Hablan los aficionados: «Por fin se acabó el 'Cuéntame'»
Los seguidores más jóvenes ya no tendrán que escuchar las viejas historias del 84 para saber qué significa tocar la gloria con el Athletic
Iñigo Fernández de Lucio, Jon Garay, Terry Basterra y Félix Montero
Lunes, 8 de abril 2024, 01:07
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Visi Fernández 100 años «Soy una loca del Athletic... y de la trainera de Zierbena», reconoce. Le viene de familia
«Por los nervios no puedo ver los partidos»

Visi Fernández reconoce sin pudor que a sus 100 años es «una loca del Athletic… y de la trainera de Zierbena». «Es la pasión por ... los vecinos, por la gente cercana», dice sobre un amor hacia los colores rojiblancos que no necesita de una explicación racional. Se lleva dentro, no hay nada más que añadir. Lo mismo podrían decir los miles de athleticzales de todas las edades que se echaron a las calles para celebrar una noche histórica.
Su caso es especial. Visi no puede ver los partidos del equipo de su corazón. Tampoco pudo este sábado. «Soy muy apasionada y siempre me temo lo peor. De joven me pasaba lo mismo, ya era así. No puedo, me pueden los nervios», confiesa. Su hija Corona lo confirma. «Se fue a la cama, no lo aguanta, y le dijimos el resultado ayer por la mañana». ¡Qué mejor forma de despertar! ¡Con la Copa del Rey de nuevo en casa después de 40 años! ¿Contenta, Visi? «Sí, sí, por descontado».
Su hija recuerda que estuvieron juntas en dos finales. La última fue en 1969, la que el Athletic de Iribar, Iñaki Sáez, Uriarte y un joven Javier Clemente ganó al Elche en el Santiago Bernabéu. «Buscábamos con cerillas para encontrar a los seguidores del Elche», recuerda con humor. Antes que ellas, su abuela -la madre de Visi- ya adoraba al Athletic. «Se plantaba encima de la tele y gritaba 'Ibar' -por Iribar-, que no te metan gol».
«Me uno a la fiesta»
Que no pueda quedarse frente a la televisión no quiere decir que esta mujer que se ganó la vida vendiendo leche y que después se dedicó a cuidar a sus hermanos no lo disfrute. «Yo me uno a la fiesta. Y esa fiesta será este jueves, cuando el equipo saque la gabarra para ofrecer la Copa a la afición vizcaína remontando la ría hasta Bilbao. Lo vivirán desde la terraza del edificio donde reside con su hija en Santurtzi, en el barrio de Mamariga. Desde allí verán a los jugadores partir desde el Puerto Deportivo de Getxo. ¿Y tus jugadores favoritos? «Me gustan todos, el Athletic en general, pero de los Williams se habla muy bien».
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Iñigo de Barrón 61 años «Los jóvenes necesitaban un momento de alegría athleticzale tras tantas derrotas»
«El Athletic es un gran símbolo de unidad»

Iñigo de Barrón vive en Madrid. Su padre, de Bilbao, le inculcó la pasión athleticzale. Esa que el viernes pasado le impulsó a tomar un AVE hasta Sevilla. Allí se juntó con sus amigos y hermanos para vivir un partido único que se convirtió en «una recompensa a un estilo único en medio de un fútbol multimillonario. Mostramos día a día que hay un camino distinto y otra forma de ver la vida», explica.
El Athletic para él lo es todo. «Es el gran símbolo de unidad, cualquiera puede seguirlo, sea o no vasco y tenga la ideología que tenga», explica. El club también es familia: «Un elemento que se transmite de padres a hijos», cuenta para después recordar los encuentros con su padre en San Mamés. Y que ahora tiene con sus críos. «El estadio es el mejor escenario posible para una reunión familiar».
