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El cuento de conejos que no olvidará

Richard Adams escribió en 1972 'La colina de Watership', una fábula terrorífica con sangrienta adaptación animada

Isabel Ibáñez

Jueves, 27 de noviembre 2014, 01:47

¿Payasos? Sí, sólo hay que ver los últimos sucesos en París, con bandas de tipos disfrazados aterrorizando a los transeúntes. ¿Nutrias? De acuerdo, son las culpables de la reciente matanza de patos en un parque de Gijón. Pero... ¿conejos? Si creíamos que sólo podían asustar a Jimmy Carter El expresidente de Estados Unidos sufrió en 1979, durante su mandato, el ataque de un enorme ejemplar cuando se encontraba pescando en una zona de pantanos de su ciudad natal, Plains (Georgia). El animal venía nadando hacia su barca bufando amenazante, con dientes centelleantes y las ventanas de la nariz dilatadas, según describió el mandatario, que se vio obligado a ahuyentarlo a golpe de remo. La historia apareció en la prensa: The Washington Post llevó el tema a portada con el sugerente título de El presidente, atacado por un conejo, y el incidente sirvió para que los opositores republicanos se mofaran del demócrata Carter durante semanas. Pero los conejos, esos peluches, han sido capaces también de asustar a varias generaciones de niños y no tan niños que en su día leyeron o vieron la versión animada de La colina de Watership (Watership Down), del novelista británico Richard Adams (Newbury, Berkshire, 1920). Después de haberlo releído ya de adultos, algunos aseguran que la angustia sigue siendo la misma. O mayor.

Adams, aún en activo a sus 94 años, concedía hace unos días una entrevista a The Telegraph para hablar de aquella novela que escribió hace más de 40 años: Quizás la hice demasiado oscura, dice. Cuenta que desde que era muy pequeño se le permitió leer cualquier cosa. Y me gustaban todas esas cosas que yo no debía leer. Así, me tropecé con la literatura de terror. Poe. El sabueso de los Baskerville. Antiguas brujerías, de Algernon Blackwood. El escritor recuerda que inventó sus tétricas historias de conejos que luego fueron un exitoso libro mientras llevaba a sus hijas pequeñas al colegio, para amenizarles el trayecto. El periodista pregunta entonces a Adams si era consciente de que las niñas podían llegar algo asustadas a sus clases pensando en madrigueras aplastadas y animales enganchados en alambres con púas. A lo que el escritor contesta: Sí, tal vez no las suavicé lo suficiente.

La colina de Watership llegó a nuestro país en 1975 y Seix Barral volvió a sacar una edición en castellano en 2009. Es una fábula catalogada como literatura infantil que ha sido comparada con Rebelión en la granja, de George Orwell. Se trata de una metáfora del comportamiento humano donde los trágicos acontecimientos que se suceden ponen constantemente en peligro la vida de una comunidad de conejos, que en realidad podríamos ser nosotros. El pequeño Fiver tiene un horrible sueño premonitorio en el que su madriguera es destrozada, algo que se cumple cuando aparecen las excavadoras conducidas por humanos, momento de horror en el que varios ejemplares mueren. Un grupo de supervivientes liderados por Hazel, el hermano de Fiver, debe partir en busca de un nuevo hogar, pero el camino está sembrado de peligros, no solo por las duras condiciones climatológicas sino también por los hambrientos zorros, las trampas escondidas, los disparos, las enfermedades, los granjeros que se dedican a engordar a sus congéneres y, lo que es peor, otros conejos que no dudan en atacar con saña al grupo de Hazel. Como humanos contra humanos.

El colaborador del diario británico The Guardian Phil Hoad titulaba recientemente uno de sus artículos de esta manera: La película que más me asustó. Se refería, claro, a la cinta de animación creada en 1978 que él vio de crío en el cine. Y añade sobre su propia experiencia: Un conejito profético con visiones apocalípticas deja a un joven Phil Hoad aterrorizado y escapando de un cine de Newcastle. Esa reacción probablemente no era lo que Richard Adams tenía en mente cuando escribió La colina de Watership en 1972, una homilía a los ritmos eternos de la Inglaterra rural. Dudo también de que Martin Rosen y John Hubley, directores de la versión animada de 1978, quisieran asustar a su joven audiencia. Pero esa pequeña parte donde Fiver cuenta su visión apocalíptica para animar a sus compañeros a abandonar la madriguera es demasiado intensa. Fiver olfatea a su alrededor, hay un susurro de terror en el aire; un poste se alza como una horca, un cigarrillo chamusca el exuberante verde. Y entonces él lo ve: sangre avanzando por un vasto campo, amenazando con engullirlos a todos. Contornos de árboles esqueléticos se recortan como venas en el sangriento césped. Sus ramas se retuercen y ondulan con malicia nauseabunda. Tras estas palabras, el hombre reconoce que tampoco es que le causara un trauma, pero no hay duda de que le impactó de verdad. Compruébenlo. Éste es el inquietante tráiler de la película de animación:

No fue al único; curiosamente coincidió en el tiempo, hace solo unos días, y en el mismo periódico un artículo de otro colaborador, Xan Brooks, dentro de una serie llamada Los malos en los libros, que dedicó a ¡el general Woundwort!, es decir, el villano de la novela de Adams. Así describe Brooks a este personaje aún más temible por su complejidad moral: Posee la brutalidad de Stalin, la astucia de Napoleón y la arrogancia de un Gadafi o un Sadam. Es un conejo singular, casi tan grande como una liebre. Es el líder de Efrafa, una opresiva y hacinada madriguera de conejos oprimidos que él dirige como si fuera un comandante de la Stasi, aplastando la disidencia política en nombre de la seguridad. La colina de Watership viene catalogado como un libro para niños y me emocionó tanto cuando tenía 10 años que de inmediato regresé al comienzo y lo leí entero otra vez. Hace unos años volví a visitar la novela, más por nostalgia que por otra cosa. Y sin embargo, al paso de las décadas, La colina de Watership se había hecho más profunda y oscura en sus páginas. Añade el Brooks: Naturalmente, estos conejos no son conejos; estos conejos somos nosotros.

En España, el libro no tuvo tanto éxito como en Gran Bretaña, donde queda claro su impacto viendo esta coincidencia de los dos colaboradores de The Guardian, que, 40 años después y con apenas unas semanas de separación, publican sendos comentarios sobre las desventuras de estos animalillos, siendo aún capaces de describir con tanta intensidad las emociones que les produjo Adams. En La colina de Watership aparecen conejos bufando amenazantes, con dientes centelleantes y las ventanas de la nariz dilatadas, tal y como describió Jimmy Carter aquel ejemplar que dijo que le atacó en los pantanos. Si no fuera porque hay fotos que lo demuestran, quizá podríamos pensar que se quedó dormido en la barca con un ejemplar de la novela abierto sobre sus piernas.

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