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La creación de Jeff Koons sobre el ‘Guilty’, del magnate griego Dakis Joannou.

Navegar hecho un cuadro

Desde el yate de un millonario a una línea de cruceros, los cascos de los barcos se convierten en lienzos privilegiados para lucimiento de los artistas más cotizados

Pascual Perea

Domingo, 18 de enero 2015, 01:41

Pocos artistas habrán tenido la oportunidad de pintar una obra maestra en un lienzo tan grande como el que el millonario griego Dakis Joannou puso a disposición del mediático artista estadounidense Jeff Koons: los dos costados de un yate de 35 metros de eslora, nombre provocativo -el 'Guilty' (Culpable)- y rompedor diseño. El resultado es espectacular: un caos de formas geométricas en distintas gamas de amarillos, azules y grises que los expertos interpretaron inmediatamente como un homenaje a Roy Lichtenstein. El cotizado autor del 'Puppy' del Guggenheim y de los 'Balloon Dogs', sin embargo, les puso en evidencia al señalar que no había encontrado su inspiración en el padre del pop art sino en el peculiar camuflaje de los barcos durante la I Guerra Mundial. El proceso creativo fue "extremadamente complejo", aseguró Koons, y le obligó a explorar territorios artísticos por los que no se había adentrado. "Cuando el mar está tranquilo, el reflejo de la pintura en el agua lo hace aún más abstracto".

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Joannou, uno de los mayores coleccionistas de arte de postguerra y contemporáneo del mundo, exhibe ahora la mayor de sus obras -si no en cotización, en tamaño indudablemente lo es- por las islas del Egeo, encantado de no pasar desapercibido ni en la más recóndita cala. "Lo que importa del 'Guilty' es que allá por donde va provoca una reacción", se ufana el multimillonario.

Pintar a lo grande

Muchos megayates de magnates americanos y árabes albergan en sus suntuosos camarotes lienzos firmados por Picasso, Van Gogh y otros cotizadísimos artistas, pero el 'Guilty' puede presumir de haber sacado sus tesoros al exterior. Koons ha hecho de él una obra única, aunque no es un caso único. La naviera Norwegian Cruise Line decidió convertir en un icono del pop art el último de sus cruceros de lujo, el 'Norwegian Breakaway', botado en abril del año pasado. Para ello encargó al más popular artista gráfico americano, Peter Max, que llenara de color los más de 3.700 metros cuadrados de superficie impoluta de su obra muerta. Como el barco ha instalado en Nueva York su base, Max creó una composición con los símbolos más reconocidos de la ciudad -la Estatua de la Libertad, el 'skyline' de la Gran Manzana...-, aderezados con planetas, estrellas y notas musicales, que permitirán a los neoyorquinos identificarlo de inmediato cada vez que atraque en los muelles del West Side.

"Me emociona este encargo", aseguró el artista. "Ha sido un honor exhibir mi arte en museos y galerías, y también he disfrutado creando lienzos gigantes para la exhibición pública. He pintado un escenario de Woodstock, un mural gigante para la Feria Mundial, el fuselaje de un jet Continental 777... pero nunca antes había pintado un trasatlántico. Amo los barcos y a lo largo de mi vida he viajado en ellos muchas veces. Ver mi pintura flotando en uno de ellos es un sueño hecho realidad".

El resultado ha sido tan bien acogido que otro buque de la misma línea, el 'Norwegian Getaway', exhibe ya una sirena cabalgando sobre las olas, obra del artista cubano David Lebo Le Batard. Y el próximo año tendrán otra réplica en el 'Norwegian Escape', futuro buque insignia de la compañía, que por ahora toma forma en la rampa del astillero. La naviera ha encargado el trabajo en esta ocasión a Guy Harvey, reconocido artista especializado en la naturaleza marina y prestigioso conservacionista, que ha escogido dos paisajes submarinos caribeños surcados por tortugas, rayas y peces espada para decorar ambos costados del trasatlántico a lo largo de sus 325 metros de eslora.

1.200 objetos de madera

Pero navegar con arte no es una cuestión de tamaño. The Boat Project fue un curioso experimento artístico, iniciativa de Gary Winters y Gregg Whelan, los Gemelos Solitarios, para promocionar los pasados Juegos Olímpicos de Londres. La idea, forrar el casco de un velero de regatas con 1.200 objetos de madera y cargados de historia. Piezas como el mástil de una guitarra de Jimi Hendrix, un trozo del navío de guerra inglés del siglo XVI 'Mary Rose', la cachiporra de un policía victoriano, el cajón en que se transportaba el oro inglés a Canadá durante la II Guerra Mundial o el cepillo de pelo con que se peinaban las actrices en los estudios Pinewood en los años sesenta convirtieron el balandro 'Collective Spirit' en "un collage flotante de la memoria".

Más dudoso es encontrar valor artístico a las enormes fauces pintadas en el casco del 'Yamal', un rompehielos nuclear ruso, que lo convirtieron en un gigantesco cachalote, o los serigrafiados capaces de transformar una simple motora en un tiburón sanguinario. Cuestión de gustos.

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