Esta pasión y esta vinculación del equipo con la familia es lo que llevará a De Barrón a poner rumbo hacia Bilbao con sus hijos del próximo jueves. «Recuerdo la anterior gabarra, viví sensaciones indescriptibles que ahora merecen experimentar las nuevas generaciones, es por ellos por quien va esta Copa. Los jóvenes necesitaban un momento de alegría athleticzale después de tantos derrotas», asegura.
«Vienen del pueblo»
De Barrón presume de sus hijos. No solo porque sean del Athletic, lo cual ya es motivo suficiente para hacerlo, sino porque lo son en Madrid. «En un momento en el que el equipo de su ciudad ha ganado cuatro Champios en cinco años, han elegido ser de uno que solo ha levantado dos Supercopas en 40 temporadas», asegura.
«Con esto no quiero decir que los jugadores del Athletic sean gente que no cobra. Son millonarios que ganan demasiado, pero vienen del pueblo. Son como su aficionados y sienten al equipo. Tengo sobrinos que han ido a clase con jugadores del club. Eso solo pasa en Bilbao y es por el arraigo social de Lezama y San Mamés», afirma orgulloso y emocionado.
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Eneko Sáenz 44 años Un viaje con la cuadrilla se convirtió en una experienca que no olvidará en la vida. «Ha sido alucinante»
«Nos tocó la lotería, fue de chiripa»

La historia de cómo Eneko Sáenz y un grupo de amigos acabaron en Sevilla viendo la final de la Copa es un ejemplo de cómo una casualidad puede hacer que una escapada con la cuadrilla se convierta, «de chiripa», en una experiencia para recordar toda la vida. La idea era celebrar que varios de ellos cumplían 50 años. Organizaron un viaje a la capital hispalense sin saber que el Athletic llegaría a la cita decisiva. Cogieron un avión en Loiu el viernes a las 14.00 horas. «Nos tocó la lotería», reconoce este santurtziarra de 44 años mientras buscaba un lugar en el que comer en la zona de la catedral a la espera del avión que les tenía que traer sobre las 17.00 horas a casa. No era esta su primera final. Había estado en la de Barcelona y en la de Madrid. En la Ciudad Condal pudo entrar al Camp Nou. En la capital, no. En ambas, Messi, siempre Messi, ahogó las esperanzas del Athletic de hacerse de nuevo con su trofeo más querido. Esta vez, con el Barca eliminado en cuartos de final por un espectacular 4-2 que enfervorizó a San Mamés y con el argentino en Estados Unidos apurando su carrera, Nico Williams, Berenguer, Agirrezabala y compañía hicieron realidad un sueño anhelado durante cuatro décadas.
«En territorio comanche»
La vivencia de Eneko fue especial por otra razón. De los siete de la cuadrilla, solo cuatro tenían entrada. Él se había resignado a ver el partido por la tele en la 'Athletic Hiria' o donde fuera. Pero al final consiguió una entrada. Además del elevado precio, había otra pega: tendría que vivir la final mezclado con la afición del Mallorca. Pero nada más lejos de la realidad. Dice en broma que «estaba en territorio comanche, pero sus seguidores se portaron muy bien y nos felicitaron al final del partido. Nos respetamos. Todos fuimos a ver un partido de fútbol». También descata a la gente de Sevilla, que «se ha portado muy bien con todos nosotros. Nos ha encantado la ciudad».
El colofón fue el gol de penalti de Berenguer, que desató la euforia en la grada. «Desde donde estaba yo veía a toda la afición del Athletic. El campo botaba, la gente lloraba… Alucinas». Hoy toca volver al trabajo. Entra de tarde. Tiene tiempo para recuperarse de la fiesta y de saborear un viaje que no olvidará.
