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Bajó el telón la temporada 2024-25, una de las mejores del Athletic en las últimas décadas, y lo hizo con la emocionante despedida a ... Óscar de Marcos, un mito del club. Hablamos, por tanto, de un día histórico en el que la hinchada de San Mamés disfrutó de la comunión con su equipo y del homenaje a uno de esos futbolistas que van a quedar para siempre en su corazón. En este caso, por la ejemplaridad que ha demostrado durante 16 temporadas. El de Laguardia es de esos leones que se van dejando una huella imborrable, un legado no sólo deportivo sino moral.
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El partido, realmente, fue este domingo lo de menos. Se lo llevó con claridad un Barça muy superior, conducido siempre por el hilo mágico de Pedri, un prodigio. El canario acabó aplaudido por el público de San Mamés, que no pudo ver el partido que quería. Dos goles de Lewandowski en los minuto 13 y 17 se lo impidieron. A partir de ahí, a los de Valverde sólo les quedó tirar de casta e intentar que el campeón de Liga no hiciera demasiado destrozo. Y lo consiguieron, aunque al final no pudieron evitar el 0-3 en la última jugada, tras un penalti de Berchiche a Dani Olmo.
Athletic
Simón, De Marcos (Lekue, m.88), Nuñez (Vivián, m.61), Paredes, Yuri, Galarreta (Prados, m.61), Jauregizar, Nico (Williams, m.79), Berenguer, Unai Gómez (Sancet m.61) y Maroan.
0
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3
Barcelona
Peña, Cubarsí, Eric, Araujo (Christensen, m.63), Balde (Martín, m.80), Fermín, Lamine, Raphinha (Olmo, m.63), Pedri (De Jong, m.80), Gavi y Lewandowski (Pau Víctor m.88).
Goles: 0-1. M. 14. Lewandowski. 0-2. M. 17. Lewandowski. 0-3. M. 94. Olmo.
Incidencias: 50.231 espectadores.
Se enfrentaban ayer dos equipos muy satisfechos consigo mismos, de manera que todos esperábamos una noche de fútbol divertida, sin tensión ni malos rollos. Frente a tantos partidos resecos y tirantes que se han visto en este sprint final, en la hora del adiós flotaba la promesa de un choque abierto y de guante blanco, del gusto de los aficionados, incluidos los de paladar más fino. El arranque del duelo confirmó esas previsiones. El Athletic salió con muchas ganas, buscándole las cosquillas al Barça por las dos bandas. En el minuto 5, Unai Gómez cabeceó a la red un gran centro de De Marcos. El gol no subió al marcador por fuera de juego, pero terminó de animar a los rojiblancos, que empezaron a insistir por la izquierda aprovechando el cara a cara de Nico Williams con Eric García.
Mientras el Athletic empezaba a llegar con peligro, aunque sin rubricar bien ninguna de sus jugadas, el Barcelona parecía estar cogiendo postura. Se movía tranquilo, al ritmo que le marcaba Pedri, un genio desconcertante salido de alguna lámpara que lo mismo aprieta el acelerador que pisa el freno. Nadie le detiene. Su equipo, sin embargo, no acababa de profundizar y Unai Simón estaba bastante tranquilo. Entendámonos: dentro de lo que se puede estar teniendo enfrente un equipo que llevaba marcados 98 goles en la Liga. Pues bien, en estas estaba el clásico cuando el equipo de Valverde defendió mal una buena combinación culé. Jauregizar no alcanza a cortar un balón que le llegó a Fermín y Unai Núñez no logró a tapar el pase del futbolista onubense a Lewandowski. El polaco se plantó delante de Unai Simón y, como killer letal que es, le superó con una perfecta vaselina.
El Athletic se revolvió contra el golpe y volvió al ataque. Lo hizo, sin embargo, con una impericia desarmante. Unai Gómez recibió un balón dentro del área en muy buenas condiciones y su golpeo fue un horror. El bermeano no iba a tener su día, de nuevo como media punta en sustitución de Oihan Sancet. Dos minutos después de esa pifia, una malísima peinada suya en un córner le puso el balón en la cabeza de Lewandovski, que hizo el 0-2. Era el minuto 17 y, en un pispás, con la rotundidad que tienen los grandes equipos dictando sentencias a golpe de mazo, el partido ya quedó destinado a ser un agobio para el Athletic.
El equipo de Valverde acusó el golpe. Empezó a agrietarse en defensa y a atascarse más en ataque. Su juego ofensivo se limitó hasta el descanso a buscar a Maroan, un delantero centro fuerte e hiperactivo que acaba teniendo mucho protagonismo, pero de una calidad limitadísima de cara a portería. En el minuto 20 falló un gol muy claro, solo para empujar, aunque es probable que el árbitro lo hubiese anulado por fuera de juego de Berenguer, que le dio el pase. Y en minuto 43, tras un pase sensacional de De Marcos, se plantó delante de Iñaki Peña y, sencillamente, se acabó cayendo y rematando fatal con la pata de palo. Y en San Mamés se escuchó un runrún, entre la desaprobación y la alarma.
En la segunda parte, que arrancó con un fallo estrepitoso de Lewandowski para hacer el 0-3, el Athletic trabajó para resistir. Y lo hizo con mucha voluntad, aunque con desajustes defensivos que le pudieron salir caros. Los culés, sin embargo, no estuvieron muy acertados en la definición, sobre todo Lamine Yamal, al que en el minuto 74 Unai Simón le sacó una mano providencial. El ataque de los rojiblancos fue más impulsivo que otra cosa y su mejor ocasión, aparte de un disparo cruzado de Nico Williams, fue un cabezazo en propia puerta de Cubarsí que Iñaki Peña desvió al larguero.
Lo cierto es que la hinchada rojiblanca acabó deseando que el pitido final llegara lo antes posible. Sabía que del campo, ante un rival de otra dimensión, sólo podía llegarle disgustos y tenía la cabeza en otra cosa. En este caso, en homenajear al expreso de Laguardia. Era la ocasión para subirse a una mesa imaginaria y decirle a De Marcos «oh capitán, mi capitán». Y era la ocasión de pensar ya con ilusión en la próxima temporada. Y no sólo porque el Athletic vaya a disputar la Champions once años después sino por la manera tan brillante en la que, durante estos diez últimos meses, ha demostrado su capacidad para mantener un alto nivel competitivo jugando dos partidos por semana.
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