Un tropiezo desagradable
En una tarde de bochorno, el Athletic de Valverde, superior en la primera parte, se desinfla en la segunda y encaja su primera derrota de la temporada
Las buenas vibraciones que venía dejando el Athletic en este comienzo de temporada dejaron paso ayer a un molesto calambrazo, producto de un partido vulgar y de una dolorosa derrota con la que nadie contaba. Es cierto que las tardes bochornosas de viento sur son históricamente las condiciones más inapropiadas y negativas para los rojiblancos. Ahora bien, eso tampoco sirve de disculpa ni justifica el colapso creativo de la segunda parte, en el que tuvo mucha responsabilidad Ernesto Valverde. Su apuesta por Muniain y Sancet jugando juntos por delante de Vesga volvió a demostrarse equivocada, pero todavía fue mayor error mantener a los dos en el campo tanto tiempo -al capitán todo el partido- y, sobre todo, que puesto a sustituir al joven canterano, se decantara por Vencedor.
Athletic
Simón; De Marcos, Vivian, Yeray, Lekue (Morcillo, m.84); Sancet (Vencedor, m.70), Vesga; N. Williams (Guruzeta, m.55), Muniain, Berenguer; e Iñaki Williams (Raúl García, m.70).
0
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Espanyol
Fernández; Gil, Calero (Omar, m.70), Cabrera, Oliván; Vini Souza, Expósito (Bare, m.45 (Simo, m.60)), Darder; Puado (Lazo, m.70), Braithwaite (Dani G., m.85) y Joselu.
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Incidencias: 41.574 espectadores en San Mamés.
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Árbitro: Martínez Munuera.
Con el partido a cero y el equipo necesitado de buenas ideas y profundidad, ¿no era más lógico dar entrada a Herrera, que se pasó calentando casi toda la segunda mitad? O a Zarraga, que por lo visto ha dejado de entrar en los planes del técnico por razones desconocidas. El caso es que los rojiblancos se fueron desinflando sin remisión tras el descanso, muy imprecisos en la circulación y fallones en los centros del área. En los últimos veinte minutos su cortocircuito fue total. Acabaron encomendándose al saque de alguna falta y a los centros de Morcillo, a cada cual peor, por cierto. Se notó demasiado en ese tramo final el cansancio de Vesga, de Muniain y, sobre todo de Berenguer, que había sido de largo el mejor en la primera parte.
Valverde no tuvo su día. A diferencia de otras veces, ayer sus cambios acabaron de aplatanar al equipo en lugar de revitalizarlo. Guruzeta, sin suministro, no pudo aportar nada, Raúl García apenas intervino y Vencedor estuvo tan mal que hasta tuvo mala suerte: un pésimo pase suyo, al que siguió un cruce todavía peor de Vivian y Yeray, acabó propiciando el gol del Espanyol en el minuto 83, obra de Braithwaite. El delantero danés, por cierto, acaba de aterrizar en el Espanyol. A los rectores pericos casi no les había dado tiempo a tener una camiseta con su nombre. Diego Martínez, sin embargo, no tuvo ninguna duda en ponerle de titular y aguantarle casi todo el partido. Tampoco es cuestión de que Valverde tuviera que hacer lo mismo con su gran fichaje, pero qué menos que haberle dado a Herrera un puñado de minutos a ver si sacudía un poco a su tropa, que ya empezaba a ver cómo el Espanyol, siempre alrededor de Darder, se le subía a las barbas sin ningún recato.
Lo cierto es que el partido no pintó nada bien ya desde su preámbulo. San Mamés era una sauna finlandesa. Entre el bochorno, la humedad, un calor de secador de peluquería y los efluvios de la digestión era evidente que nos iba a tocar ver un choque espeso, sin apenas aire. Por mucho que la grada de animación apriete, a la txapalarta se le haya unido ahora el sonido de un cuerno y, a este paso, dentro de poco prendamos hogueras en los montes bocineros cuando el Athletic juega en San Mamés, lo que no puede ser, no puede ser. Y la sobremesa de ayer, pese a todos esos esfuerzos de ambientación guerrera y medieval, no era un momento para desmelenares sino para jugar con inteligencia y gestionar bien los esfuerzos. El Espanyol, además, había venido a Bilbao con un plan de limitación de riesgos muy claro y sin ninguna intención de dispararse en el pie como lo hizo el Cádiz el lunes pasado.
Aunque luego las cosas se torcieran, la primera decisión del Athletic fue buena: buscar a Berenguer. Valverde ha devuelto al navarro a la posición que más le gusta, de interior por la izquierda, a pierna cambiada, y el jugador se lo está agradeciendo. Durante la primera mitad fue el protagonista absoluto del juego de su equipo. Todo lo hizo él. En el minuto 2 estuvo a punto de marcar el 1-0, pero encimado por un defensa remató flojo y Álvaro Fernández detuvo su remate sin problemas. Fue el comienzo de un carrusel de buenas acciones en ataque que se prolongaron hasta el descanso, entre ellas una gran asistencia a Iñaki Williams en el minuto 21, que el delantero rojiblanco desperdició, y un balón al larguero, ya en el descuento, en un libre indirecto.
El juego del Athletic había sido normalucho. Hacía mucho calor y el Espanyol, que sólo apareció por la portería de Unai Simón en un remate de Joselu en el minuto 10, se esmeraba sobre todo en ralentizar el juego. Álvaro Fernández, en su debut, pareció muy bien adiestrado para tomarse su tiempo en cada saque de puerta. Y los rojiblancos chirriaban en varios sectores. Nico Williams apareció muy poco. Todo sucedía en su banda contraria. Sancet empezó muy fallón y ya no remontó, siempre incómodo en su posición, lejos de donde más daño puede hacer, solapándose con Muniain, cuya aportación también fue pobre más allá de su típica hiperactividad. Iñaki Williams se movía con sentido pero no acertaba en los remates.
Pese a todo, la realidad es que el equipo de Txingurri fue superior y mereció irse con ventaja al descanso. Incluso pudo adelantarse en un contragolpe muy franco, pasada la hora de juego, que Iñaki Williams no pudo culminar porque se cayó. Ahora bien, el equipo sigue muy expuesto a tropiezos como el de ayer, que ya hemos visto en temporadas anteriroes. Y es que le sigue costando mucho desequilibrar. Los cuatro goles en el Nuevo Mirandilla no pueden engañar a nadie. En San Mamés, el Athletic sólo ha firmado uno en tres partidos y tampoco ante rivales de postín. Hace falta jugar mejor, darle más creatividad al centro del campo. Y Valverde, sin quererlo, consiguió ayer justo lo contrario.
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