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Iskander Yurrebaso 28 años «Ha sido una experiencia espectacular. Mirases donde mirases había camisetas rojiblancas»
«La barra de 170 metros se quedó pequeña»

«Es el primer título grande que le vemos ganar al Athletic. Al principio no sabíamos cómo reaccionar. Pero nos duró poco. Fue una alegría tremenda. Así que a ver si repetimos pronto», deseaba Iskander Yurrebaso. Este vecino de Areatza se desplazó a Sevilla en compañía de otros tres amigos: Eukeni Aldekoa, Markel Petralanda y Julen Ipiña. Y los tres exprimieron al máximo las horas en la capital andaluza.
«Ha sido una experiencia espectacular», asegura. Llegaron el viernes en dos furgonetas y no perdieron el tiempo. «El ambiente de ese día en la Giralda era descomunal. Mirases donde mirases solo veías camisetas rojiblancas. ¡Hemos conquistado Sevilla!», afirman. Tal cantidad de gente de Bizkaia se había desplazado hasta esta ciudad que «en varios bares nos decían que no podían servir más cerveza porque los vascos habíamos agotado las existencias».
Al día siguiente, el sábado, era el gran día. Iskander, de 28 años, y sus amigos pusieron rumbo a la Athletic Hiria para pasar allí toda la jornada, final incluida. «Estuvimos muy bien, aunque se nos quedó pequeña. La barra de 170 metros que pusieron ni fue suficiente», bromean.
En recuerdo de aitite
A Iskander la afición rojiblanca le viene de familia. Se la inculcó su aitite Alberto, que fue socio muchos años. Junto a su aita y sus tíos ha visto innumerables partidos de los leones. El sábado se acordó de todos ellos cuando Berenguer levantó la Copa.
En la Athletic Hiria el partido se vivió con una enorme tensión. «Se quedó entera en silencio cuando el Mallorca nos metió el gol», detalla. Los nervios estaban a flor de piel. «Cuando Sancet anotó el empate sentimos un alivio enorme». Pero duró poco. Llegó la prórroga y con ella volvieron los nervios. «Con los penaltis no podía más». Por suerte para los athleticzales la moneda salió cara y la Copa se vino para Bilbao. «Ahora nos queda ver el jueves la gabarra. Esperemos que esté en buen estado y no se hunda», decía ayer entre risas.
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Eider Delgado 36 años Con su padre y su hermano, los mismos con los que va a San Mamés, vivió su partido más emocionante
«Cuando llegaron los penaltis empecé a llorar»

A Eider Delgado le costó una hora dormirse ya bien entrada la madrugada del sábado al domingo. Las emociones que había vivido durante toda la jornada en Sevilla habían sido muy intensas. Demasiado. La tensión de esos momentos le estaba pasando factura y no le dejaba conciliar el sueño. «No pude dormir hasta las 4.30 de la mañana de los nervios acumulados y a las 8 ya estaba arriba», contaba ayer con voz cansada pero satisfecha mientras regresaba de Sevilla en un largo «viaje» por carretera «con mucho tráfico y atascos». Horas antes había vivido uno de los momentos más tensos de su vida.
«El partido fue duro. Muy duro. Y cuando llegaron los penaltis no te puedes imaginar lo mal que lo pasé. Fue horrible. Empecé a llorar», relata. Ella, su padre Paco y su hermano Ibai estaban en La Cartuja relativamente cerca de la portería en la que se decidió el título. Cuando vio a Aguirre alentar a los suyos y que los jugadores del Mallorca se empezaban a reír no se lo podía creer. «Con la tensión que estábamos pasando nosotros... Aluciné al verles reir a carcajadas. Me temí lo peor. Sentí miedo», reconoce.
Todo cambió minutos después. Raúl García, Iker Muniain, Mikel Vesga y Alex Berenguer materializaron sus penaltis. Julen Agirrezabala paró un tiro del Mallorca y otro lanzamiento de los bermellones se fue fuera. El Athletic volvía a ser campeón cuarenta años después. «Fue una explosión, una sensación indescriptible», cuenta.
