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Borja Mallo
Domingo, 18 de mayo 2025, 21:15
Las temporadas solventadas con salvaciones agónicas, alguna de ellas milagrosa incluso, son inherentes a una historia reciente del Deportivo Alavés que en Valladolid ha sumado ... un nuevo hito que con los años será recordado como el escenario donde se ha amarrado una nueva permanencia y con Kike García alzado al santoral del alavesismo. Quizá sin la épica de otros episodios no aptos para cardiacos que se evocan cada vez que surge la ocasión. Sin necesidad de alcanzar una última jornada de cara o cruz y tintes de final.Pero el alavesismo ha debido sufrir de nuevo esta temporada para seguir disfrutando un año más, y serán veinte ya, de la Primera División.
La temporada del regreso del Alavés a Primera tras más de cuarenta años no fue sencilla, pero parecía tener atada la permanencia tras ganar alValladolid y aventajar en cinco puntos al descenso con otros tantos partidos por disputarse. Cuatro derrotas consecutivas provocaron la caída en la zona roja a dos fechas del final. Y todo condujo a una jornada final de infarto y transistores, pues los albiazules necesitaban ganar el derbi contra la Real Sociedad y que el Extremadura cayese ante un Villarreal que aún podía salvarse. Un gol con la mano de Julio Salinas y otro más de Magno encaminaron el triunfo alavesista ante una Real que fue más amiga que nunca, como evidenció De Pedro pidiendo perdón a Mendizorroza tras marcar un gol. Al mismo tiempo, el Villarreal golpeaba por dos veces, pero la reacción final del Extremadura hizo contener el aliento a todo el alavesismo, que estalló cuando el empate en el Francisco de la Hera certificó su salvación.
El Alavés venía de un descenso agónico, el que ejecutó un gol de Corominas en el descuento, y esperaba que su paso por Segunda División fuese corto para regresar a la élite de inmediato. Pero el club estaba ya completamente podrido por dentro por la impresentable presencia de Piterman, enfrentado ya a todos y con todos –cinco entrenadores, el 'caso Carreras', aficionados rompiendo atacando a Cos durante un partido, gradas vacías...– y ese alboroto institucional hundió también a un equipo que a punto estuvo de irse al pozo de Segunda B. Dos jornadas estuvieron los albiazules en zona de descenso en una fase final agónica y finalmente salvada en la penúltima jornada enLorca, donde Jandro y Casar firmaron la remontada del triunfo que supuso la salvación y el punto final de Piterman en Vitoria.
Fernando Ortiz de Zárate asumió la presidencia de un club carcomido institucional y económicamente por Piterman. Se hablaba más de deudas y de juicios que de fútbol y la temporada fue de un sufrimiento agónico. Toda la temporada fue de coqueteo con la zona roja, a la que se acabó cayendo en el tramo final. En el derbi contra la Real de la penúltima jornada, el Alavés estuvo durante muchos minutos descendido, hasta la aparición de Jairo y Toni Moral para darle la vuelta al partido en el descuento (3-2) y ganar una nueva vida. Los vitorianos llegaron a la jornada final en la zona roja y hubieron de firmar otra remontada inolvidable en Vigo (Aganzo, Gabri y Toni Moral le dieron la vuelta al partido en diez minutos) y aguardar el tropiezo del Cádiz en Alicante para que en Balaídos se desatase la gran fiesta albiazul.
La campaña del retorno a Segunda División tras cuatro años en el pozo fue un peregrinar permanente por la zona roja. El descenso era prácticamente un hecho, pero una memorable reacción final de la mano de Alberto López en el banquillo abrió la esperanza de cara a un desenlace infartante. Hasta siete equipos estaban involucrados en la pelea por la salvación en el último partido y el Alavés necesitaba ganar a un Jaén que se jugaba la vida y aguardar al pinchazo de algún predecesor. El partido de La Nueva Victoria está escrito con letras de oro en la historia de este club. La remontada primero de Juanma y Quiroga, el empate local que abocaba a los dos al descenso y el gol en el descuento con un cabezazo de Guzmán que rubricó el milagro gracias también a las paradas del portero del Lugo, José Juan, a un impotente Mirandés que fue el perjudicado de esa tarde mágica vitoriana.
Caminaba el Alavés de Asier Garitano por su cuarta temporada consecutiva enPrimera cuando el covid sobrevino y detuvo el mundo. El regreso, la nueva normalidad, fue con el bastión de Mendizorroza vacío y una fractura entre el club y el equipo por desavenencias económicas. Y la tranquilidad tornó en drama en una resolución frenético sin apenas descanso entre partidos. Tras seis derrotas seguidas, la amenaza real del descenso condujo a López Muñiz al banquillo y a conseguir cuatro puntos para, con goles de Joselu y Ely en el Benito Villamarín, certificar la salvación en la penúltima jornada.
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