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La temporada del Athletic ha llegado a ese momento en el que ya empiezan a parpadear las luces rojas que alertan sobre la escasez de ... oxígeno y la necesidad de racionarlo para que dure el mayor tiempo posible. Se trata de un momento inquietante, pero también deseado, diríamos que tenazmente buscado por lo que significa: que el equipo está donde quería estar, en este caso muy cerca de clasificarse para la Champions y a pocos días de disputar una apasionante semifinal de la Europa League contra el Manchester United.
La situación es nueva para este Athletic que llevaba seis años sin clasificarse para las competiciones continentales. Los partidos se acumulan en una vorágine que este club no recuerda desde 2012, el año de las finales de la Copa y la Europa League. Sumando el que les enfrentará este miércoles (19 horas) a la Unión Deportiva Las Palmas –que no se juegue el jueves es una cacicada de LaLiga que raya la prevaricación–, los rojiblancos habrán disputado 6 encuentros en 17 días. ¡Y en mayo podrían ser 8 en 25! Estamos, en fin, ante una sangría de partidos que hay que saber gestionar con mucho cuidado.
Los dos últimos onces de Valverde en la competición doméstica, ante el Rayo y, sobre todo, frente al Real Madrid, contra el que sólo repitió uno de los titulares del partido del jueves –Berenguer–, demuestran un cambio de estrategia del técnico. Aunque han funcionado muy bien, las rotaciones tal y como se habían venido realizando a lo largo de la temporada, es decir, con bastante tacto y mesura, con cuatro o como mucho cinco cambios de un partido a otro, de manera que el equipo no se resienta, se han terminado. Las cosas como son: quedan ocho o nueve partidos por disputar y la prioridad en este sprint final es conservar lo más frescos que sea posible a los titulares habituales, especialmente a las figuras del equipo. Lo cual obligará a rotaciones masivas.
47 partidos
ha jugado ya el Athletic, uno más que en toda la pasada temporada
Puestos a analizar al equipo, que ya ha jugado un partido más que en toda la pasada temporada (47), es imposible resistirse a la tentación de imaginar cómo afrontará el calendario brutal que le espera. Especulemos un poco tirando de la lógica más elemental. Teniendo en cuenta que entre el partido de mañana y la ida contra el Manchester hay ocho días de descanso, lo que a estas alturas son casi unas largas vacaciones en el Caribe, será el bloque titular –con Nico Williams todavía en la reserva por precaución– el que buscará los tres puntos ante los canarios; una victoria que supondría medio billete para la Champions ahora que el quinto puesto lo garantiza.
Salvo sorpresa o experimento imprevisto del técnico, los titulares volverán a ser los protagonistas de los dos partidos contra el Manchester United, mientras que la unidad B disputará, entre medio, el derbi en Anoeta. El siguiente encuentro, ante el Alavés en San Mamés, requerirá de piernas frescas, de manera que hay que descartar a la mayoría de los que jueguen en Old Trafford. Lo que vaya a ocurrir luego ante el Getafe y el Valencia, ambos fuera de casa y con tres días de diferencia, dependerá en gran medida de si el equipo se ha clasificado para la final de la Europa League y de si ya tiene asegurada la Champions. Si ha conseguido ambas cosas, lo normal es que los titulares estén entre algodones hasta la gran final en San Mamés. Y si por desgracia el Athletic cae ante el United, los tres últimos partidos, incluido el del Barça en la jornada 38, serán citas serias, con rotaciones menos numerosas, para defender el cuarto puesto, que tiene el mismo premio que el quinto, pero no es lo mismo.
Este sería el panorama de cara a un último mes de competición en el que Valverde va a exprimir a la plantilla con dos equipos muy diferentes; una circunstancia que permite pronosticar altibajos en el nivel de juego del Athletic. No ya en su actitud, siempre sobresaliente, sino en la calidad de su fútbol. Porque hay algo que ha quedado más que demostrado a lo largo de esta campaña: que las rotaciones funcionan muy bien en defensa, peor en el centro del campo y mal en el frente de ataque. La solidez en la retaguardia, la menos goleada de la Liga, está siendo una de las grandes noticias de la temporada. Como se vio en el Bernabéu, casi no importa quién juegue: Gorosabel, Lekue, Adama, Paredes y Unai Nuñez están ofreciendo un gran nivel como relevos de los titulares De Marcos, Vivián, Yeray y Berchiche. En la medular las cosas están más justas. Aunque el despegue supersónico de Jauregizar ha sido una bendición, ni Ruiz de Galarreta ni Prados han logrado estar al nivel del curso pasado y Mikel Vesga empieza a ser irrelevante.
26 goles
han encajado los rojiblancos en la Liga; es la mejor cifra del campeonato
El problema, por supuesto, está arriba, como se ha demostrado ante el Rayo y el Madrid. La apuesta de Valverde por Unai Gómez, Djaló y Guruzeta, además de Berenguer, que vale para un roto o un descosido, tanto para el equipo A como para el B, no da resultado. Con ella el juego ofensivo del Athletic se evapora hasta la práctica desaparición. Esta es la realidad. El bermeano es un percherón infatigable que trabaja sin descanso ya sea en la media punta o por la izquierda, como en el Bernabéu, pero es muy limitado en ataque. Djaló, por su parte, parece cada día más un fichaje completamente fallido y Guruzeta empieza a ser un alma en pena. No es ni la sombra del delantero centro que fue la pasada temporada. Aún así, Valverde no dejará de ponerla en práctica. Sabe a lo que se expone, pero también que no tiene otro remedio si quiere dar descanso a los Williams, a Sancet e incluso Maroan, que se está ganando el puesto a base de pura determinación, jugando al galope y chocando hasta con el apuntador.
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