A merced del viento
50 personas trabajan para garantizar la seguridad durante los fuegos artificiales, lo más seguido de la Semana Grande
Jorge Barbó
Lunes, 22 de agosto 2016, 02:46
Apenas ha amanecido y ellos llegan con más de 500 kilos de pólvora a las espaldas, con sus rollos de cable y sus detonadores. Igual ... que los músicos de una gran orquesta desenfundan y afinan con mimo sus instrumentos antes de un concierto, los artificieros despliegan durante una dura jornada de trabajo todo su arsenal para la función que por la noche reunirá a casi 100.000 personas. Sin opción a realizar un ensayo general, el maestro pirotécnico se pondrá a las 22.45 horas ante la mesa de mezclas y, como el virtuoso pianista que sigue, nota a nota, tecla a tecla, la partitura, interpretará una sinfonía de estruendo y luz capaz de sobrecoger a la ciudad. Y todo, consciente de que todo su esfuerzo se puede esfumar con una inoportuna corriente de aire.
Los cambios introducidos este año en la normativa sobre espectáculos pirotécnicos han obligado a las autoridades a extremar el celo con el que se supervisa la seguridad en los fuegos artificiales. EL CORREO acompañó el pasado sábado al medio centenar de especialistas que, entre inspectores, técnicos, bomberos, sanitarios, socorristas y policías velan porque nada desafine en el acto principal de la Aste Nagusia. Por mucho que, en última instancia, una inesperada racha pueda hacer que todo su trabajo y el de los artificieros quede en el aire.
Puntual, a primera hora de la mañana, un inspector de Protección Civil llega a la zona de lanzamiento del Parque Etxebarria, vallada y de acceso restringido a un puñado de personas durante todas las fiestas. Para entonces, ya se ha desbrozado la zona y el césped artificial que se ha instalado en el nuevo campo de fútbol del parque se ha cubierto con una lona ignífuga para evitar que una chispa perdida pueda desatar un grave incendio. Con ojo clínico, el especialista se encarga de supervisar las labores de montaje del espectáculo pirotécnico, que arrancan cada jornada a las 6.30 horas. Es la primera de las tres minuciosas revisiones al material pirotécnico que se realizarán a lo largo del día, la última también con la supervisión de dos agentes de la unidad de Juegos y Espectáculos de la Ertzaintza.
Con un goniómetro, las técnicos municipales Nieves López y Haizea Barandika comprueban que cada uno de los cohetes se ha instalado en el ángulo preciso y las carcasas están dispuestas donde corresponde, en cada una de las tres zonas de seguridad, acorde a lo que exigen las normas para los calibres máximos que se pueden disparar, y que en Bilbao se limitan a 175 milímetros. «Aquí tenemos un perímetro de 142 metros, que se cumplen escrupulosamente, de forma que ningún resto le pueda caer a nadie ni se pueda producir un incendio», asegura Andoni Oleagordía, director de Seguridad del Ayuntamiento, que se encarga de coordinar todo el complejo dispositivo.
Varias mediciones
Las especialsitas de Protección Civil supervisan con mimo cada uno de los cañones «para que estén limpios y secos», algo fundamental en caso de que, por error, llegaran a explotar. «Aunque todo está preparado para que eso no llegue a ocurrir», tranquilizan las especialistas, que también supervisan que cada una de las carcasas esté debidamente sujeta, con trípodes y sacos terreros colocados a lo largo de la zona de lanzamiento, que cuenta con extintores dispuestos en cada rincón.
Nieves y Haizea también se encargaron de realizar las mediciones de viento que este año han obligado a cambiar el guión previsto a las autoridades municipales. Un nuevo Real Decreto de 2015 establece que no se pueden lanzar los fuegos si se superan rachas de viento de 36 kilómetros por hora, frente a los 54 que se limitaban hasta ahora. Para realizar la medición, las expertas utilizan un anemómetro, un instrumento compuesto varias aspas en sus extremos que recuerdan a unos pequeños cuencos que se mueven de forma frenética, como un torbellino, cuando sopla el aire.
El aparato realiza varias mediciones, que arrojan valores en un terminal digital, a su vez conectado un ordenador. Allí se reciben los datos, que se graban cada pocos segundos, de forma que los especialistas pueden ver la evolución del viento y ver cómo cambian las rachas. La normativa no especifica en qué lugar exacto se deben tomar las muestras y sólo obliga a realizar los test «a ras de suelo». El equipo de Protección Civil coloca el instrumental en la zona «más adversa, donde los vientos pueden arreciar más», aseguran. A pesar de que durante la tarde se realizan varias mediciones, sólo una, la que se toma poco antes de las 22.35 horas, 10 minutos antes del inicio del espectáculo, es determinante. «La situación puede cambiar de un momento a otro», explican las especialistas.
Aunque los expertos explican que los vientos de 36 kilómetros por hora «sólo se alcanzan en condiciones bastante desfavorables», lo cierto es que durante la tarde del sábado, se llegaron a registrar valores que se acercaban a los máximos. «Si se lanzaran ahora mismo, habría que pedir a la pirotecnia que cambiara parte de lo que ha preparado, sobre todo los elementos que tienen mayor deriva», detallaron las especialistas. «Son los elementos más ligeros y si el viento es fuerte, se pueden ir muy lejos del área de seguridad y, aunque el riesgo es mínimo, podrían llegar a provocar un incendio», señalaron.
Los cambios normativos han puesto en alerta a los seguidores más fieles de los fuegos. A los más fans. Pocos minutos antes de las 22.15, Maialen no paraba de actualizar la app del tiempo de su móvil. «Tranquilidad, que sólo dan 14 kilómetros por hora», informó, que por momentos recordaba a Montesdeoca ofreciendo el parte meteorológico. «Sería una pena que por el viento se llegaran a cancelar», destacó. Por fortuna, no fue así.
El público disfrutó de la propuesta de los italianos Fireworks Lieto y reconoció su buen hacer con un sonoro aplauso. Cuando todavía se escuchaban los aplausos y con un intensoolor a pólvora quemada, dos técnicos de la pirotecnia Astondoa recorrieron, casi a tientas, las escalinatas que comunican el parque de Etxebarria con la Plaza del Gas, en busca de posibles restos inquemados. Su labor es fundamental. «Hacemos un primer barrido para detectar piezas que pudieran herir a alguien», detalló uno de los trabajadores mientras recogía una pequeña bola, de apenas unos milímetros, lo único que escapó del perímetro de seguridad.
Mientras tanto, los agentes de la Policía repetían la búsqueda en Sendeja, donde también se encargaron de realizar cortes al tránsito de coches y peatones. Lo mismo que en las bajadas desde las barracas, donde los efectivos tuvieron que contener a una multitud que presionaba, impaciente, para superar el cordón policial. «Todo se hace por la seguridad de la gente», aseguró el titular de Seguridad. Porque hay cosas que no conviene dejar a merced del viento.
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