La Oreja de Van Gogh hizo frente a la lluvia con sus himnos intergeneracionales
la oreja de van gogh (abandoibarra) ·
El quinteto donostiarra ofreció un repertorio lleno de clásicos en un concierto en el que la lluvia fue la gran protagonistaEn el concierto de la Oreja de Van Gogh de esta Aste Nagusia la música fue lo de menos. Resulta irónico que el último disco de la banda se llame 'Un susurro en la tormenta'. Un incómodo y omnipresente aguacero se llevó el protagonismo del que estaba llamado a ser el mejor concierto de las fiestas. Una lástima que no se pudiese disfrutar con todas las garantías. Varios espectaculares rayos hicieron presagiar lo peor. Y se cumplió. En la tercera canción ya estaba jarreando. Antes, 'peleas' por llegar: los accesos al recinto de Abandoibarra eran prácticamente infranqueables. Los donostiarras reunieron a gente como para llenar dos veces la explanada del Guggenheim.
El quinteto volvió a poner de relieve que tiene un indiscutible poder de convocatoria. Himnos intergeneracionales que difícilmente podrán pasar de moda. El de La Oreja de Van Gogh es hasta la fecha el concierto más multitudinario de esta Aste Nagusia. Eso sí, si llegan a haber pasado lista al final del concierto, habría habido unas cuantas bajas. Un buen número de gente huyó del aguacero para refugiarse donde pudo: puentes, árboles, soportales de edificios aledaños... hasta una cuadrilla se metió en un baño portátil para intentar librarse de la lluvia. En el camarote de los Marx estaban más holgados. Poco después apareció en escena un vendedor ambulante con mucha guasa y un cargamento de ponchos de plástico. Irónicamente, 24 horas antes Viva Suecia alababa en esa misma plaza el buen tiempo que estaba haciendo en Bilbao.
Aunque el último trabajo de la banda tuvo sus momentos de gloria, Leire Martínez saludó a la multitud con toda una declaración de intenciones. «¡Qué sería de La Oreja sin sus clásicos!». Para entonces ya habían tocado 'El último vals' y empezaba a sonar 'París', el tema con el que la lluvia hizo acto de presencia. Algún sector del público ya había protestado por el bajo sonido con el que empezó el bolo. «No se oye, no se oye», coreaban. En ocasiones, costaba seguir la canción. Poco a poco se fue escuchando mejor. «Los técnicos lo han tenido especialmente difícil esta noche», reconocía en la despedida la vocalista.
Empezó a sonar la imprescindible 'Rosas', una vez efectuada ya la estampida acuática. Bajo uno de los árboles del parque cercano al Guggenheim se escucharon un buen puñado de risas al cantar el verso «por eso esperaba con la carita empapada». A uno le empezaban ya a entrar ganas de empezar a buscar una pareja de animales de cada especie. Por si acaso, ya saben. Era el momento de la traca de temazos nostálgicos. 'Cuídate', 'La Playa', 'Puedes contar conmigo', 'La niña que llora en tus fiestas'... Y nada, que la lluvia no cesaba. «Ya sé por qué llaman a esto el Gran Bilbao», reconocía la cantante ante el aplomo de sus fans, que resignados y despreocupados saltaban ya en los charcos.
El penúltimo bloque del concierto fue el más emotivo. No podían faltar 'Jueves', el tema dedicado a las víctimas del atentado del 11 de marzo ni 'Abrázame', el single que lanzaron durante el confinamiento. «Ahora nos iríamos para volver a venir, pero como la tormenta no da tregua, vamos a ir a piñón», avisó Leire. Atípica pero necesaria forma de empezar un bis. Se desató la locura cuando sonaron las primeras notas de '20 de enero'. No quedó nadie sin corear el estribillo. Se acercaba el final. «¿Qué os parece si acabamos volando unas 'Cometas por el cielo'?». Buen cierre de fiesta para un concierto en el que Leire acabó poniéndose de rodillas. «Gracias por quedaros. Gracias de corazón. Ha sido maravilloso dentro de las posibilidades... Ha sido una gran noche y nos vamos felices a casa». Y calados hasta los huesos.