Recuerdos de Copa
Eider, su padre y su hermano son socios del Athletic. Los tres tienen juntas sus localidades en San Mamés, un templo en el que han vivido grandes momentos. «Para mí uno de los más intensos fue aquella semifinal contra el Sevilla que les ganamos 3-0», repasa. Otro, aquel mismo año: la final de 2009 contra el Barça y el gol de Toquero. Ahora tiene un recuerdo más para enmarcar con el Athletic. El mejor de todos. Uno que no olvidará nunca. «Es la primera vez que les veo ganar una Copa y esto me va a quedar para siempre».
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Ramón García 64 años Destaca la «calidad humana» del Athletic y asegura que ganar «ha sido como quitarse 50 kilos de encima»
«Soy athleticzale desde antes de nacer»

Después de tantas finales perdidas y tantas lágrimas de tristeza derramadas, Ramón García respiró ayer, por fin, aliviado. «Fue como quitarse 50 kilos de encima, e imagino que a los jugadores les habrá pasado lo mismo. Les ha venido bien», asegura este aficionado, de 64 años, que se confiesa «athleticzale desde antes de nacer».
En su caso todos eran del Athletic, pero vio por primera vez el uniforme rojiblanco con seis años. «Vivíamos en Eibar y solíamos ir a Ipurua. Un día mi padre me llevó a San Mamés a ver un Bilbao Athletic-Leonesa. Fue en tribuna principal alta y ver aquel campo me impresionó». El partido, no obstante, no acabó bien: «perdimos y me pegué una llorera...». Pero el Athletic ganó un forofo de por vida.
Desde entonces, este aficionado que lleva Lekeitio en el corazón -«tengo muchos amigos athleticzales», dice- ha viajado mucho con el club de sus amores: Alemania, la infausta final de Bucarest, Manchester... «Cómo jugaba aquel Athletic de Bielsa, era impresionante», rememora. Y ve similitudes con la tropa de Valverde. «Juegan con rapidez, velocidad... Pero me gusta más este equipo por la calidad humana, empezando por la del entrenador», afirma. De Valverde dice que este equipo «le viene como anillo al dedo» y, sobre todo, que «se lo merece. Conoce la casa como nadie».
«El mejor de los sueños»
Tras haber recibido «tantos golpes», el sábado en La Cartuja sintió una liberación. Y lo hizo, además, acompañado de su hijo, Aitor, de 32 años. «Ver ganar al Athletic es lo más grande pero si lo haces abrazado a tu hijo, es más maravilloso», cuenta. ¿Qué sintió cuando Berenguer anotó el penalti de la victoria? «Nos abrazamos, lloramos... Estuvimos así un minuto, juntos, y luego abrazando a la gente de alrededor. Es verdad que el Athletic es como una gran familia».
Tras el éxtasis tocó la vuelta a la realidad. Volaron ayer a primera hora y asegura que el aeropuerto era «como un hospital de campaña», con cientos de aficionados rojiblancos tirados por el suelo. De hecho, tuvieron que despertar a un chico que llevaba la camiseta del Athletic. «Estaba en el mejor de los sueños».
La próxima cita, el jueves en la ría. En el recuerdo queda la final del 84 («fui a Madrid con la cuadrilla y amigos y me acuerdo de estar abrazado a mi padre») y la gabarra. García estuvo allí. «Fue maravilloso». Toca disfrutarla de nuevo.
