la final de la Copa en Sevilla. Habían recorrido poco más de la mitad de los 875 kilómetros que separan la capital hispalense de Santurtzi, donde reside junto a su familia. Aprovechando que sus hijas Eider, de 15 años, y Garazi, de 13, estaban de vacaciones escolares por la Semana Santa, pasaron unos días visitando Toledo, Granada y Écija. Ya el viernes se acercaron a la ciudad del Guadalquivir. «El viernes la visitamos y ya el sábado de chufla hasta el partido», cuenta.
A él le tocó una de las cerca de 18.000 preciadas entradas que el club sorteó entre sus socios y pudo entrar en La Cartuja. Eider y Garazi lo vivieron junto a su madre, Iratxe, en un bar «porque era imposible en la 'Athletic Hiria'». Allí se quedó buena parte de la afición que viajó sin tíque y que no pudo hacerse con uno en la reventa. O que no pagaron los dinerales que se pedían, como suele ocurrir en estas citas deportivas. Se pedían hasta 500 euros.
«Mañana iré a clase con la camiseta del Athletic», confiesa emocionada Eider. «No me lo creo, ¡qué mal lo pasé!», recuerda sobre un encuentro que se torció al poco de empezar con el tanto del equipo de Javier Aguirre en el minuto 21. «El gol del Mallorca fue un bajón. La primera parte fue muy floja, pero en la segunda salieron muy fuertes». ¿Y los penaltis? Pensaba que perdían porque el portero del Mallorca estaba muy bien». ¿Y el gol de Berenguer? Salté de la silla, los del bar tiraron las copas, las sillas…». Una locura de color rojiblanco.
«¡Tenemos la Copa!»
Garazi, la pequeña, reconoce que «no soy muy futbolera, pero soy del Athletic, lo disfruto mucho. Estoy muy contenta». Esta alegría aliviará la vuelta al colegio después de dos semanas de vacaciones. En esta ocasión, la vuelta será mucho menos dura. «¡Tenemos la Copa!», exclama.
El peor momento de la final, como para todos los aficionados, fueron los penaltis. Muriqui, gol. Raúl García, gol. Morlanes, para Agirrezabala. Muniain, gol. Radonjic, tira fuera. Quedaban dos oportunidades, pero si Berenguer marcaba, se acababa todo y el trofeo regresaría a casa. «No podía mirar».
El navarro no falló. Su disparo, ajustado al palo derecho de la portería defendida por Greif, besó las redes. El sueño se había hecho realidad y el sufrimiento había merecido la pena. «Hubo muchos gritos y mucha emoción». Hoy, en clase, contarán a todos sus compañeros la inolvidable noche en la que su Athletic volvió a ganar la Copa del Rey.
Mikel Martínez es un forofo del Athletic. A sus 37 años, este bilbaíno ha estado en todas las finales del equipo rojiblanco desde 2009, aquella en la que el equipo dirigido por Joaquín Caparrós despertó la ilusión de la afición rojiblanca después de años lejos de las finales. Solo se ausentó en las disputadas en plena pandemia, las del covid, que se jugaron sin público en 2021 frente a la Real Sociedad y el Barcelona.
Para esta de Sevilla tenía una buena razón para no acudir a la ciudad hispalense: Martina, su pequeña de dos años. «Estábamos en Málaga y pensamos en coger el AVE y ver el partido allí, pero al final decidimos hacerlo en Bilbao por el ambiente que se iba a vivir», cuenta. Lo hicieron en un txoko con amigos. Acertaron: la fiesta en la capital vizcaína fue monumental.
La experiencia directa de todos esos partidos perdidos le hacían ser especialmente prudente para la cita de este sábado. En la de 2009 «nos emocionamos con el gol de Toquero, pero sabíamos que era un partido muy difícil. Ellos eran el mejor Barça de la historia y partían como favoritos». También viajó a Bucarest para la histórica final de la UEFA de los 'Bielsa babes' contra el Atlético de Madrid de Simeone y Falcao. Más de lo mismo. «Recuerdo a una chica llorando en la grada. Ambas fueron una decepción, pero me quedo con la experiencia vivida. La situación para la final de La Cartuja era diferente. «Por primera vez éramos nosotros los favoritos. Se hablaba de que era una final fácil. Yo no lo tenía tan claro. El Mallorca es un equipo difícil que defiende bien. Lo peor que podía pasar es que se adelantaran en el marcador y se echaran atrás, como así ocurrió. Pasamos muchos nervios, pero Berenguer fue a tirar su penalti tranquilo». Y marcó.
La experiencia más la Copa
Para el jueves ya está haciendo planes. La gabarra partirá el jueves del Puerto Deportivo de Getxo a las 16.30 horas y se espera que llegue a Bilbao dos horas después. «Llevaremos a Martina. La idea es verla pasar en Bilbao, pero como estará abarrotado, quizá vayamos a una zona más tranquila como Erandio». Allí estaban ubicados los astilleros Celaya, donde la pontona fue construida en 1960. Este sábado se rompió el gafe. Mikel se llevó la experiencia de todas las finales anteriores y, esta vez sí, la Copa.
«Después de tantos años de sufrimiento y haber estado tan cerca en muchas ocasiones, ganar la Copa es un alivio enorme». Iñigo Tellitu resume el sentir mayoritario de la marea rojiblanca desplazada este pasado fin de semana a Sevilla. Este joven de 25 años, natural de Trapagaran, viajó con toda la tropa: quince personas, de entre 15 y 52 años, repartidas en varios autobuses y caravanas.
Quince gargantas, en fin, que se desgañitaron, algunas dentro del estadio y otras desde la Athletic Hiria, para llevar en volandas a los de Valverde hasta la Copa. «La primera parte, la prórroga y los penaltis fueron lo peor», cuenta. «Veíamos que era imposible meterle gol al Mallorca. Después del empate de Sancet los ánimos se calmaron y la afición empezó a apretar como antes del inicio del partido», rememora. Fue una jornada «de muchos nervios». Por ello, utilizaron todos los recursos a su alcance. «Juan Fer (el veterano del grupo) tenía el romero de la suerte en sus manos».
Pues parece que funcionó. «Lo primero que hicimos todos fue llorar de la emoción y llamar a nuestros aitas, tíos, amigos... Incluso antes de acabar el partido alguna que otra lágrima soltamos de la tensión acumulada».
«Ser del Athletic es algo único y lo seguiremos animando siempre, pase lo que pase. Ser del Athletic no se puede describir en palabras. Es un sentimiento y una forma de vida», expone, orgulloso. Por eso, llevará el recuerdo de Sevilla para siempre en el corazón. «Ha sido una experiencia increíble, vivirlo todos juntos después de toda una vida siguiendo al Athletic...».
Williams y la bufanda
Ahora toca esperar hasta el jueves. Se prevé una locura. «Tenemos muchas ganas de ver la gabarra, salvo uno, ninguno de la cuadrilla ha vivido nunca este momento que hemos soñado desde pequeños». De hecho, «un amigo vendrá desde Alemania, donde está de Erasmus, sólo para poder verla». ¿Y el resto? «Algunos tienen turno de tarde, pero intentarán hacer malabares para poder acudir a esa cita histórica», asegura.
Esta simpática cuadrilla cuenta una curiosa anécdota. Uno del grupo, Iban, ha hecho once bufandas de edición especial con la leyenda 'A lo bajini'. El jueves, último día que los jugadores entrenaron en Lezama, se la pudo regalar a Iñaki Williams. Cuál fue su sorpresa cuando, tras el triunfo, vio a la estrella rojiblanca con la bufanda al cuello. «¡La hice yo!», celebra.
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