Cambio de guardameta en el Alavés

Y es que en aquella época el reglamento no permitía hacer cambios salvo si se lesionaba el portero. Y eso es lo que le sucedió en el minuto dos al guardameta babazorro, Carlos Larrañaga Garay, conocido futbolísticamente por su nombre de pila, en un lance con el delantero 'pío-pío' Antonio Morro. Según contó el delegado alavesista, Santos Cortázar, «fue una jugada de mala suerte. Nuestro portero recogió una pelota, pero la misma se le escapó y tuvo que lanzarse, en el preciso momento en que Morro entraba al remate. El ariete canario propinó un fuerte golpe a nuestro guardameta en la cara. Manaba abundante sangre y esto hizo ver la cosas como peligrosas. Tuvo que ser retirado y atendido en una clínica. Durante toda la noche estuvieron curándole, pues había causado un gran destrozo interior. Tenía el tabique nasal dividido en varias partículas y hubo de ser sometido a una delicada operación».

Para sustituir a Carlos saltó al campo el portero suplente, el vizcaíno Tomás Arbulu Arana, que debutó así en Primera y que tuvo una «estupenda tarde». Sin embargo, no pudo evitar los dos goles locales, obra de Vázquez, el último de ellos solo seis minutos antes del final del partido. Según las crónicas, el Alavés jugó mejor y fue merecedor al menos del empate, pero solo marcó un tanto, que firmó Vicente Elorriaga. Este no era habitual en las alineaciones de Echezarreta, pero tuvo que jugar al no poder desplazarse a Canarias el titular Echániz, que estaba lesionado. Completaron el once albiazul Kaiku, Gorospe, Erezuma, Sanz, Bolado, Echeandía, Primi, Ibarra y Arbaizar. El gol vitoriano, en el minuto 74, fue el colofón al trabajo de Elorriaga, que «fue uno de los jugadores más destacados de la delantera. El ariete aprovechó muy bien un buen servicio de su línea media para batir a Castellanos».

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El delegado albiazul hizo también declaraciones sobre la incidencia del calor y del césped, más seco, al que no estaban acostumbrados los equipos peninsulares, y comentó la labor arbitral, que para él había pecado de «caserismo», dando una curiosa explicación al respecto: «Yo creo que los árbitros salen cohibidos a aquel campo por eso de que, si las cosas ruedan mal, tienen que esperar a la salida del avión, puesto que no hay otro medio de salida». Eso sí, Cortázar alabó al público canario, que había recibido con aplausos al Alavés, gesto que se repitió al final, tal y como destacó la prensa: «El equipo visitante fue despedido con una gran salva de aplausos, dejando un gran recuerdo en Las Palmas». Cuando el autobús que traía al Alavés desde el aeropuerto de Barajas llegó a Vitoria, la gente se arremolinó en la calle Dato, donde estaba la sede del club, para conocer detalles sobre la lesión de Carlos. Enseguida se supo que el portero albiazul tenía una «cuádruple fractura de tabique nasal» y que necesitaba reposo tot-al y cuidados médicos.

Curiosamente, el mismo día de su lesión en Las Palmas tuvo que ser también sustituido el portero del Athletic de Bilbao, Carmelo Cedrún, en un derbi en San Mamés contra la Real Sociedad. Fue una casualidad, pues era rarísimo que hubiera dos sustituciones en la misma jornada de liga, pero dio la oportunidad al joven Leandro Iraragorri de disputar su único partido en Primera ese año. Por su parte, el guardameta titular vitoriano tardó casi un mes en recuperarse y Arbulu jugó completos otros tres encuentros, contra el Valladolid, el Sevilla y el Real Madrid. El 4 de diciembre de 1955, Carlos, ya recuperado, volvía a ocupar la portería ante el Valencia en Mestalla.