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Goizane Matos 18 años Rememora cómo abrazó al resto de athleticzales en La Cartuja «como si nos conociéramos de toda la vida»
«Me voy a acordar de esta Copa toda la vida»

La paliza que se han metido la bilbaína Goizane Matos y su ama es reflejo de su pasión por el Athletic. Cogieron un autobús el viernes a las 23.45 h. para llegar el sábado por la mañana a Sevilla. Anduvieron todo el día por el centro -«yo no veía dos aficiones, sólo gente del Athletic», cuenta- y por la tarde se acercaron a la Athletic Hiria. Ella entró en La Cartuja gracias a una de las 300 entradas que se repartieron entre los Gazte Abono (entrada, por cierto, que le tocó «de chiripa», una vez que ya había organizado el viaje); su madre se quedó en la 'fan zone'. Dentro del estadio, lágrimas desde el gol del Mallorca, furor con el empate de Sancet, tensión durante toda la segunda parte y la angustiosa prórroga, al borde del infarto en los penaltis y éxtasis tras la victoria. Salir del estadio, reagruparse con su madre, caminata hasta la estación de autobuses y a las 4.00 de la madrugada de nuevo en la carretera para llegar por la mañana a Bilbao. Poco más de treinta horas de una intensidad extrema. «Por el Athletic, se hace lo que haga falta».
Es la crónica de un viaje relámpago que dejará un recuerdo imborrable en esta joven de 18 años. «A mi edad ver al Athletic ganar... Me voy a acordar toda la vida del momento, de cómo fue... Ha sido una pasada». Le faltan las palabras para describir la montaña rusa de emociones. ¿Qué es lo primero que hizo tras la victoria? «Hacer una videollamada con mi madre. No se oía nada, pero nos daba igual».
«Nos une a todos»
El partido lo vio,sola. Bueno, en realidad, acompañada. «No conocía de nada a los de mi fila, que eran unos chicos de Bilbao. Pero nos abrazamos como si nos conociéramos de toda la vida». A fin de cuentas, qué es sino eso el Athletic. «Es algo que nos une a todos».
Goizane es aficionada al Athletic desde que tiene uso de razón, al igual que la inmensa mayoría de su familia, porque reconoce que tiene «alguna oveja negra que es del Barça». No se pierde «ni un partido» en casa y organiza el fin de semana de tal manera que siempre pueda ver al club de sus amores. Por ello tiene claro, y así se lo ha hecho saber ya a su ama, que el jueves pasa de ir a clase. Estudia primero de Ingeniería Química. «Ese día iré con mis amigos pronto a coger sitio para ver la gabarra». Será otro momento para guardar en el recuerdo.
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Fermín, Haizea e Iraia Rodríguez Esta familia se desplazó desde Bilbao hasta la Athletic Hiria para vivir la final y durmió la noche del sábado en el coche
«He cumplido 18 años en Sevilla»

Sin entrada, sin lugar para dormir y con 800 kilómetros por delante para volver en coche. Para Fermín Rodríguez todo esto son nimiedades si en el otro lado de la balanza tienes a tu hija, que cumple 18 años y te dice que lo que quiere hacer por su cumpleaños es estar en Sevilla para ver al Athletic ganar la Copa. No hay nada más que hablar. El viernes se pusieron en marcha y tras una buena paliza de coche estaban en la capital andaluza. «Teníamos hotel para esa noche, pero no para la del sábado. Nos pedían más de 500 euros. Y como total solo íbamos a dormir unas pocas horas, pensamos que para eso podíamos echar una cabezada en el coche, quedarnos un día más para descansar y volver ya el lunes a Bilbao», contaba. Dicho y hecho.
Ayer, poco después del mediodía se registraban en el Hotel Macarena. La misma habitación por la que el sábado les pedían 700 euros ayer les salió por 104. Poco más que decir. Eso sí, ni Fermín ni Haizea ni tampoco Iraia, su otra hija de 21 años, podían disimular cansancio. El viaje del viernes, todo el sábado en la Athletic Hiria, acabar el partido de madrugada, la emoción del título, la efusividad de la celebración y acostarse «tres» horas en el coche hasta que les despertó la luz del sol no es para menos. «Como experiencia ha estado bien y ha merecido la pena, pero no lo vuelvo a hacer», decía entre risas Fermín.
«Estamos reventadas», acompañaba Iraia. Su voz reflejaba el entusiasmo y la emoción vivida en las últimas horas. «Ayer (por el sábado) fue una locura. No nos esperábamos tanta gente. El ambiente era tremendo. Con cualquiera con el que te encontrabas se ponía a cantar con nosotros. Ha sido algo que no vamos a olvidar nunca», enfatizaba.
«Mejor de lo que imaginaba»
«Cumplir 18 años en Sevilla y que el Athletic gane la Copa es el mejor regalo posible», destacaba Haizea. No hay manera más especial de estrenar mayoría de edad para una athleticzale. «Los veteranos nos contaban historias sobre cómo era ganar un título, pero éramos muchas las que no lo habíamos visto. Ahora ya puedo decir tranquila que sé qué es que el Athletic gane un título y la verdad es que la sensación es mucho mejor de lo que imaginaba», resaltaba esta joven.
Para esta familia el de los colores rojiblancos es un sentimiento muy profundo. Fermín trabajó 24 años en San Mamés como txapel gorri en los accesos de las puertas del campo o ayudando a los espectadores a acomodarse en sus localidades. Él se acordaba del anterior título. «En el 84, cuando ganamos aquella Copa, era justo el cumpleaños de mi cuñado. Ahora ha coincidido con el de mi hija». No ha sido un mal regalo.
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Joan Ignasi, Laia y Carla Rebled 66, 34 y 27 años «Creíamos que mi padre estaba loco cuando nos hablaba del Athletic, pero hemos visto que es colectivo»
«No he visto nunca una movilización así»

Joan Ignasi Rebled, originario del Masnou, se hizo del Athletic gracias a Fidel Uriarte. Sin ningún vínculo con Bilbao ni con Bizkaia, se veía reflejado en este delantero de los 70. Ambos lucían el 10 en sus camisetas cuando jugaban a fútbol (aunque Rebled lo hacía en categorías amateur) y ninguno tenía la altura que se le presupone a un delantero centro. Esta simple, incluso banal, combinación supuso que este catalán estableciera desde joven un vínculo inquebrantable con Bilbao. Las idas y venidas a San Mamés se convirtieron en algo habitual y el equipo se convirtió en su seña de identidad. Hasta el punto de llevar tatuado el escudo.
«El Athletic es mi vida. He llegado a ir con auriculares al cine para escuchar el final de un partido. Es un sentimiento único», explica apasionado. Esta devoción por el equipo le ha llevado a acompañarlo a todas las finales que se han disputado. Y la del sábado, en Sevilla, no podía ser menos. Sin embargo, esta vez era distinto y no solo por el resultado: por primera vez le acompañaron sus hijas Laia y Carla, de 34 y 27 años.
«Creíamos que la pasión de mi padre por el Athletic era única y que rozaba la locura. En cuanto pisamos Sevilla entendimos que no, que es un sentimiento generalizado», explica Laia. «La cantidad de emociones que hemos vivido este fin de semana en la capital andaluza es indescriptible. No lo vamos a olvidar nunca», cuenta Carla.
Aunque hicieron todo lo posible por conseguir entrada para La Cartuja no lo consiguieron. Acabaron disfrutando del partido en la Athletic Hiria. «Con el gol del Mallorca pensamos que estábamos ante otra final perdida. Cuando marcó Sancet explotamos y lo que ocurrió con el penalti de Berenguer no lo podemos ni describir».
Sin dormir
La familia no solo se acercó sin entrada a Sevilla, también lo hizo sin un sitio donde dormir. «Daba igual, teníamos que estar allí sí o sí. La sensación de que esta vez iba a ser diferente estaba ahí». Así que, en cuanto cerró la 'fan zone' se fueron a tomar algo. Después de unas cervezas, y en ese momento en el que uno desconoce cuándo acaba un día y empieza el siguiente, fueron a desayunar. Y desde allí al AVE. «Incluso el primer tren de vuelta se convirtió en una invasión athleticzcale. No he visto una movilización igual en mi vida».
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